Mi discusión con Yonas duró un poco más de lo que hubiera querido, pero no estoy dispuesto a seguir pensando en ello. Necesito despejar mi mente. Me coloco el casco y aparezco en el territorio neutral. Esta llanura me brinda más tranquilidad que mi propia casa.
Esta vez no estoy preocupado por las hormigas ni por ningún otro peligro. Tampoco le avisé a Isabel que entraría al juego, a pesar de que habíamos acordado que entraríamos juntos. Simplemente necesitaba estar solo. Comienzo a caminar sin rumbo, dejando que mis pensamientos se pierdan con cada paso. El cielo empieza a oscurecerse.
De repente, un estruendo rompe la quietud del lugar. A lo lejos, escucho gritos de dolor que pronto se convierten en gemidos. Mi curiosidad se enciende. Me acerco lentamente hacia el origen de esos sonidos. A unos cien metros, distingo cinco chozas que forman un círculo alrededor de una pequeña fogata.
Alrededor de ellas, pequeños hombrecitos verdes con orejas puntiagudas yacen esparcidos por el suelo. Son goblins, y todos están vomitando un líquido azul mezclado con trozos de carne. La escena es desconcertante. Miro a mi alrededor en busca de alguna señal de lo que pudo haber causado esto, pero no veo a nadie.
Sin pensarlo demasiado, mis piernas comienzan a moverse por sí solas. Empiezo con pequeños pasos que se convierten en una carrera desenfrenada hacia los goblins moribundos. Recuerdo haber leído algo interesante mientras investigaba en internet: en los inicios del juego, se necesitaba un mínimo de diez jugadores para derrotar a un goblin. En otras palabras, esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar.
No sé por qué están en ese estado, pero ahora mismo eso no es importante. Si logro derrotarlos, podría obtener una gran cantidad de experiencia y quizás algún objeto valioso. Cubro mi cuerpo con magia protectora y me lanzo hacia el primer goblin que veo. Le doy una patada con todas mis fuerzas, pero su pequeño cuerpo se siente como si estuviera hecho de acero. Sigo atacándolo, pero mis esfuerzos no surten efecto.
Frustrado, miro a mi alrededor en busca de un arma. Es bien conocido que los goblins no atacan con las manos desnudas. Encuentro espadas, mazos, arcos y hasta dagas. Sin dudarlo, tomo dos pequeñas dagas que parecen manejables. Me acerco de nuevo al goblin y, aprovechando que está debilitado, salto sobre su cuerpo.
Tomo una respiración profunda, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Levanto ambas manos, sosteniendo las dagas con firmeza. Mis manos tiemblan ligeramente, pero no puedo permitirme dudar ahora. Clavo las dagas en el rostro del goblin con todas mis fuerzas. Un chillido agudo escapa de su boca, seguido de un espasmo que recorre todo su cuerpo.
La criatura deja de moverse. Un mensaje aparece frente a mí: "Has derrotado a un goblin..." .Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Sin embargo, no hay tiempo para celebrar.
Me preparo para el siguiente enfrentamiento. Uno de ellos se levanta tambaleándose y lanza un medio grito. Lo primero que salió de su boca fue sonido, pero acto seguido el liquido azul se desbordó de su garganta.
Sus ojos están llenos de odio y todo, pero..."¡Que grandes!" sus pechos están al descubierto, además, son enormes. Agregando su color verde parecen sandías en crecimiento. Esta es una goblin hembra.
Corrí hacia ella antes de que pueda reaccionar y dejándome llevar por el calor del momento le lanzo una de las dagas, pero ¿Cómo explicarlo? ¿mi daga es una daga depravada? ¡Con lo puro e inocente que soy!
Pensé que ni siquiera la empuñadura haría contacto con su cuerpo, pero para mi sorpresa, se acaba de clavar ahí.