—Un día, el Señor de la Avaricia contactó a los elfos, pidiendo los pergaminos del Reino —me contó mientras cruzábamos el campo verde—. Obviamente, ninguno de nosotros estaba dispuesto a desprenderse de ellos, si es que tenemos alguno.
—Mm, comprensible —asentí en apoyo—. Claro, sería tonto de su parte dejar ir el legado del Reino a otra raza.
—Lo ignoramos, por supuesto, aunque no sé qué hicieron los elfos —se encogió de hombros Amarein—. Pero poco después, el Señor de repente preguntó acerca de la manifestación de un joven druida e incluso pidió un maestro.
—Ah... eso debe ser el tiempo después de que descubrió que yo estaba transmutándome en agua.
—Nos desconcertamos, y los elfos empezaron a investigar, intentando averiguar si realmente había un druida cerca del Señor .