—¿Sabías que los carruajes pueden ser convertibles? —pregunté a Opti y Arta, haciendo mi mejor esfuerzo para sonar normal.
—No lo sabía —respondió Arta mientras arreglaba mi ropa—. Pero aún así me quedé mirando un carruaje abierto, cuando estaba seguro de que antes era cerrado. Hmm...
Antes de que pudiera maravillarme con este nuevo hecho, la repentina realización de que yo montaría ese carruaje llegó, y traté de no juguetear con mi túnica nerviosamente para no arrugarla.
Porque... por Dios, mira a todos esos demonios. Los ciudadanos se reunieron fuera del campo, flanqueando el camino por el que pasaría el carruaje para poder ver a su Señor.
Y se suponía que debía sentarme a su lado.
—¿Suele haber siempre tantas multitudes durante las visitas del Señor? —pregunté a Opti y Arta, haciendo mi mejor esfuerzo para sonar normal.