—Señor, por favor, espere —la detuvo el guardia de seguridad.
—¡Quiero ver a Damien! —Layla se encorvó, débilmente. Sabía que en esa situación, el único que podía salvar a Kendall era Damien.
—¿Tiene cita? —preguntó el guardia de seguridad, cumpliendo con su deber.
—Kendall está en peligro. Fue llevada por Kay, ¡y será demasiado tarde si no la salvo! —Layla agarró con fuerza el brazo del guardia de seguridad.
Mientras tanto, en una habitación en el segundo piso, Kay se sentaba al borde de la cama, mirando a Kendall dormida.
—Sabes, desde el primer momento que te vi, me pregunté cómo sería acostarse con una mujer de Damien... Supongo que debe ser genial.