—Ooh... —Miré la canica del tamaño de una bola de billar sobre la mesa. Brillaba con una luz roja centelleante que se reflejaba en la superficie de la mesa con un color resplandeciente.
No voy a mentir, era bonita para un walkie-talkie—quiero decir, un dispositivo de comunicación a larga distancia o lo que sea. ¿Sabes? El que dije que solo funcionaba entre dos dispositivos.
Estaba sobre un pedestal tallado con un runa, supuse que para cargar energía y activar el hechizo. Había otra canica en la palma de Natha, brillando con la misma luz roja.
Si lo primero que tenía que hacer era disculparse, lo segundo sería entregarme este pseudo-teléfono, tal y como prometió antes de partir al festival esa vez.
—Ejem—prueba... prueba... —murmuré frente a la canica, y mi voz sonaba a través de la otra casi al mismo tiempo. Me giré hacia Natha, que estaba tumbado en el sofá viéndome con una sonrisa, y sonreí.