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En el mundo desconocido

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Synopsis
Un joven ha despertado en una cabaña aislada en medio del bosque,sin recuerdos de el como llego ahí ni de su identidad,pronto encuentra una misteriosa carta que le revela la existencia de un contrato que debe cumplir.
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Chapter 1 - CAP1:Despertando

—Jacob, recuerda esto muy bien. Aunque luches mucho por las cosas, no siempre las ganarás, pero si sigues peleando, algo puedes obtener —dijo un hombre al que intenté ver, pero una espesa niebla entre él y yo no me dejaba verlo.

—¿Papá? —pregunté por instinto, aunque sentí mi cuerpo más pesado, como si me estuviera devorando. Intenté acercarme, pero al hacerlo me alejaba más y no lograba acercarme. Aun así, volví a intentarlo con más fuerza, pero mientras lo hacía, me despertaba. Abrí los ojos y una lágrima brotó de ellos.

—¿Eh, por qué? —Limpié la lágrima de mi ojo para luego observar el mundo que me rodeaba.

Estaba en una cama, cubierto con algunas cobijas bastante cálidas y cómodas. Me senté al borde. La habitación donde me encontraba era oscura y desconocida, hecha de madera. Había un armario para la ropa, una estantería de libros, un espejo y un escritorio junto a una silla. Me levanté y vi que llevaba puesta una pijama de algodón. A mi izquierda estaba la ventana. Me acerqué y miré afuera.

Sentí la oscuridad de la noche al ver por la ventana, pero al mismo tiempo escuché el canto de las aves. Al observar con más detenimiento, distinguí los árboles, que me hacían sentir pequeño debido a su altura, de unos cinco metros. Poco después, escuché el sonido del viento atravesando las hojas.

—Cierto... ¿Dónde estoy? —me pregunté, pero no podía responder esa pregunta.

—Es más... ¿Quién soy? —me pregunté de nuevo, intentando poner en orden mi memoria. Posiblemente, el hombre que había soñado era mi padre, pero no podía recordarlo del todo.

—¡BAM! —Se escuchó en la habitación. Había pateado el suelo con fuerza. Mi cara se enrojeció al darme cuenta de que había perdido la memoria y ahora no podía hacer nada.

—Soy un tonto...

Luego pensé: tal vez estaba ahí porque alguien me había acogido, aunque no lo recordaba, y yo, de paso, estaba haciendo ruido en la casa al amanecer. Estaba haciendo algo mal.

—Me disculparé... ¿Pero dónde está el dueño? Debo agradecerle si me ayudó, aunque no recuerdo nada. De paso, podría preguntar qué me ocurrió —me acerqué al armario para vestirme, ya que no era adecuado salir en pijama. Busqué algo simple, pero apropiado para vestirme: tomé unos pantalones azules, medias, tenis y una camisa blanca que encontré ahí. Luego me vi en el espejo. Era un niño de unos 11 años, con cabello marrón, ni muy largo ni muy corto. Pero sentí que esa no era mi edad real. Después de todo, soy un niño.

Abrí la puerta. El pomo estaba a la altura de mi cabeza, lo que me hizo sentir pequeño. A mi derecha había dos habitaciones más, así que decidí acercarme y tocar la puerta.

—Toc, toc, toc —golpeé tres veces, aunque algo nervioso, ya que no sabría qué decir más allá de dar las gracias y pedir una explicación de lo que me había pasado. Esperé unos instantes después de tocar, pero no recibí respuesta, así que decidí abrir la puerta. La habitación era similar a la mía, pero estaba vacía. Intenté suerte con la siguiente habitación, con el mismo resultado.

—Bueno, tal vez no usa estas habitaciones porque son para invitados. Mejor bajo y busco por ahí —decidí. Bajé las escaleras para seguir buscando. Primero fui a la sala de estar, que era la más cercana, pero no vi a nadie. Es más, los sillones, las mesas y las sillas estaban libres de polvo, seguramente porque alguien los había limpiado. Era prueba de que alguien había estado allí. Aceleré el paso, algo tembloroso, y fui a la siguiente habitación, que resultó ser un baño. Este era bastante espacioso y contenía champú y jabón, pero nunca habían sido destapados. Buscando un poco más, encontré una gran reserva sin abrir.

Mientras me aventuraba, algo tembloroso, encontré una biblioteca. Los estantes estaban llenos de libros, pero la oscuridad abrumaba el lugar. Posiblemente, cuando saliera el sol, tendría una vista más clara. Aun así, podía distinguir un escritorio junto a una ventana, unos cuadernos listos para ser usados y esferas de cristal. El cuaderno estaba vacío y los lapiceros no parecían haber sido usados siquiera. Todo era cada vez más incomprensible. ¿Cómo podía estar en un lugar que no conocía, sin nadie alrededor? Simplemente ilógico.

—Grrrr —rugió mi estómago, asustándome, pero luego entré en razón. Por haber buscado al dueño, ignoré mis necesidades.

—Mejor cocino algo antes —me dirigí a la última habitación que no había revisado, la cocina. Allí había utensilios, ollas y platos, todo lo necesario para una casa. Había un refrigerador, pero sentí que algo raro pasaba con él, aunque no sabía qué. Curioso, me acerqué y al revisar vi lo extraño: no estaba conectado a un tomacorriente. Intrigado, lo abrí y encontré bastante comida. Rápidamente saqué lo necesario y me preparé un caldo. Decidí volver a mi habitación para comer. Subí las escaleras, abrí la puerta y me dirigí al escritorio. Allí encontré una carta.

—Soy un tonto —me dije a mí mismo—. Busqué por toda la casa, pero la respuesta estaba aquí, donde empecé —me reí de mí mismo y me apresuré a tomar la carta. La abrí.

—Hola, Jacob. Si estás leyendo esto, es que el contrato te hará cumplirlo, pero logré mediar para ayudarte un poco. En este sobre hay una tarjeta que te servirá, y en el escritorio hay un catalizador para que te protejas. Por cierto, nunca te rindas. Un buen amigo.

Al terminar de leer, quedé confuso. Busqué en el sobre y, como decía, allí estaba la tarjeta. Era de color dorado y medía 8,5 cm x 5,3 cm. Tenía una inscripción que no podía leer.

—Tengo muchas dudas... ¿Qué es el contrato? Es raro, acabo de despertar sin recordar nada, pero parece que debo encargarme de algo. Bueno, si está firmado, no puedo hacer más que cumplirlo —dije. Parecía que me había comprometido, y era normal terminar lo que se comienza. Abrí el escritorio para buscar el catalizador. Como se había mencionado, allí estaba. Era pequeño y ovalado. Gracias a su transparencia, parecía estar hecho de cuarzo, y tenía dibujado un círculo en los bordes. Dentro del círculo, una espiral de color verde.

—Así que esto es el catalizador. Se ve bastante frágil. Supongo que por eso me dijeron que debo cuidarlo —lo guardé nuevamente en el escritorio—. Creo que debería intentar recordar algo. Ojalá pueda recordar el contrato —dije. Entonces intenté recordar lo máximo posible sobre ese contrato. Cualquier cosa relacionada me sería útil. Poco después, logré recordar un poco.

Estaba en una oficina con un escritorio que tenía una computadora. Había un sofá de buena calidad y frente a él, una mesa de cristal con una botella de vino abierta. El olor del alcohol llenaba la habitación. Un hombre con una chaqueta negra, al igual que sus pantalones, miraba por una gran ventana hacia la ciudad, que estaba iluminada en plena noche. Él bebía una copa de vino mientras sonreía. Un hombre rubio, con un traje de paño y una chistera, entró sin avisar.

—Hey, ya te he dicho que toques antes de entrar —dijo el hombre de chaqueta negra, volteándose.

—Lo siento, viejo hábito —respondió el rubio, sonriendo mientras se sentaba.

—Sigues haciéndolo todos los días. ¿Es porque nos colamos en esa casa a medianoche por los rumores, o porque sigues viviendo solo? —preguntó el hombre de chaqueta negra, con una sonrisa sarcástica.

—No, claro que no. Es porque si no lo hacía, te tomabas todas las cervezas a medianoche, y yo era el encargado de atraparte, hombre de falsos valores —dijo el rubio, casi riendo.

—Sí, lo que digas. El hombre que se enfrentó a 10 tipos porque no quiso prestar un lápiz, y ahora viste traje de paño y hasta chistera —afirmó el hombre de chaqueta negra mientras seguía bebiendo su vino.

—¿Te recuerdo que tú te uniste a esa pelea sin decir una palabra? Y sí, este oficio requiere estándares. Lo mínimo es vestir adecuadamente —argumentó el rubio, tomando el vino recién servido.

—Bueno, vi a un amigo luchando por algo, eso fue todo. Aunque si me lo pedías, no esperaba que lo hicieras. Hasta compraste la chistera por tu cuenta —respondió el hombre de chaqueta negra, sonriendo.

—Ni siquiera yo... —dijo el rubio

—Pero ahora sí, esto es más serio —continuó el de la chistera mientras sacaba un papel con inscripciones que no entendía—. Nos hemos metido en algo más grande de lo esperado.

—¿Entonces pudiste decodificarlo? —preguntó el adicto al alcohol.

—Sí, es un contrato que se activa bajo ciertas circunstancias, y gracias a eso, posiblemente hemos sido los más afortunados porque este es único en el mundo. ¡Rápido, firmémoslo! —insistió, algo apurado.

—Dale, entonces voy por mi lapicero —dijo, casi riéndose.

—Tómate esto en serio. Tú sabes cómo se hace esta cosa, a diferencia de mí —respondió el de la chistera, mientras prestaba atención a lo siguiente que dirían.

—¿¡Ahhhhhhhh!? —grité por un dolor que llegó repentinamente a mi cabeza, trayéndome de regreso a mi realidad.

—Ahhh... Ahhh... —intenté calmar el dolor mediante la respiración. Luego de unos minutos, logré tranquilizarme.

—Bueno, intentaré organizar mis pocos recuerdos. El hombre de negro posiblemente era yo, porque se menciona que firmaría ese contrato.