—¡Maestro! ¡Maestro! —El pajarillo lloraba, entrando en pánico, pegándose a mi cara y sujetándome con sus alas.
Mi corazón se contrajo y me sentí estúpido por olvidar a aquellos que estarían preocupados por la explosión.
—Estoy bien, está bien —intenté calmar al pájaro—. No llores, cariño, estoy bien.
—¡Maestro boom! ¡Maestro llora! ¡Maestro se fue!
—Oh, bebé, lo siento mucho —no lloré, pero parecía que mi angustia era interpretada así por el pajarillo—. No me lastimé, lo prometo.
—Hngg--
Jade sollozó y presionó su cabecita contra mi pecho, agarrando fuertemente mi solapa. Quise consolar más al pajarillo, pero una voz seca de repente hizo saber su presencia.
—¿Estás seguro? —Me sobresalté y levanté la vista, atrapado por los ojos plateados brillantes—. Así que no estás de repente huyendo de la mano como una pareja que se escapa escondida en este rincón porque estás herido... ¿verdad? —Natha sonrió y ladeó la cabeza—. Es por algo más... ¿verdad?