Kendall no se negó. Tomó el dinero de Grace y se recostó en el asiento de cuero, cerrando los ojos.
Desde que Damien dejó la familia Parker, no había dormido mucho. Ahora, con Damien en el asiento del conductor y el suave ronroneo del coche, el sueño la venció.
Viendo su fatiga, Damien ajustó la temperatura del aire acondicionado y redujo la velocidad del coche. Miró a Kendall, notando las leves líneas de estrés en su rostro. No pudo evitar sentir una punzada de preocupación.
Unos veinte minutos más tarde, el Rolls-Royce negro se detuvo frente al edificio donde se impartía la clase de entrenamiento. Al detenerse por completo el coche, Kendall abrió los ojos, lista para salir.
—¿No quieres dormir un poco más? —Damien la miró de reojo y dijo en voz baja—. No importa si te pierdes un día de entrenamiento para la Olimpiada de Matemáticas.