—Lo siento, cariño —me dijo, mientras sus dedos se sumergían activamente dentro y fuera de mí.
—¿Eh?
—Creo que tendré que hacerte venir primero —dijo con una sonrisa de disculpa—. Así podrás relajarte más.
Apresé mis labios. Realmente quería venir con él dentro de mí hoy, pero... al final, asentí de mala gana. —Está bien...
Se rió y comenzó a besarme. Era una señal de embates rápidos y brutales en mi agujero. Sus manos se movían más rápido, más lejos, más amplio, como si tallaran un camino en mi canal. Mientras lo hacía, también se aseguraba de presionar mi próstata, haciéndome jadear y gemir en su boca, con las caderas girando con cada placer intenso que calentaba mi piel.
—¡Natha--Natha! —Agarré su hombro e intenté empujarlo—. Yo... creo que ya está bien, puedes--!