A la mañana siguiente, Mitsuki se despertó con el cuerpo adolorido por todas las batallas –de los días anteriores. A su lado, Reki, ya renovado y lleno de energía, estaba listo para salir en busca de comida.
—No hemos comido nada en dos días. ¿Cómo seguimos de pie? —preguntó Mitsuki mientras se estiraba.
—La adrenalina hace maravillas, supongo. Vamos a buscar algo —respondió Reki, sonriendo mientras salía del refugio.
Mientras buscaban algo comestible entre los arbustos, Reki encontró algunas bayas y un par de raíces comestibles. Prepararon algo rudimentario junto a la laguna, el hambre comenzando a hacerse notar.
De repente, un estruendo resonó en el aire. Un enorme Yurei, un pez gigante, emergió de la laguna, sus ojos vacíos reflejando una magia oscura. Su nivel de poder era similar, e incluso superior, al de Reki.
—¡Mitsuki, retrocede! —gritó Reki, mientras el pez lanzaba un chorro de agua que empapó a Mitsuki de pies a cabeza.
Mitsuki se rió al principio, sintiendo que el ataque no era tan peligroso. —¡Vamos, Reki! Exorcízalo rápido.
Reki se preparó para lanzar una bola de fuego, pero al impactar, la magia de agua del Yurei disipó el fuego sin problema. Ambos se quedaron en shock, mirando al pez gigante, con una escena cómica entre ellos.
—Esto no puede estar pasando... —murmuró Reki, mientras Mitsuki intentaba recordar cómo había despertado su magia en la pelea contra Yuto.
—Tengo que encontrar la forma de controlar mi magia —dijo Mitsuki, concentrándose. Recordó la euforia y el borde del desmayo que había sentido antes. Cerró los ojos y trató de expulsar magia de su cuerpo, pero solo logró sonrojarse y quedarse sin aire.
Reki, viendo que Mitsuki no estaba logrando nada, sintió un poco de decepción. —Mitsuki, creo que deberíamos huir...
En ese momento, el escudo de defensa que Reki había creado se deshizo, y de entre los árboles apareció un grupo de tres magos poderosos. Se plantaron firmemente ante el Yurei, sus miradas firmes y decididas.
Uno de ellos, un joven de cabello plateado y ojos azules, alzó su mano y conjuró una esfera de aire. —¡Viento Cortante! —gritó, y el viento se intensificó, cortando al Yurei de un solo golpe.
Los otros dos magos se acercaron. Una mujer de cabello largo y negro, con una mirada decidida, se presentó: —Soy Yuki Nakamura, del Clan del Viento. Mi magia permite controlar las corrientes de aire.
El tercer mago, un chico robusto con pelo marrón y una cicatriz en la mejilla, sonrió y dijo: —Yo soy Kael Amano, del Clan de Tierra. Mi poder se basa en manipular la tierra y crear muros protectores.
La mujer se cruzó de brazos y continuó: —Lo mejor es que se rindan, chicos. No están preparados para lo que viene. Si siguen insistiendo, la pasarán muy mal.
Mitsuki y Reki intercambiaron miradas, dándose cuenta de que, una vez más, se encontraban en una situación complicada.
Reki suspiró, sacudiendo la cabeza con exasperación. En un giro repentino, la escena cambió a una cómica persecución en el bosque. Mitsuki y Reki corrían a toda velocidad, esquivando ramas y raíces mientras los tres magos destruían todo a su paso, dejando un rastro de caos detrás de ellos.
—¡No puedo creer que esto esté pasando! —gritó Mitsuki, mientras una explosión de fuego estallaba a su lado.
—¡Céntrate! —respondió Reki, con una mueca. En un movimiento rápido, sacó un arma de su arsenal y se volvió para apuntar a los magos que se acercaban, lanzando disparos de fuego para proteger a Mitsuki.
En medio de la confusión, Mitsuki tropezó y cayó al suelo, su cara impactando con un suave golpe contra el barro.
—¡Mitsuki, levántate! —gritó Reki, mientras disparaba de nuevo. Pero algo extraño comenzó a sucederle a Mitsuki.
De repente, una voz suave y persistente comenzó a llamarlo desde el bosque, haciendo eco en su mente. Todos sus sentidos se confundieron, llevándolo de regreso a la intensa batalla con Yuto. La voz era hipnótica, casi familiar, pero también incómoda.
—¡Mitsuki, levántate! —reiteró Reki, su voz llena de urgencia. —¡No puedes quedarte ahí todo el día!
Sin embargo, Mitsuki no podía escuchar. La voz se hacía más fuerte, arrastrándolo hacia una oscuridad que no entendía. Justo entonces, un viento cortante, enviado por Yuki Nakamura, se dirigió a él, rompiendo la ilusión.
Las marcas negras en su cara comenzaron a aparecer de nuevo, y en ese instante, Mitsuki sintió una oleada de poder. Las sombras que le rodeaban comenzaron a moverse de forma descontrolada.
—¡Detente! —gritó Mitsuki, con una mezcla de frustración y confusión. —¡La voz es molesta!
Las sombras respondieron a su orden, pero de una manera caótica, girando y atacando a los magos. Reki, sorprendido, pudo ver cómo la magia de Mitsuki se desataba sin control.
—¡Eso no es lo que quise decir! —gritó Reki, tratando de guiar a su amigo.
Mientras tanto, las sombras se arremolinaban, creando un torbellino que envolvía a los magos que se acercaban, quienes retrocedieron, sorprendidos por la repentina explosión de poder.
—Parece que nuestro pequeño amigo ha despertado —dijo Kael, sorprendido, mientras sus compañeros intentaban mantenerse en pie.
—¡Mitsuki, controla eso! —gritó Reki, tratando de ayudarlo en medio del caos.
Las sombras comenzaron a arremolinarse, atacando a los magos y, de repente, también a Reki, quien apenas logró esquivar un par de ataques.
—¡Mitsuki, controla eso! —gritó Reki, mientras se cubría con los brazos, sorprendido por la repentina explosión de poder de su amigo.
Mitsuki luchaba por recuperar el control. La voz se hacía más fuerte, más insistente, hasta que comenzó a tomar forma ante sus ojos. Era la imagen de una chica de aspecto etéreo, con cabello blanco como la nieve y ojos que brillaban con una luz helada. La figura parecía flotar entre las sombras, envolviendo a Mitsuki en un aura de poder que lo dejaba atónito.
—No puedo... —murmuró Mitsuki, sintiendo cómo la voz se hacía cada vez más poderosa, dominando su mente. La atracción era abrumadora.
—¡Ríndete! —le dijo la voz, ahora clara y definida. —¡Sucumbe ante mi!
En un instante, Mitsuki sucumbió ante su propia magia. La chica tomó control total de su cuerpo, transformándolo. La Yuki-onna, un demonio de leyendas urbanas, había emergido y ahora infundía a Mitsuki con poder de hielo y tornando su cabello de un color Blanco.
Reki, aturdido por el golpe y el espectáculo, se levantó lentamente. Al ver la transformación de Mitsuki, sus ojos se abrieron de par en par. Recordaba las historias sobre la magia de sombras y cómo podía invocar Yureis de categoría demonio que alguna vez atemorizaron al mundo. Yuki-onna era una de esas leyendas, una entidad que se decía había tenido el poder de congelar corazones.
—¿Mitsuki? —preguntó Reki, asombrado. —¿Eres tú?
La Yuki-onna sonrió desde el interior de Mitsuki, pero había una frialdad en su expresión. Con un movimiento elegante, levantó la mano y un torrente de hielo se formó en su palma, brillando con una luz azulada.
—No te preocupes, humano —dijo la Yuki-onna con una voz suave y resonante. —Ahora tengo el control. Déjame encargarme de ellos.
Con un gesto de su mano, un manto de hielo se extendió por el suelo, atrapando a los magos en un abrazo gélido. Reki, aunque aún sorprendido, comprendió que la situación había cambiado drásticamente. Mitsuki, ahora bajo el poder de la Yuki-onna, podría ser la clave para salir de este lío.
—Esto es... increíble —murmuró Reki, mientras se levantaba, preparando su arsenal para complementar la magia de hielo de su amigo.
La escena se tornó en un juego de estrategia, mientras Mitsuki y la Yuki-onna se preparaban para enfrentar a sus perseguidores.
Fin del capítulo 4