Vomitar dos veces en un día... era nostálgico.
De nuevo, me recordaba a los viejos tiempos, cuando aún estaba enfermo. No solo en la Tierra, sino aquellos primeros dos meses aquí cuando no podía comer alimentos sólidos bien. La diferencia era que esta vez no había dolor. Simplemente sentía como si estuviera bebiendo algún líquido amargo y lo devolviera porque no podía tragarlo.
Y en contra de mi mejor juicio, me reí de esos recuerdos, mientras la negrura se escurría de mi boca. Eso me hizo atragantarme un poco y el resto de la sustancia oscura salió de mi cuerpo en un acceso de tos.
—¡Joven Maestro!
Escuché gritos ansiosos y una fría brisa rozándome. Lo siguiente que supe, fue que me estaban arrebatando, envuelto en un gran abrigo que olía a pergamino y sándalo, y mis pies ya no tocaban el suelo.