La pregunta del abusón y el idiota Damien dejó a Kendall atónita, y el agravio que estaba fermentando en su corazón de repente se disipó.
—¿Estás... enojada por esto? —Extendió sus brazos, se levantó del regazo de Damien y se arrodilló en el asiento de cuero, con los ojos rojos.
Damien la ignoró y giró la cabeza para mirar por la ventana con un rostro frío y atractivo.
Kendall frunció el ceño, abrazando su rostro, girando su cabeza para mirarla.
Él apartó la mano y continuó mirando hacia la ventana.
Kendall no tenía palabras.
Realmente estaba perdiendo los estribos.
—Tengo una razón por la que debo ganar. Debo ganar este campeonato de carreras, igual que las cosas que hice antes —dijo Kendall seriamente—. No puedo contarte la razón específica. Si te lo digo, moriré.
Damien levantó los párpados, sus ojos llenos de sorpresa, pero aún así se negó a prestarle atención.
