Si realmente retrocedí 13 años, podría cambiar mi vida. Esa idea se asentó en mi mente como una chispa de esperanza. Podría liberarme de esta familia, construir algo propio. Podría finalmente escapar de las sombras en las que siempre me habían mantenido.
Pero sabía que no sería fácil. Virginia, mi madrastra, siempre había sido cuidadosa en mantenerme a su vista. Nunca lo decía en voz alta, pero le gustaba tenerme bajo control, como si fuera un objeto de su propiedad. Me temía, o al menos, temía que pudiera interrumpir sus aviones si me dejaba demasiado libre.
Mi padre con él era más sencillo. Antes de mi boda nos llevábamos bastante bien, sin embargo, aun no entiendo porque nos fuimos alejando poco a poco. De todas formas, no podía quedarme en la casa solo por él, este lugar solo me haría hundirme más y yo quiero alejarme de esto. Tal vez podría convencerlo de que quería independizarme, prometiéndole que aún voy a seguir con mis estudios y seguir al pendiente de la empresa.
Lo que realmente me preocupaba era Yanire .
Incluso después de todos esos años, Yanire había perfeccionado el arte de la manipulación. Frente a todos, era la joven perfecta, delicada, siempre amable, tan vulnerable que todos la querían proteger. Pero yo conocí su verdadero rostro.
Ahora me daba cuenta de que era una hipócrita, su constante manipulación había alimentado mi baja autoestima.
Yanire no me quería a su lado porque me apreciara, sino porque yo era su sombra, aquella que hacía que su luz brillara aún más fuerte. Yo era el contraste que la realzaba, su complemento imperfecto.
Mientras seguía ayudando en la cocina, mi mente no dejaba de explorar posibles rutas, nuevas formas de escapar de este ciclo. Esta segunda oportunidad, este regreso al pasado, me daba la posibilidad de corregir mis errores. Confiar ciegamente en mi familia había sido mi mayor debilidad, pero no me dejaría caer en las mismas trampas. Debía ser más astuta, más fuerte.
Pero primero, debía sobrevivir al cumpleaños de hoy. Si no mal recordaba hoy sería el día en que Yanire me llamaría a su habitación para ayudarla a arreglarse y me pediría que asistiera a su cumpleaños, quería presentarme como su hermana.
A mis 22 años, no me gustaba asistir a las reuniones de alta sociedad. Ni siquiera tuve mi debut formal, un evento que todas las jóvenes de familias como la mía esperaban con ansias al cumplir 18.
En su momento, pensé que había sido una decisión mía no presentarme en sociedad, pero ahora, con más perspectiva, recordaba claramente los comentarios de Virginia y Yanire. Disfrazaban su rechazo a la tradición con palabras vacías: " Esa costumbre debería desaparecer. ¿Cómo pueden permitir que las niñas hagan eso?" .
Lo que no vi entonces era su verdadera intención, el evento en sí podría considerarse muy tradicional y patriarcal por personas fuera del círculo, pero la verdad era que es un evento para que los jóvenes puedan construir conexiones, hacer amistades con los herederos de otras familias. influyentes.
Además el debut no solo lo realizaban las mujeres, también debían realizarlo los hombres, después de todo, ambos necesitaban crear su propia red de conexiones.
Lo que tampoco me di cuenta en su momento era por qué Yanire sí lo hacía . Por qué a ella le permitieron presentarse, ser el centro de atención. Y por qué, en esta ocasión, quería que yo estuviera allí con ella. La respuesta llegó más tarde, ese día, cuando me di cuenta de que lo que planeaba no era una simple presentación: era un espectáculo. Mi humillación sería el clímax de la velada, todo cuidadosamente orquestado.
—Alya, te llama la señorita Yanire a su habitación —me interrumpió una de las sirvientas.
Al parecer, mi memoria no me había fallado. Me limpié las manos rápidamente y dejé las papas a un lado. Mientras caminaba hacia la habitación de mi media hermana, trata de mantener la calma. Aunque me dolía profundamente lo que ella me había hecho en el pasado, sabía que Yanire era una maestra en la manipulación, en presentarse como la joven amable y encantadora frente a los demás, mientras me mantenía bajo su control.
Pero una cosa estaba clara: no permitiría que las cosas se repitieran de la misma manera. Esta vez, no me dejaría aplastar por las expectativas de nadie.