La tensión era palpable en el aire. Los rugidos de los motores resonaban en la atmósfera mientras los competidores alineaban sus vehículos en la pista flotante, suspendida en medio de un paisaje alienígena deslumbrante. Miles de espectadores de diferentes planetas y civilizaciones observaban el evento a través de proyecciones holográficas que llenaban sus cielos, transmitiendo la carrera a todos los rincones del universo.
El protagonista, **Kai**, respiró hondo, sus dedos temblaban ligeramente mientras apretaba el volante de **El Stratos Razor **. Esta era la carrera de su vida. Había soñado con este momento desde niño, y ahora estaba a segundos de enfrentarse a los mejores corredores del multiverso. Pero esta no era una carrera común. No solo los reflejos y la velocidad importaban, sino también la capacidad para adaptarse a las transiciones impredecibles de los portales interdimensionales.
A su lado, los demás competidores ajustaban sus naves, cada una tan singular como el piloto que la manejaba. **Taro**, un alienígena de piel escamosa y ojos brillantes, tenía un vehículo de diseño angular, con alas desplegables que sugerían velocidad extrema. A su izquierda, **Zyra**, una piloto de estatura pequeña pero con un espíritu feroz, había modificado su nave para que luciera como una mezcla entre un pez y un rayo, capaz de deslizarse con gracia por los portales.
A lo largo de los años, se había convertido en tradición que la carrera comenzara con una frase ritual, una palabra inventada que representaba el espíritu del desafío. Era como un grito de guerra. Esta vez, el locutor holográfico la pronunció con fuerza a través de las nubes digitales:
**"¡Orexan!"**
El significado exacto se había perdido con el tiempo, pero todos sabían lo que significaba: **correr, volar, sobrevivir**.
"3… 2… 1…" La cuenta regresiva fue marcada por destellos de luz que iluminaban el cielo. Los motores vibraron y el suelo retumbó. Los hologramas en los diferentes mundos se sincronizaron al unísono, mostrando el momento exacto a millones de espectadores.
"¡Orexan!"
Con esa palabra, los vehículos estallaron hacia adelante, dejando estelas de luz a su paso mientras la pista desaparecía debajo de ellos. Kai se sentía en su elemento, pero sabía que cada curva, cada portal podría ser la diferencia entre la victoria y una derrota catastrófica. Esta primera etapa de la carrera cruzaría el **Planeta Ivernia**, una tierra congelada de montañas y valles abruptos, donde la velocidad no era suficiente: había que calcular cada movimiento con precisión mortal.
Los primeros giros eran trepidantes. Kai maniobraba hábilmente, sintiendo cómo el viento frío se colaba por las aberturas de su nave. El paisaje de Ivernia se desvanecía a su alrededor, reemplazado por destellos de azul helado y blanco que contrastaban con el brillo de su vehículo.
En la primera curva, Taro intentó adelantarlo, pero Kai se mantuvo firme. La vibración del motor era un canto a la velocidad, una melodía que lo instaba a seguir adelante. Sin embargo, sabía que Taro no era un competidor fácil de ignorar. En la siguiente sección, un portal se abriría justo frente a ellos, un fenómeno conocido que alteraba la trayectoria de todos los corredores.
Con un movimiento ágil, Kai se deslizó hacia el interior del portal, sintiendo una extraña mezcla de aceleración y desorientación. Los colores se distorsionaron a su alrededor, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. Al salir del otro lado, el mundo había cambiado. Las montañas eran ahora torres brillantes, y el cielo estaba plagado de nubes de cristal.
**"No puedo dejar que Taro me supere,"** pensó Kai, ajustando su estrategia. La carrera no solo era física; era un juego de mente y corazón. Sabía que cada corredor tenía sus propios secretos y habilidades, y en ese momento, debía confiar en lo que había aprendido.
Con determinación, Kai aceleró, el motor rugiendo como un trueno mientras la pista se extendía ante él. En los próximos minutos, atravesaría las montañas de cristal, desafiando la lógica y la física. Sabía que las decisiones que tomara en ese instante definirían no solo su posición en la carrera, sino también su futuro como piloto en un universo lleno de incertidumbres.
La emoción en el aire era palpable. Hologramas de los espectadores mostraban expresiones de asombro, algunos animando y otros conteniendo la respiración. Mientras la carrera avanzaba, Kai sintió cómo el rugido de los motores se fusionaba con su latido, cada instante empujándolo a superar sus propios límites.
La carrera de Orexan había comenzado, y Kai estaba listo para demostrar que el verdadero espíritu del desafío no solo se trataba de ganar, sino de perseguir el sueño con todo su ser.