"Las personas nostálgicas no conocemos lo efímero; todo lo que nos toca el corazón permanece."
Stereo Love - Edward Maya.
Desde el cuarto en donde me encuentro se aprecia la buena combinación de música fuera de este. Después de buscar por largos minutos un baño que no estuviese invadido por adolescentes ebrios al fin encontré uno en el segundo piso de esta gran casa, para mí buena o mala suerte estaba dentro de una habitación. Al salir me percaté que esta estaba muy bien acomodada sin rastros de que alguien hubiese estado aquí antes haciéndome sentir tranquila pero era claro que tenía que salir de aquí antes de que alguien más entrara y malinterpretara todo. Era una celebración o algo me había comentado Viana, mi mejor amiga y el motivo por el que me encontraba aquí. Sé que mis manos y salí dejando todo en su lugar antes de que me acusaran por invadir propiedades privadas.
El pasillo era solitario, increíble ya que abajo había un caos por dicho acontecimiento. Me asomé un poco por las escaleras y al confirmar que nadie más subiría, volví a aquel pasillo el cual llamó mi atención desde que puse mi pie en el conforme me adentraba más menor era el ruido; pinturas yacían en las paredes, no era algo como lo que solía pintar Claude Monet o Diego Velázquez sino algo más como Pablo Picasso y, me atrevería a decir que Gustav Klimt.
Hace poco había terminado la universidad y recibí mi título de Arqueóloga aunque también vi varios temas de Arsología y por eso mi conocimiento ante tales artistas y quien tuviese estas réplicas en casa habría de ser un buen conocedor de historia o simplemente tenía muy buen gusto.
—¿Estás pérdida?
Una voz masculina me hizo sobresaltar. Al girarme noté que era alto y muy apuesto; desde lejos podía apreciar sus ojos Hazel y su cabello despeinado a causa de la gorra que intuí se había quitado ya que pues la llevaba en una de sus manos. Volví mi vista a su rostro y simplemente me miraba con curiosidad, le sonreí y al escuchar el tono que usó en sus palabras mi rostro fue de seriedad total.
—Si estás alcoholizada, aquí no hay nada. La fiesta es abajo.
Podría haberle contestado pero por una extraña razón, mi subconsciente estaba traicionándome al no permitirme defenderme. Noté como corregía su postura y agradecí haber sacado mis narices de aquella habitación. Al pasar por su lado comprobé que si era muy alto ya que aunque yo llevase tacones apenas alcanzaba la mitad de su pecho. No parecía el típico chico que desbordaba dinero pero, tampoco un invasor de propiedades como yo. Comencé a sospechar que por el tono que utilizo conmigo y su forma tan… hiriente de juzgar, podría ser dueño de esta casa, aunque no me quedaría a preguntarle.
Eche un último vistazo y el sujeto se metió a la misma habitación de la que yo había salido. Terminé por volver a la fiesta y decidí buscar a Viana que a comparación de esta enorme casa nosotras vivíamos en un departamento más cercano a la ciudad, en donde nuestros vecinos eran ya personas pensionadas, lo que volvía el vecindario más tranquilo, y es que le rentábamos el departamento a su abuela así que era más fácil buscarla tomando el té en alguno de los edificios que en este… palacio.
—Aleyah, ¿en dónde estabas? Creí que te habías ido a casa. —apareció la linda rubia mirándome con esa enorme sonrisa.
—¿Porqué haría algo así?
Si las veces que me había escapado eran contadas, como cinco o seis veces.
—Qué graciosa. Ve por algo de beber a la cocina, iré al baño y vuelvo enseguida. Todos están en la piscina con Javi.
La verdad era que yo no bebía alcohol, ni fumaba apenas podía soportar el olor de esas dos sustancias. Quizá lo hice en la preparatoria pero no lo recordaba muy bien. Vi por última vez esa cabellera rubia desapareciendo entre las personas y fui directo a la cocina.
—Disculpen tortolitos —me hice espacio entre una pareja que estorbaba en mi camino.
La realidad era que todo era un desastre y me dolía ver que siendo un lugar tan elegante terminara siendo todo un desorden. La tarea de buscar bebidas era fácil, estaba repleto de ellas lo que me era difícil era buscar algo de beber para mi, ya fuese alguna soda y algo sin alcohol, aunque dándome cuenta de la hora no era muy probable encontrar algo.
Abrí la heladera pero mi búsqueda implacable estaba fracasando, parecía que el destino quería que Aleyah se embriagara.
—No solo tu pasatiempo favorito es invadir habitaciones, sino también heladeras.
Esa voz hizo que me golpeara en la cabeza. Cerré mis ojos mientras me frotaba el golpe y le miré.
—Solo buscaba algo de beber.
Contesté y odié como mi voz se escuchó, como si el castaño me intimidara, cuando no era así ¿o sí?
—Buscas ahí dentro, cuando afuera hay un mundo de bebidas. —estúpido tono. Cerré la heladera y noté que había cambiado su sudadera por una playera blanca dejándome ver que sus hombros en realidad si eran anchos y su cintura estrecha, podría practicar un deporte con ese físico.
Concéntrate, no es momento de elogiar, nos llamó alcohólicas hace momentos atrás y ahora nos trata de estúpidas.
Gracias conciencia. Su tono era burlesco, no conseguí algo de beber pero sí un enemigo.
—No bebo alcohol.
—Vienes a una fiesta y no bebes alcohol —comenzaba a odiar esa sonrisa que ponía. Alce las cejas sin importancia. —Las latas grises de ahí dentro.
Ahora me daba órdenes. Lo miré extrañada y se acercó a mí, al sentirlo tan cerca me hice a un lado para que abriera la heladera y comenzara a buscar.
—Puedes tomar una si quieres, no contienen alcohol.
Y ahora era amable. Tenía un olor muy hipnotizante, como si su belleza y el oler bien compensarán lo mala que era su personalidad.
—Son mías. Las bebo después de las competencias, ya que tengo prohibido el alcohol.
—¿No sería mejor simplemente no tomarlo?
En realidad no me importaba lo que había dicho. Quería irme de aquí, comenzaba a molestarme su sola presencia. Se había comportado como un idiota y ahora era el héroe, tenía que ser una buena broma. Volvió a sonreír y sentí como mis mejillas se ponían rojas, aunque me doliera admitirlo era muy tierno cuando sonreía ya que sus ojos se hacían pequeños.
Me llevé rápido la cerveza a la boca y ese sabor ácido me hizo hacer una mueca muy graciosa a mi parecer y al del castaño ya que comenzó a reírse.
—Ya volví. Había una chica peleando con su novio y como pude los saque del baño… oh, hola Dax.
Viana había llegado al rescate, aunque para mí sospresa ambos se conocían.
—Hola Vi.
—Linda celebración, ¿Tienes todo? ¿Estás tomando alcohol? —ahora la atención iba hacia mí y negué enseñándole la lata para que leyera.
—He encontrado tu sudadera, está en la habitación de Elliot.
—Puede enviarla por paquetería.
Comencé a caminar por la gran cocina mientras ese par hacía crecer más la tensión. Pero, no podía no sentirme nerviosa ante las miraditas de Dax ¿Qué era un juego para ver quién soportaba más?
—¿Dónde me dijiste que la habías comprado? Ese modelo no lo había visto.
Mire a Viana arqueando mi ceja al caer en cuenta, ella no solía usar sudaderas ya que preferiría usar alguna gabardina o suéters corte Chanel. Mi atención se centró en ella y noté que casi golpeaba a Dax mientras él sonreía.
Comencé a caer en cuenta del plan siniestro, hace meses había dado por perdida una de mis sudaderas favoritas.
—¿Una sudadera? —la miré acusadoramente.
—Si, mía.
—¿Tuya? —mi piel se erizo al ver el gesto que hizo Dax al morderse el labio inferior conteniendo una sonrisa.
—Bueno, no mía, mía… ¿Tuya?
Entrecerré mis ojos mirándola mientras sus mejillas se ponían el doble de rojas. Parecía ser que el castaño disfrutaba del espectáculo pero la realidad era que no me molestaba, estaba aliviada ya que creí que jamás volvería a verle.
—Creo que iré por ella en este momento.
—Creo que sería buena idea —contesté aún acusándola de tal traición.
—Hacía frío, estabas dormida. Era urgente, si te la pedía prestada me dirías que no.
—Sabes que es mi favorita.
—Sé que tengo que ir por ella, ahora.
Y nuevamente se fue dejándome a solas con el soplón. Le miré sin muchos ánimos y levantó sus hombros inocentemente.
—La ilustración que tiene en la espalda sobre la persistencia de Salvador Dalí, es muy buena. ¿De tu novio o porqué tan importante?
Fruncí el ceño, sabía que se refería a la sudadera. Lo que me había sorprendido es que estaba frente al dueño de aquellas réplicas en el pasillo.
—No tengo novio.
—Bien, pequeña pesada invasora…
—¿Cómo me has llamado?
—Ladrona de bebidas —decía pensativo como si ganara un premio por ponerme tales apodos. Al no tener otro, estiró su mano —Un placer, ni siquiera nos presentaron. Soy Daston Castiel, todos me dicen Dax pero tú puedes llamarme como gustes.
Sonrío victorioso y caí en cuenta de su juego aunque, admiraba la forma en la que sabía sacarle información personal a las personas de la forma más natural posible.
—Ayelah Rose —acepté su mano aún con indignación y esta era enorme a comparación de la mía. Al sentirme nerviosa, gire mi vista y a lo lejos vi a Javi en la piscina.
—Fue un gusto conocerte, Daston.
—¿Te vas tan pronto? No venías con…
—Tengo una piscina la cual invadir —le sonreí y él asintió sin ganas.
—El gusto fue mío, Leyah.
—Aleyah, para ti.
Lo apunté con mi dedo para después darme la vuelta. Al estar a unos metros, eche una ojeada hacia atrás y solté un quejido al ver que había estado siguiéndome e iba demasiado cerca de mi.
—Ay por dios, creí que tú…
Espacio personal, espacio personal por dios.
Me alejé unos pasos de él y le miré nerviosa.
—¿Qué te dejaría sola?
—Eh… ¿sí?
—Solo si me lo pides.
Alce mis cejas, pero de mi boca no salió ninguna palabra o expresión en mi rostro. Terminé por aceptar su compañía y comenzamos a hacernos espacio entre la gente hasta llegar con los demás.