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Florecer

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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: El Comienzo de Todo

El sonido de las campanas marcó el final de las clases en la Preparatoria Benito Juárez, y el pasillo principal se llenó de estudiantes listos para escapar hacia la libertad de la tarde. Entre el caos, Emiliano caminaba apresurado, con la mirada fija en el suelo, evitando los empujones y las miradas. Siempre prefería mantenerse al margen, pasar desapercibido. Llevaba su guitarra en la espalda, fiel compañera, aunque apenas la sacaba de su estuche en la escuela. Allí, ser diferente era sinónimo de problemas.

Pero ese día iba a ser distinto.

Justo al girar la esquina hacia los casilleros, un choque brusco lo sacó de su mundo. Un golpe en seco, la guitarra casi cae al suelo, y al levantar la vista, Emiliano se encontró con un chico que le sacaba media cabeza. Santiago, el capitán del equipo de fútbol, con su típico aire de superioridad, lo miraba con una mezcla de sorpresa y molestia. Los auriculares de Emiliano habían caído al suelo, pero antes de que pudiera recogerlos, Santiago ya había soltado una risotada.

— Fíjate por dónde caminas, ¿quieres? — espetó Santiago, sin molestarse en ocultar el tono de burla en su voz.

Emiliano sintió el calor subiéndole al rostro. No le gustaba llamar la atención, y mucho menos cuando estaba siendo objeto de una broma. Recogió sus auriculares con rapidez y trató de mantener la calma.

— Tú fuiste el que no vio por dónde iba — murmuró Emiliano, apenas audible.

Santiago lo miró con una ceja levantada, divertido. No estaba acostumbrado a que alguien como Emiliano le replicara.

— ¿Qué dijiste? — preguntó, dando un paso hacia él, desafiándolo.

— Nada, olvídalo — respondió Emiliano, intentando esquivar el conflicto. No valía la pena meterse en problemas por algo tan estúpido. Pero Santiago no parecía dispuesto a dejarlo pasar.

— Eso pensé — añadió Santiago, con una sonrisa arrogante antes de girarse para seguir su camino, acompañado por sus amigos, que también reían.

Emiliano sintió una mezcla de frustración y humillación. ¿Qué se creía ese tipo? El típico chico popular, que pensaba que el mundo giraba a su alrededor. Emiliano apretó los puños y, con un suspiro, se dirigió a su casillero, tratando de olvidar el incidente.

Las siguientes horas pasaron lentamente. Emiliano se dirigió a la biblioteca, su refugio habitual, para escapar del bullicio de la escuela. Sin embargo, su mente seguía reviviendo el encuentro con Santiago. No era la primera vez que cruzaban caminos, pero nunca habían tenido una interacción tan directa. Siempre había algo en Santiago que le molestaba, tal vez la facilidad con la que parecía moverse por el mundo, su seguridad, o tal vez, simplemente, su actitud prepotente.

Justo cuando Emiliano estaba a punto de perderse en su libro de teoría musical, el destino pareció reírse de él de nuevo.

— ¿Emiliano? — La voz del profesor Márquez lo sacó de su concentración.

— Necesito que ayudes a un compañero con su tarea de matemáticas. Él está teniendo algunos problemas, y tú eres uno de los mejores en la clase — explicó el profesor, señalando hacia la puerta.

Y ahí estaba. Santiago, con su mochila colgada al hombro, entrando en la biblioteca con su típica sonrisa desdeñosa.

— ¿Él? — preguntó Emiliano incrédulo, mirando al profesor. Esto no podía estar pasando.

— Exactamente. Santiago necesita ponerse al día con el temario, y sé que tú puedes ayudarlo. Ambos van a estar en este salón una hora después de clases — el profesor no dejó espacio para objeciones antes de retirarse.

Emiliano se quedó inmóvil por unos segundos, intentando procesar lo que acababa de suceder. ¿Tenía que ayudar a Santiago, el chico que acababa de burlarse de él hacía unas horas? El mismo que parecía no tener ni un ápice de respeto por los demás. Era absurdo.

Cuando Santiago llegó al escritorio donde Emiliano estaba sentado, soltó una carcajada.

— No puedo creer que te haya tocado a ti — dijo Santiago con un tono de burla—. Pero, bueno, supongo que no me queda de otra. Ayúdame rápido para que pueda irme.

Emiliano respiró hondo, tratando de no perder la calma. Se sentó frente a Santiago y comenzó a explicarle la primera ecuación. Santiago, con los brazos cruzados, no parecía muy interesado en aprender.

— Esto es una pérdida de tiempo — murmuró Santiago, mirando la hoja como si fuera lo más aburrido del mundo.

— Tal vez si te concentraras, no te resultaría tan difícil — replicó Emiliano, ya perdiendo la paciencia.

Santiago levantó la mirada, sorprendido por el tono de Emiliano.

— ¿Ah, sí? ¿Y tú qué sabes? No todos somos unos nerds que se la pasan encerrados en la biblioteca.

— Y no todos tenemos una bola de amigos que nos siguen como si fueras el rey del mundo — contraatacó Emiliano, ya harto de la actitud de Santiago.

El silencio que siguió fue incómodo, pero el ambiente estaba cargado de tensión. Ambos se miraron fijamente, ninguno dispuesto a ceder. Finalmente, Santiago resopló y se levantó.

— No necesito tu ayuda — dijo bruscamente, empujando la silla hacia atrás.

— Como quieras — respondió Emiliano, sin molestarse en detenerlo.

Santiago salió de la biblioteca, dejando a Emiliano con una mezcla de ira y frustración. Por alguna razón, ese chico lograba sacar lo peor de él en tan solo unos minutos. Pero lo que no sabía era que este encuentro, lleno de confrontación y roces, sería el comienzo de algo mucho más profundo, aunque ambos estuvieran lejos de darse cuenta.

Emiliano trató de seguir estudiando, pero su mente estaba lejos de las ecuaciones y fórmulas. Santiago. Ese nombre rondaba su cabeza como un eco molesto. No entendía por qué le había afectado tanto el encontronazo con él. Había lidiado con chicos arrogantes antes, pero Santiago era diferente. Quizás era la manera en que el resto del mundo parecía girar en torno a él, como si la vida siempre le diera lo que quería.

Emiliano cerró su libro y decidió que era mejor caminar un poco por la escuela para despejarse. Al salir de la biblioteca, el sol de la tarde comenzaba a ocultarse tras los edificios, tiñendo el cielo de tonos anaranjados. Caminó por los jardines, los árboles susurraban con el viento suave, y por un momento, pudo sentir paz. Pero, justo cuando pensaba que podría olvidar el incidente, el destino volvió a ponerle una trampa.

Cerca de las canchas de fútbol, el inconfundible sonido de una pelota siendo pateada lo hizo detenerse. No tenía intenciones de quedarse a ver, pero cuando giró la cabeza, ahí estaba Santiago, entrenando con el equipo. Emiliano intentó no mirarlo, pero era imposible no notar la facilidad con la que se movía en el campo, su confianza, su habilidad con el balón. Parecía tener el control absoluto de su entorno. ¿Por qué eso le irritaba tanto?

Emiliano se quedó mirando desde lejos, sin querer, atrapado en sus propios pensamientos. No se dio cuenta cuando Santiago, después de una jugada particularmente impresionante, lo vio de reojo. Sus miradas se cruzaron, y por un segundo, Santiago pareció confundido. Pero en lugar de apartar la vista, sonrió de manera provocadora, como si disfrutara de tener la atención de Emiliano.

— ¿Te quedaste a admirarme? — gritó desde la distancia, claramente para que sus compañeros lo escucharan.

Un par de risas se escaparon entre los jugadores. Emiliano sintió cómo la sangre le subía al rostro, pero esta vez no iba a quedarse callado.

— Sólo estoy viendo cómo alguien se pasa la vida fingiendo que es importante — respondió, alzando la voz lo suficiente para que Santiago lo escuchara.

Los jugadores cercanos se quedaron en silencio por un momento, sorprendidos por la respuesta. Nadie le hablaba así a Santiago, el capitán del equipo, el "chico de oro" de la prepa. Santiago frunció el ceño, claramente irritado. Se acercó hacia donde estaba Emiliano, cruzando el campo sin dejar de mirarlo.

— ¿Tienes algo que decirme, nerd? — preguntó Santiago, deteniéndose justo frente a Emiliano, lo suficientemente cerca como para intimidarlo.

Emiliano sintió una oleada de nervios, pero se mantuvo firme. No quería darle el gusto de verlo retroceder.

— Sólo digo lo que veo. — Su voz temblaba un poco, pero sus palabras fueron claras.

Santiago lo miró con una mezcla de sorpresa y enojo. Estaba acostumbrado a que la gente lo admirara o, al menos, lo respetara, pero este chico flaco con su guitarra al hombro parecía no tenerle miedo.

— Tú no me conoces — dijo Santiago con un tono más serio. Había algo en sus ojos que cambió por un segundo, como si detrás de esa arrogancia hubiera algo más, algo que no dejaba que los demás vieran.

— Ni quiero hacerlo — contestó Emiliano antes de girarse y alejarse, dejando a Santiago de pie, inmóvil, mirándolo con una mezcla de asombro y furia.

Esa noche, Emiliano no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Santiago, su expresión desafiante, sus palabras. Había algo en él que le molestaba profundamente, pero no era solo su actitud arrogante. No. Era la forma en que parecía estar luchando contra algo que no podía ver claramente. ¿Qué escondía Santiago detrás de esa fachada de chico perfecto?

Sin embargo, Emiliano se convenció a sí mismo de que no valía la pena gastar más pensamientos en alguien como él. Ya tenía suficientes problemas en su vida sin añadir más drama. Al día siguiente, se centraría en sus estudios y en su música, como siempre lo hacía. Pero en el fondo sabía que algo había cambiado. Ese encuentro había encendido una chispa, aunque todavía no sabía si esa chispa era de odio o algo más.

Mientras tanto, Santiago estaba en su habitación, tirado en la cama con el celular en la mano, revisando sus mensajes sin mucho interés. Pero, por alguna razón, su mente seguía regresando a Emiliano. ¿Por qué le había contestado de esa manera? Nadie solía atreverse a hablarle así. Pero más que enojo, sentía curiosidad. ¿Quién era ese chico que no le tenía miedo? ¿Por qué había algo en sus ojos que lo desafiaba de una forma diferente a los demás?

Santiago sacudió la cabeza, tratando de quitarse a Emiliano de la mente. No tenía tiempo para preocuparse por alguien como él. Tenía partidos, estudios y su reputación que mantener. Y, sin embargo, había algo en ese encuentro que lo inquietaba.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una notificación de mensaje. Era una invitación para una fiesta de uno de sus amigos del equipo. Santiago suspiró, preguntándose si realmente quería ir, pero al final decidió que necesitaba distraerse. Lo último que quería era seguir pensando en alguien como Emiliano.

Al día siguiente, la rutina continuó. Santiago y Emiliano se cruzaban en los pasillos, pero cada vez que sus miradas se encontraban, ambos parecían evitarse. Había una tensión palpable entre ellos, algo no dicho, una batalla silenciosa que ambos parecían estar librando internamente. Emiliano intentaba concentrarse en sus clases, en su música, pero la presencia de Santiago era como una sombra que no podía ignorar. Y Santiago, por su parte, intentaba seguir con su vida de siempre, pero el recuerdo de Emiliano, con su frialdad y su desprecio, seguía rondando su mente.

Ambos se odiaban, o al menos eso querían creer. Pero el destino, caprichoso como siempre, tenía otros planes para ellos.

El día siguiente en la prepa, el sol iluminaba las paredes de ladrillo viejo mientras los estudiantes se apresuraban por los pasillos. Era una mañana como cualquier otra, pero Emiliano no podía sacarse de la cabeza el encontronazo del día anterior con Santiago. Se repetía la escena una y otra vez, y aunque quería olvidarla, algo lo mantenía inquieto.

Cuando llegó a su salón, América, su mejor amiga, ya estaba sentada en su lugar de siempre. Con una sonrisa, lo saludó y le hizo una seña para que se sentara a su lado.

— Oye, ¿qué te pasa? — preguntó ella, con ese tono inquisitivo que siempre usaba cuando sabía que algo estaba mal. — Pareces más molesto que de costumbre.

Emiliano soltó un suspiro, resignado. Sabía que no podía esconderle nada a América, siempre tenía una forma de sacarle lo que pensaba.

— Es este tipo... — comenzó Emiliano, mientras sacaba sus cuadernos. — Santiago. Es el capitán del equipo de fútbol, y ya sabes, el típico chico perfecto que se cree mejor que todos.

América frunció el ceño.

— ¿Qué hizo? ¿Te molestó?

— No exactamente, pero... simplemente, su actitud me irrita. Se cree el centro del universo, y ayer tuvo el descaro de burlarse de mí frente a sus amigos. Como si fuera gracioso.

— ¿Y tú qué hiciste? — preguntó ella, claramente interesada en saber si su amigo había tomado alguna represalia.

— Le contesté, claro. No me iba a quedar callado — dijo Emiliano con algo de orgullo. — Pero no sé, me dejó con una sensación rara.

— Mmm... — América se quedó pensativa por un momento, y luego lo miró con una sonrisa juguetona. — Oye, ¿no será que en realidad te llamó la atención?

— ¡¿Qué?! — Emiliano casi se atraganta con su propia saliva. — No, claro que no. ¿Cómo se te ocurre?

— Relájate, era broma. — América se rió, pero sus ojos brillaban con malicia. — Pero es raro que te afecte tanto alguien que, en teoría, no te importa.

Emiliano estaba a punto de responderle, pero fue interrumpido por la llegada del profesor. Durante toda la clase, trató de concentrarse en los apuntes, pero las palabras de América resonaban en su mente. ¿Le afectaba tanto Santiago porque en el fondo... le importaba?

Eso no podía ser. Lo único que sentía hacia él era irritación, ¿verdad? Sacudió la cabeza, decidido a no darle más vueltas al asunto.

Por otro lado, Santiago se encontraba en el campo de fútbol, aunque su mente no estaba en el entrenamiento. Los gritos de sus compañeros y el eco del balón chocando contra el suelo eran apenas un murmullo en comparación con sus pensamientos. La escena de la tarde anterior seguía repitiéndose en su cabeza. ¿Cómo se atrevía ese tal Emiliano a hablarle así?

Santiago estaba acostumbrado a que la gente lo respetara, incluso lo admirara. Pero Emiliano no. Él había desafiado su autoridad frente a los demás y lo había dejado en ridículo. Y lo peor era que esa situación lo seguía incomodando.

— ¡Santiago! — La voz de su amigo y compañero de equipo, Luis, lo sacó de sus pensamientos. — Estás distraído, ¿todo bien?

Santiago sacudió la cabeza, tratando de dejar de pensar en Emiliano.

— Sí, claro, solo que... tengo la cabeza en otras cosas.

— ¿Es por la fiesta de esta noche? — preguntó Luis, con una sonrisa cómplice. — ¿O será por el chico ese que te respondió ayer? — añadió con tono burlón.

— ¿Qué? — Santiago se tensó al escuchar esa última parte. — No, claro que no. No es importante. Solo es un nerd que se cree mejor que los demás.

Luis rió y le dio una palmada en la espalda.

— Como digas. Pero parece que te afectó más de lo que quieres admitir.

Santiago frunció el ceño, pero decidió ignorar el comentario de su amigo. No tenía sentido seguir pensando en Emiliano. Lo mejor era enfocarse en el partido y en la fiesta que tenían esa noche.

La tarde avanzó, y la tensión entre Emiliano y Santiago parecía latente, como una cuerda a punto de romperse. Pero lo que ninguno de los dos sabía era que el destino los estaba empujando, poco a poco, hacia una situación inevitable.

Esa misma noche, Emiliano decidió salir a despejarse. No era de los que solían ir a fiestas, pero América lo convenció de acompañarla a una reunión que organizaban algunos chicos de la prepa. Le prometió que no sería una fiesta de "chicos populares", sino algo más tranquilo, con gente relajada. Emiliano, buscando distraerse, aceptó.

Cuando llegaron, el ambiente era justo como América había dicho: luces suaves, música tranquila, un pequeño grupo de amigos charlando en el jardín. Pero lo que Emiliano no esperaba era encontrar a Santiago allí, de pie junto a un grupo de chicos, riendo y bromeando como si fuera el centro de atención, una vez más.

— ¿En serio? — murmuró Emiliano, irritado. — ¿También aquí tiene que estar?

América lo miró y soltó una risita.

— Vaya, el universo no quiere que lo olvides.

— No es gracioso — respondió Emiliano, intentando evitar cruzarse con Santiago. Pero como si el destino lo desafiara, Santiago lo vio desde el otro lado del jardín. Sus miradas se encontraron por un segundo, y Emiliano sintió cómo el estómago se le revolvía. Pero esta vez, Santiago no sonrió con burla. En su lugar, frunció el ceño, como si tampoco estuviera contento de verlo allí.

Santiago decidió ignorarlo y siguió conversando con su grupo, pero Emiliano podía sentir la tensión en el aire. Todo su cuerpo estaba en alerta, como si en cualquier momento fuera a estallar algo entre ellos.

— Relájate — susurró América. — Disfruta de la fiesta y olvídate de ese idiota.

Emiliano asintió, pero una parte de él sabía que eso no sería tan fácil. Había algo en Santiago que lo irritaba, pero también algo que lo intrigaba, aunque no quería admitirlo. ¿Por qué no podía simplemente dejar de pensar en él?

Fin del Capítulo 1

Aquí, la tensión entre Emiliano y Santiago va en aumento, y ambos sienten que el otro representa una amenaza, aunque poco a poco las dinámicas cambiarán. En los próximos capítulos, sus encuentros serán más frecuentes, y los malentendidos iniciales darán paso a un vínculo más profundo.