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Kendall guardó el collar, cerró el estuche de madera y se retiró al pasillo del conductor entre los ensordecedores vítores. Su corazón todavía latía agitado por la descarga de adrenalina de la carrera, pero el abrumador apoyo del público ofrecía un contrastante consuelo. Al final del pasaje, además de Lucas y su hija, la esperaba Vincent, su rostro iluminándose con una cálida sonrisa cuando ella se acercó.
—Kendall, vi tu carrera de autos. Fuiste absolutamente impresionante —dijo Vincent cálidamente, sus ojos reflejando una genuina admiración. Siempre había admirado su valentía y habilidad, pero verla en acción ese día lo había dejado maravillado.
—¿Vamos de regreso al Hotel Sunshine ahora? El Profesor Alex y los demás han pedido una gran cena para nosotros. Podemos cenar juntos cuando volvamos —sugirió Vincent, intentando mantener su tono casual a pesar del oleaje de emociones que sentía.