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Chapter 6 - Una Flor En La Oscuridad

El primer rayo de sol se asomaba tímidamente por las ventanas del orfanato. Eldaria aún dormía bajo un manto de quietud. En una de las habitaciones, Lily abrió los ojos lentamente. Miró a su alrededor, asegurándose de no hacer ruido mientras se levantaba de la cama.

A su lado, la niña de cabello negro seguía profundamente dormida, su rostro aún reflejaba rastros del agotamiento y las emociones que había experimentado en tan poco tiempo. Lily la observó por unos segundos, viendo cómo su respiración era pausada pero inquieta, como si incluso en sueños algo la estuviera persiguiendo. Sin embargo, decidió no despertarla. Con cuidado, se levantó de la cama y salió de la habitación en silencio.

El pasillo estaba vacío, y solo el eco de sus pasos rompía el silencio de la madrugada. Mientras caminaba, el olor a café recién hecho la hizo sonreír. Sabía que María ya estaría despierta. No le sorprendió encontrarla en uno de los pasillos, ajustándose el delantal.

—¿Lily? —preguntó María con una leve sorpresa, al verla despierta tan temprano—. ¿Qué haces levantada a estas horas, querida? Deberías estar descansando, aún falta para que los demás despierten.

Lily sacudió la cabeza, mostrando una pequeña sonrisa.

—Ya no tengo sueño. Además, quería hablar contigo sobre... ella —dijo en un tono bajo, refiriéndose a la niña de cabello negro.

María frunció ligeramente el ceño y se inclinó un poco hacia adelante, interesada.

—¿Ha pasado algo? —preguntó, su tono reflejaba una mezcla de preocupación y curiosidad.

—No es eso, solo que... ¿tienes alguna información sobre ella? —Lily dudó por un momento—. No parece recordar nada, ni siquiera su nombre. Me da la sensación de que hay algo más.

María dejó escapar un suspiro mientras asentía lentamente, su rostro mostraba una seriedad inusual.

—Cuando llegó el grupo de niños ayer, los militares a cargo nos entregaron un reporte con la información de todos ellos. Sin embargo, en la lista había uno sin identificar —explicó con una mirada pensativa—. Esa niña debe ser la que no fue identificada. No hay nombre, ni familiares registrados... nada.

Lily frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago al escuchar esas palabras.

—¿Ni siquiera con los exámenes de sangre pudieron identificar a su familia? ¿O alguna identificación? —preguntó, sintiendo cómo crecía su inquietud.

María negó lentamente con la cabeza.

—Es muy extraño, Lily. Con las tecnologías que tenemos, normalmente podemos rastrear a cualquier persona a través de sus familiares o registros, pero en su caso, no se ha encontrado nada. Es como si... nunca hubiera existido en los sistemas —admitió, la preocupación se reflejaba en su voz.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de incertidumbre. Lily no sabía qué pensar. Algo no cuadraba, pero no quería llegar a conclusiones precipitadas.

—Ten cuidado, Lily —advirtió María con suavidad, colocando una mano sobre su hombro—. No es normal que algo así suceda justo cuando apareció el castillo maldito y los espíritus. Si notas cualquier cosa extraña, no dudes en decírmelo, ¿de acuerdo?

Lily asintió, aunque las palabras de María solo habían incrementado su preocupación. Al volver a la habitación, decidió que intentaría no pensar demasiado en ello, al menos por el momento. Su amiga necesitaba a alguien que la cuidara, no que la juzgara.

Pero mientras esta conversación se daba entre María y Lily, la niña de cabello negro no disfrutaba de la misma calma.

En su sueño, se encontraba sola, rodeada de un hermoso bosque, con flores de todos los colores extendiéndose a lo largo del paisaje. El día era cálido y la brisa agradable, pero había algo que no estaba bien. De repente, el cielo comenzó a oscurecerse, y el hermoso bosque que la rodeaba se volvió amenazante.

Sus pasos resonaban en el vacío cuando, a lo lejos, vio una figura. Era un espectro que se acercaba lentamente. A medida que se aproximaba, esa figura comenzó a tomar una forma más definida, más humana... más similar a ella. El espectro, con ojos rojos como el fuego y cabello plateado, parecía una versión oscura de sí misma. El miedo paralizó a la niña. No pudo moverse ni gritar mientras esa versión distorsionada de ella avanzaba, hasta que finalmente llegó a su lado y, sin previo aviso, la derribó al suelo.

La mano fría del espectro se cerró alrededor de su garganta. La niña intentaba gritar, pero su voz no salía. Sentía cómo el aire se escapaba de sus pulmones mientras el espectro la ahogaba con una fuerza implacable. En la vida real, su cuerpo temblaba en la cama, el sudor empapaba su frente, y su rostro reflejaba el pánico de su pesadilla. Lanzó quejidos, retorciéndose entre las sábanas.

Lily, al regresar a la habitación, notó que algo andaba mal. Corrió hacia la cama y, con cuidado, sacudió a la niña para despertarla.

—¡Despierta! ¡Despierta! —le insistió con desesperación, sacudiéndola suavemente mientras veía cómo su amiga luchaba contra algo invisible en sus sueños.

La niña abrió los ojos de golpe, jadeando en la penumbra de la habitación. Su respiración era rápida y sus pupilas se movían, inquietas, como si buscaran algo en la oscuridad que aún la envolvía. Sentía el peso de un recuerdo amargo que apenas lograba recordar. A su lado, Lily la sostuvo suavemente por los hombros, sus manos cálidas y firmes transmitiendo un sosiego inesperado.

—¿Era una pesadilla? —preguntó Lily en un susurro, cuidando no romper el silencio que aún dominaba el dormitorio.

La niña asintió débilmente, incapaz de hablar. Las palabras se le atoraban en la garganta; no sabría cómo describir lo que había visto… y una parte de ella tampoco deseaba hacerlo. Era como si al intentar recordar, los fragmentos de la pesadilla volvieran a cobrar vida.

—No te preocupes —dijo Lily con ternura, y en su sonrisa había algo sólido, algo casi protector—. Solo fue un mal sueño. Ya pasó. Estoy aquí contigo.

La niña miró a Lily, sintiendo cómo el terror empezaba a disiparse en un débil suspiro. Cerró los ojos unos segundos, permitiendo que aquella calma la envolviera.

Permanecieron en silencio por un tiempo, compartiendo una tranquilidad que parecía sagrada a esa hora de la mañana.

Entonces, unos suaves golpes en la puerta quebraron la quietud. La voz de María, cálida y serena, resonó desde el pasillo, llamando a cada uno de los niños, su tono envolviéndolos como un ritual cotidiano que anunciaba el inicio del día.

—Buenos días, pequeños. Es hora de levantarse. El desayuno los espera —dijo María, y el sonido de sus pasos acercándose era tan familiar como el amanecer mismo.

Lily le dedicó una última sonrisa a la niña antes de ayudarla a ponerse de pie.

—Vamos, el desayuno nos ayudará a dejar atrás cualquier pesadilla.

Con un gesto de complicidad, ambas salieron de la habitación y bajaron al comedor, donde la vida del orfanato comenzaba a tomar forma entre risas y conversaciones suaves. Al sentarse a la mesa, Lily permaneció cerca de su amiga, ofreciendo un apoyo silencioso. Poco a poco, el miedo que la había acompañado en sueños se desvanecía en la cálida compañía de quienes, como ella, encontraban consuelo en la rutina de cada día.

Mientras comían, la niña se quedó en silencio por unos instantes, sus ojos fijos en el plato, como si hubiera algo que necesitara decir, algo que rondaba en su mente desde el día anterior. Finalmente, se armó de valor y miró a Lily, quien notó la inquietud en su mirada.

—¿Recuerdas lo que te dije ayer… sobre la lluvia? —murmuró, su voz apenas un susurro. Lily asintió, escuchando con atención—. Siento que… esas lágrimas eran de alguien que… que he hecho sufrir. Pero no sé a quién. Solo tengo esa sensación, como si fuera culpa mía, y no sé por qué.

La niña frunció el ceño, insegura. Era un sentimiento difuso, algo que parecía surgir de un rincón oscuro de su memoria, demasiado lejano para recordar, pero demasiado real para ignorar. Lily entrelazó sus dedos con los de ella, dándole un apretón suave.

—Hey… no tienes por qué sentirte así —susurró Lily, con un tono lleno de ternura—. Sea lo que sea que haya pasado, no define quién eres ahora, ¿sabes? —Le dio un apretón suave en la mano, transmitiéndole calidez y apoyo—. Ahora estás aquí, conmigo. A veces, esos recuerdos lejanos solo son sombras que se desvanecen, como la lluvia que cayó ayer. Quizá es momento de dejarlos atrás.

La niña se quedó mirando sus manos entrelazadas, y aunque el sentimiento de culpa no desapareció por completo, algo en las palabras de Lily la ayudó a sobrellevarlo, como un pequeño rayo de sol entre las nubes.

Después del desayuno, salieron juntas al jardín, dejando que el aire fresco de la mañana las envolviera. La brisa suave llevaba el aroma de las flores, y el cielo despejado parecía un reflejo del sosiego que, aunque efímero, ambas anhelaban encontrar.

Caminaron juntas entre los árboles, con la hierba rozando sus tobillos, mientras el rocío brillaba en las hojas. Fue entonces que Lily se detuvo de pronto, sus ojos centrados en un punto específico del suelo.

—¿Sabes? Creo que olvidé hacer algo realmente importante —murmuró, inclinándose con curiosidad.

La niña la miró, esperando una explicación. Pero en vez de eso, los ojos de Lily se iluminaron al descubrir una pequeña flor oscura que crecía entre los pétalos blancos y violetas del jardín. Era única, apenas visible, de un tono tan profundo y oscuro que parecía capturar el misterio de la noche en su color.

Lily la contempló un momento y luego sonrió, como si hubiera encontrado justo lo que había estado buscando sin saberlo.

—Es extraño hablar contigo sin un nombre, ¿sabes? —dijo, observando la flor y luego el cabello oscuro de su amiga—. Pero… ahora lo entiendo. Esta flor me ha dado una idea.

La niña la miró, sorprendida y, a la vez, cautivada. Al darse cuenta de la nostalgia en los ojos de su amiga, algo en su interior se sintió menos pesado.

—Quiero llamarte Kuroe, ¿qué te parece? —Lily se agachó, tomando la flor con cuidado, y se la ofreció a la niña—. Es un nombre especial, ¿sabes? 'Kuro' es oscuro, profundo… y 'e' significa florecer. Como esta flor, que es única entre las demás.

El corazón de la niña latió con fuerza al escucharla. Aquel nombre sonaba extraño, pero resonaba en ella como si estuviera destinado a ser suyo. Sintió que Kuroe hablaba de algo mucho más grande que ella misma: de la belleza que podía florecer, incluso en la oscuridad.

—Kuroe… —repitió en un susurro, casi probando cómo el sonido del nombre la envolvía. Lentamente, una sonrisa temblorosa asomó en sus labios, y los ojos le brillaron con una chispa de gratitud—. Sí… me gusta, Lily. Gracias.

—Entonces, Kuroe será —dijo Lily, sonriendo con una calidez profunda—. Quiero que florezcas, así como esta flor. Porque sé que, aunque ahora sientas que todo es oscuro, puedes convertirlo en algo hermoso, ¿de acuerdo?

Ambas se miraron, y en el silencio de aquel instante, Kuroe entendió que había encontrado algo irremplazable en ese nombre y en la amistad que Lily le ofrecía.

Ese instante parecía como si compartieran un entendimiento silencioso, un lazo invisible que unía sus corazones. Para Kuroe, el simple hecho de que Lily le hubiera dado un nombre significaba mucho más de lo que podía expresar.

—Supongo que… es como un primer paso, ¿no? —dijo Kuroe, sin apartar la mirada de su amiga.

—Exacto. Un primer paso para muchas cosas más —Lily le dedicó un guiño juguetón, dándole a entender que esto era solo el comienzo de su nueva vida.

Ambas rieron suavemente, y en ese momento el mundo pareció volverse un poco más pequeño, más seguro. Kuroe no necesitaba nada más; tener a Lily a su lado y un nombre propio era suficiente para empezar a construir su propia historia de nuevo.

Mientras caminaban de regreso al orfanato, Lily miró a Kuroe y, sin decir nada, tomó su mano con suavidad.

Sabía que aún había muchas preguntas sin respuesta, pero al menos, en ese momento, estaban juntas. Para Lily, eso era lo que más importaba. Y en ese silencioso pacto entre ambas, una promesa quedó sellada: ninguna de las dos estaría sola.

Mientras la tarde avanzaba, la conexión entre ambas niñas se hizo más fuerte, un lazo de amistad que las uniría en los días oscuros que estaban por venir. Aunque el futuro era incierto, en ese instante, había paz en sus corazones. Y eso, por ahora, era suficiente.