Era tan grande...
Me refiero a su cama. Como... la de la torre también era grande, pero era un grande normal, de tamaño queen. Pero la de la habitación del castillo era GRANDE grande. Como que podía acostarme en cualquier posición, rodar de un lado a otro sin caerme. Como si tuviera que hacer un viaje solo para salir de la cama.
Además, esta tenía dosel, uno grande, con cortinas de terciopelo rojo.
Tan escandaloso.
Pero también se sentía taaaan bien. El colchón era perfecto, y todo, desde la sábana hasta las almohadas y la manta tenía el olor de Natha. Más bien, toda la habitación tenía su olor.
Más que la habitación de la torre, sus manahuellas estaban por todas partes; la cama, el enorme baño, la sala de estar, el reposabrazos y el diván, la pequeña mesa de comedor...
Su aroma y presencia persistían por todas partes, infiltrándose en cada baldosa y pared a través de décadas de movimientos repetidos.