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One Piece: El Escudo de los Sombrero de Paja

🇨🇱KhaUnique
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Synopsis

Chapter 1 - El Hombre sin dueño

Diálogo "Muestra"

Pensamiento "(Muestra)"

Capítulo 1: El hombre sin dueño

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El Mar Azul es el enorme cuerpo acuático que se extiende a través de todo el Mundo de One Piece.

El Mar Azul está separado en 5 grandes mares los cuales son separados por el Red Line y los Calm Belt.

Los 5 mares: North Blue, South Blue, East Blue, West Blue y Grand Line.

Entre los 5 mares el más peligroso y el que más tesoros se podía encontrar.

Riqueza, fama, poder... El hombre que lo consiguió todo en este mundo, el Rey de los Piratas Gold Roger. Las últimas palabras que dijo justo antes de morir, enviaron a mucha gente a los mares.

"¿Mis tesoros? Si los quieren, se los daré. Búsquenlos, los dejé todos en ese lugar."

Con estas palabras, Roger reveló la existencia del legendario tesoro conocido como One Piece, lo que inspiró a piratas de todo el mundo a zarpar en su búsqueda, con la esperanza de encontrarlo y convertirse en el próximo Rey de los Piratas.

Hace 22 años que ocurrió ese fantástico suceso y hasta el momento no existe nadie que haya podido alcanzar lo que el Rey de los Piratas dejo atrás.

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En el East Blue el mar más débil de los 5 una joven empezó su viaje para ser la Reina de los Piratas, pero por el momento ella no es la importante.

En una de las islas del East Blue estaba ocurriendo un asalto de unos piratas a una pequeña aldea.

"¡Saqueen todo lo que encuentren!" Grito un pirata haciendo que el resto los siguiera.

La gente del pueblo empezó a gritar mientras que no podía hacer nada.

"Por favor, esto es lo único que tengo" Suplicaba un hombre el cual sostenía una bolsa de Bellys.

"¡Silencio!" Le dio una patada en la cara haciendo que este se cayera.

Los piratas golpearon brutalmente a todos los hombres de la aldea, y luego los reunieron, amarrados y sangrando, frente a las mujeres y los niños, quienes se encontraban en el centro del pueblo, aterrados e indefensos.

"¿Son todos?" Pregunto el capitán de los piratas.

"Sí, Capitán" Dijo otro de los piratas el cual tenía amarrado a todas las mujeres.

"Muy bien. Maten a todos los hombres y metan a las mujeres y niños en jaulas. Los podremos vender por muy buen dinero" Dijo el Capitán.

"¡Espere por favor! ¡Le ruego que no mate a nadie! Si quiere puede hacer lo que quiera conmigo, pero por favor... no mate a nadie" Hablo una de las mujeres intentando que no mataran a nadie más.

"Qué noble sacrificio" Dijo para agarrar la cara de la mujer. "¡Muy bien bastardos! ¡Tienen a una perra para divertirse!"

"¡¡Sí!!" Gritaron los piratas felices por tener a alguien con quien divertirse.

"¡Ahora maten a los hombres!" Les ordeno a todos para que siguieran sus órdenes.

"¡Espere! ¡Dijo que no les haría nada!" Grito la mujer, pero el Capitán Pirata le dio una cachetada haciendo que cayera al suelo.

"Eres una perra estúpido. ¿Por qué simplemente debería detener lo que dije solo por eso? Lo único que hiciste fue ser la perra de nuestra tripulación" Le dijo con una sonrisa.

Los piratas comenzaron a quemar, dispuesto a matar a los hombres que encontraron, pero justo en ese momento uno de los piratas salió disparado el cual choco contra una casa.

El resto de la tripulación observo, atónitos, como ese pirata yacía empalado en el centro de su tórax por un lanza, muerto al instante.

Sus miradas se dirigieron hacia donde provino el ataque, y vieron a un hombre iba caminando hacia ellos. Tenía el cabello negro, un poco de barba, vistiendo una armadura y que portaba una espada en su mano derecha y en la mano izquierda un escudo.

"Es muy despreciable que un grupo de piratas ataque a personas incapaces de defenderse, pero que se puede pedir de unos piratas como ustedes" Hablo el hombre mientras se acercaba a ellos.

"¿Eres de la marina?" Pregunto el Capitán Pirata mientras que algunos de los piratas se preparaban.

"Para nada. Solo soy un hombre que pasa por el lugar el cual los acabara" Dijo preparándose con su espada.

"¡Mátenlo!" Les ordeno a los piratas los cuales fueron contra él.

Se abalanzó sobre los piratas que intentaron atacarlo. Al primero lo repelió con su escudo, arrebatándole la espada en el proceso, para luego asestarle un golpe con el mismo escudo que lo lanzó por los aires. Al segundo lo sorprendió con un codazo en la mandíbula, dejándolo inconsciente, y enseguida le propinó otro golpe con el escudo, alejándolo del grupo.

"¡¿Qué están esperando?! ¡Atáquenlos todos juntos!" Grito el Capitán Pirata un tanto asustado.

"Shugo no Totsugeki" Con el escudo frente a él, cargó contra los piratas que se abalanzaban en su dirección, lanzándolos por los aires sin que pudieran detener su avance.

En un momento se encontraba junto al cadáver que aún tenía la lanza clavada. Se la quitó de inmediato y, dándose media vuelta, la lanzó directamente hacia el Capitán Pirata, quien intentaba tomar un rehén. La lanza lo atravesó por los hombros, empalándolo contra una casa y acabando con su vida al instante.

"Ahora ustedes" Miro al resto de piratas los cuales lo miraban con terror. "Prepárense"

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El hombre derrotó a cada pirata sin ninguna dificultad, apilando sus cuerpos en un solo lugar. Algunos yacían muertos, mientras que otros solo estaban heridos. A los que aún respiraban, los ató firmemente, asegurándose de que no pudieran moverse ni intentar escapar.

Después ayudo a la gente a liberarse de las amarras impuestas por los piratas.

"Muchas gracias" Agradeció una de las secuestradas.

"No se preocupen. Ya está todo bien. Deberían comunicarse con la Marina para que obtengan la recompensa por estos piratas y que puedan reconstruir su aldea" Les dio consejo el hombre.

"Señor. Muchas gracias. Usted es un héroe" Dijo uno de los hombres.

"No soy un héroe. Solo soy un hombre que pasaba por aquí" Dijo el hombre para irse del pueblo.

Agarro una bolsa negra que traía y emprendió el rumbo de la Aldea dejándolos atrás.

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El hombre se fue caminando para poder llegar a la playa.

En cuanto llego vio al barco de la tripulación pirata el cual estaba en buen estado.

"No escucho a nadie en el barco. Pero puede que haya alguien" Se dijo a sí mismo el hombre.

Se subió al barco y empezó a investigarlo, buscando algo entre sus cubiertas.

Reviso cada habitación con cuidado, sin encontrar rastro de ningún pirata, lo que significaba que todos habían bajado para ir a la aldea. Sin embargo, no podía bajar la guardia, ya que aún podía quedar alguien por ahí.

El barco estaba impregnado de un fuerte olor a sudor, sangre y licor, lo que le dio una idea de como vivían esos piratas.

"¿Cómo podían vivir así?" Se dijo para seguir mirando por el barco.

Siguió investigando hasta llegar al almacén del barco, donde no encontró ni rastro de comida. Solo habían algunas botellas de licor vacías, lo que significaba que estaban necesitados de provisiones.

Paso bastante tiempo revisando cada rincón, sin hallar nada de interés, hasta que encontró una compuerta oculta en la habitación del capitán del barco. Al abrirla un hedor nauseabundo inundo su nariz.

Al momento de entrar lo que encontró lo dejo helado: el cuerpo de una mujer, encadenada con la cabeza gacha, aparentemente sin vida.

Se acercó lentamente, agachándose para examinar el cuerpo. Con cuidado, levanto la cabeza de la mujer donde pudo comprobar que la mujer no respiraba.

Con una expresión sombría, salió del barco y, al llegar al mástil, lo toco con firmeza. En cuestión de segundos, el mástil comenzó a arder, y las llamas se propagaron rápidamente, consumiendo el barco a un ritmo alarmante.

"No pude salvarte, pero por lo menos te puedo dar un final digno" Fue lo que dijo el hombre para alejarse mientras que el barco ardía.

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El hombre caminaba por el bosque recogiendo ramas secas para encender una fogata.

Una vez reunidas, creo una pequeña fogata que prendió rápidamente, sentándose junto a ella para calentarse. Observo las llamas mientras recuerdos lejanos empezaron a invadir su mente. Apretó su mano con fuerza ante todos los recuerdos.

Desvío la mirada del fuego para observar las estrellas, con el propósito de alejar esos recuerdos y quedar más tranquilo.

"Es una noche hermosa" Dijo respirando profundamente.

El humo y las chispas ascendían lentamente hacia el cielo, brindándole una vista serena y reconfortante para su descanso.

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