Entre el rugido de la tierra y el lamento del cielo,
bajo la mirada atenta de los restantes miembros de la Secta del Castigo Divino, Romni apretó el mango de su espada con ambas manos, desatando su técnica más fuerte, un solo tajo que rasgó el aire, dirigido al cuello de la chica de pelo rosado. Ante este feroz ataque, la chica ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.
—Está muerta, seguro.
Ese pensamiento fue lo único que permaneció en las mentes de todos.
Como subordinados de Romni, la mayoría de estos miembros de la Secta del Castigo Divino eran criminales despiadados como él, anticipando con ansias la escena sangrienta del cuerpo de la joven siendo cortado por la mitad. Los ojos de todos estaban pegados a la espada de Romni, su enfoque inquebrantable.
Sin embargo,
la escena que todos habían estado esperando con ansias no se produjo.