El amanecer en la Academia de Dragones de Eryndor traía consigo un aire de
anticipación palpable. El cielo, teñido de tonalidades naranjas y púrpuras, era
testigo de los cientos de dragones que sobrevolaban el recinto con majestuosa
elegancia. Sus enormes siluetas se recortaban contra las nubes, observando
desde las alturas a los aspirantes que se reunían en el amplio campo de
entrenamiento. La prueba de iniciación estaba a punto de comenzar.
Liora se encontraba entre ellos, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba a su
alrededor. Había pasado toda la noche repasando lo que sabía de su magia de
fuego, intentando calmar las llamas internas que se agitaban ansiosas por
desatarse. Frente a ella, otros jóvenes esperaban también con nerviosismo,
algunos recitando encantamientos en voz baja, otros observando a los dragones
con ojos llenos de admiración y temor. Todos compartían el mismo deseo: ser
elegidos por una de esas magníficas criaturas y convertirse en jinete de
dragón.
Un vínculo con un dragón no era solo un símbolo de poder, sino el máximo honor que un habitante de Eryndor podía aspirar a conseguir. Para muchos, era la cúspide de
toda una vida de sacrificios y entrenamiento. Y ese día, la primera prueba
determinaría quiénes estaban un paso más cerca de ese objetivo.
El campo de entrenamiento estaba rodeado por columnas de piedra volcánica que, según las leyendas, habían sido forjadas en el fuego de los primeros dragones que
habitaron la región. A lo largo de los años, estas piedras habían sido testigos
de incontables pruebas, victorias y fracasos. Las antorchas encendidas a lo
largo del perímetro proyectaban sombras que danzaban sobre las murallas,
creando un ambiente tenso y solemne.
Un estruendo resonó cuando uno de los maestros de la academia, un hombre alto y
severo llamado Malik, levantó la mano, silenciando al grupo. Su voz retumbó
sobre el campo.
—Hoy demostrarán su control sobre la magia elemental —anunció con tono grave—. Aquellos que no puedan dominar su poder, no solo se pondrán a sí mismos en peligro, sino
también a los que los rodean. Recuerden, los dragones no buscan solo fuerza. Buscan equilibrio y control.
Liora sintió que sus palabras se clavaban profundamente en su corazón. Sabía que
poseía una gran fuerza, pero el control... eso siempre había sido un problema
para ella. Desde niña, las llamas habían sido tanto una bendición como una
maldición, un poder descomunal que parecía responder más a sus emociones que a
su voluntad consciente. Sin embargo, había pasado años entrenando, luchando por
domar ese fuego salvaje que ardía en su interior.
—Cada uno será llamado por su nombre —continuó Malik, señalando una lista—. Cuando sea su turno, mostrarán lo que pueden hacer. No se trata de demostrar solo fuerza, sino control. Recuerden eso.
El primer nombre fue llamado, y uno de los estudiantes avanzó hacia el centro del campo. Los aspirantes lo observaron con atención mientras invocaba la magia de la
tierra, levantando una serie de pilares de roca sólida con movimientos elegantes. El maestro asintió con aprobación y el joven volvió a su lugar con una mirada de satisfacción.
Uno a uno, los estudiantes fueron mostrando sus habilidades: desde corrientes de viento
que barrían el suelo hasta fuentes de agua que se elevaban con gracia en el
aire. Los dragones, desde su posición elevada, observaban con ojos atentos,
evaluando a los jóvenes que algún día podrían convertirse en sus compañeros.
Finalmente, llegó el turno de Liora. Respiró profundamente, intentando calmar la creciente tensión en su pecho. Sabía que este era su momento. Si fallaba ahora, si no
lograba demostrar que podía controlar las llamas dentro de ella, su sueño de
convertirse en jinete de dragón podría desvanecerse en un instante.
Con pasos firmes, avanzó hacia el centro del campo. Los otros aspirantes la observaban en silencio, y entre ellos, Liora pudo sentir la mirada penetrante de Khael Renvier. Su porte arrogante y su fría expresión la hicieron tensarse. Sabía que él esperaba verla fallar, pero ella no iba a darle ese placer.
Cerró los ojos por un momento, concentrándose. El calor comenzó a acumularse en su pecho, y lentamente extendió las manos hacia adelante. Las llamas respondieron de inmediato, como un río que ha estado contenido durante demasiado tiempo. En cuestión de segundos, una columna de fuego emergió de sus manos, extendiéndose
hacia el cielo con una fuerza impresionante.
El campo entero se iluminó con el resplandor de las llamas. Liora sintió la adrenalina
recorrer su cuerpo. El poder que fluía a través de ella era intoxicante, y por un instante, se dejó llevar por la sensación de control total. Las llamas eran suyas, obedecían su voluntad. Los otros aspirantes observaban boquiabiertos mientras el cielo se teñía de rojo por la intensidad de su magia.
Pero entonces, algo cambió. El fuego, que hasta ese momento había estado bajo su
control, comenzó a crecer desmesuradamente. Liora intentó contenerlo, pero fue como intentar atrapar el viento con las manos. Las llamas se expandieron,
devorando el aire y extendiéndose por el campo. La hierba seca comenzó a arder,
y el calor se volvió sofocante. El miedo se apoderó de ella. Sabía que estaba
perdiendo el control.
Justo cuando el fuego amenazaba con salirse completamente de control, una fría ráfaga
de aire recorrió el campo. Khael había intervenido. Con un movimiento elegante,
invocó una ola de hielo que se extendió por el suelo, cubriendo las llamas con una precisión asombrosa. En cuestión de segundos, el fuego se extinguió, dejando tras de sí una capa de escarcha que crujía bajo el peso del aire helado.
Khael se volvió hacia Liora, su expresión fría y calculadora. Había salvado el campo del
desastre, pero su mirada no tenía nada de compasiva. Sus ojos grises brillaban
con una mezcla de desprecio y arrogancia mientras se acercaba a ella.
—Si lo único que puedes hacer es perder el control y casi quemarlo todo —dijo con una
voz suave pero llena de veneno—, tal vez deberías reconsiderar tu lugar aquí.
Los dragones no buscan fuerza bruta sin control, buscan maestría y a una
persona que si tenga control sobre su magia y no sea tan incompetentes . Y
hasta ahora, lo único que has demostrado es que eres un peligro para ti misma y
para los demás.
Cada palabra fue como un golpe directo al orgullo de Liora. Quiso responder, pero
las palabras se atascaron en su garganta. El fuego que había sentido momentos antes se extinguió en su interior, reemplazado por una profunda sensación de humillación.
Los otros aspirantes observaban en silencio, sin atreverse a intervenir. Khael, satisfecho con su intervención, le dirigió una última mirada despectiva antes de girarse y alejarse, dejando a Liora sola en el centro del campo.
En ese instante, Liora supo que había comenzado algo más que una simple rivalidad. Khael la había subestimado, la había humillado frente a todos, y no iba a
permitir que eso quedara así. A partir de ese día, Liora juró que demostraría que él estaba equivocado, que no era solo una amenaza descontrolada, sino una fuerza con la que habría que contar.