-Vagabunda
En algún lugar de Londres. En alguna época de la era moderna humana. En algún barrio abandonado por la sociedad inglesa. En alguna calle desolada. En algún callejón perdido en el tiempo.
Una niña camina sin rumbo.
Una niña tiene la mirada perdida y muerta.
Una niña carga con un gran costal maloliente y manchado de un rojo opaco.
Una niña deambulando con el estómago vacío.
Una niña con la mente vacía.
Una niña con el corazón sumido en la miseria.
Una niña con el alma manchada.
"Dios… ¿Qué pretendes con todo esto…? ¿Merezco vivir?"
La niña observa el cielo nublado en busca de algo que no puede ser encontrado. Sumida en un pensamiento tan profundo que parece en trance donde solo corre por su mente "¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?" Una constante abrumadora para su ser que nunca se detiene y la atormenta cada momento que puede respirar.
La niña continua su camino sin rumbo sin comer ni tomar trago de una gota de agua en un largo tiempo.
-Punto de inflexión
La niña del costal rojo divaga con la mirada perdida en un horrible barrio de Londres.
Un enfermo mental la asalta. La golpea. La insulta diciendo que lo peor que pudo haber conocido la sociedad son los infantes y más si son mujeres.
El hombre trata de hacerle algo horrible a la niña.
"¡Suéltame! ¡¿Por qué mierda me está pasando?! ¡¿Por qué?!"
La niña lo golpea sin parar, pero es inútil.
El hombre trata de forzarla a algo asqueroso.
Sin embargo, la niña alcanza un cristal y apuñala sin cesar el cuello del enfermo gritando y maldiciéndolo desesperadamente.
La niña no paraba de cortarle el cuello una y otra vez. Sin parar. Sin pestañear. Con lágrimas entre los ojos. Con una mirada llena de odio, miedo e ira. Gritando sin parar descargando todo lo acumulado en su corazón y mente.
"¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! ¡Muérete! ¡Muérete! ¡Muérete! ¡Muere! ¡Bastardo! ¡Infeliz! ¡Acosador! ¡Degenerado! ¡Imbécil! ¡Pedazo de mierda! ¡Asqueroso! ¡Púdrete en el infierno!"
Unos policías ven la escena y apartan por la fuerza a la niña que no paraba de insultar ni apuñalar el cadáver del enfermo. La niña trata de cortar a los uniformados.
Totalmente cegada por la ira les grita "¡No hice nada malo! ¡¿Qué quieren de mí?!".
Los uniformados tratan de calmarla y quitarle el cristal, pero logra apuñalar en el abdomen a uno de ellos. Uno de los compañeros desenfunda el arma y le dispara en un hombro a la niña.
La niña trata de golpear al hombre que le disparó, pero la noquean de un golpe en el rostro.
"¡Llamen a una ambulancia! ¡Rápido!"
"¿Qué hacemos con ellos?"
"Tira el cuerpo del degenerado y el costal por el puerto. Deja a la pequeña. Estará bien por su cuenta"
-Lluvia
Gotas de agua caen del cielo.
Un cuerpo pequeño y lastimado es bañado por el agua bendita del cielo.
Frío. Refrescante. Un poco liberador.
El cuerpo logra recuperar un poco el conocimiento.
No piensa nada. No hace nada. Solo observa a la pared que tiene en frente por un largo rato.
Ve pasar a la gente. Ve pasar a los animales citadinos.
Sus ojos han perdido toda luz.
Pasan los segundos, los minutos y un par de horas. La niña no deja de ver la misma pared.
Con sus pocas fuerzas, entre lágrimas y una voz quebrada, susurra: "Alguien… Ayúdeme… Por favor"
-Ojos muertos
Ojos muertos caminan por las calles de un barrio olvidado en Londres.
Ojos muertos observan el mundo en monocromático.
Ojos muertos sin luz.
Ojos muertos sin esperanza.
Los ojos contemplan las vidas ajenas. Gente sonriendo. Gente sufriendo. Gente comiendo. Gente mendigando. Gente muriendo. Gente fumando. Gente peleando.
Ojos muertos y jóvenes que empiezan a aprender del mundo que le rodea.
Aprenden a robar, a correr, a esconderse y pasar desapercibido.
Los ojos tratan de sobrevivir como pueden y a toda costa.
La mente de los ojos ya no piensa en el futuro, en el pasado ni en el presente. Solo piensa en mantenerse con vida pese que su corazón le diga que ya no tiene sentido seguir caminando en la incertidumbre.
Un barrio lúgubre. Personas lúgubres. Ojos muertos. Ojos lúgubres. Un mundo lúgubre.
Todo es oscuro y frío.
Una vida sin comida, sin comodidades básicas ni amigos. Una vida sin nada ni nadie.
Sola. Completamente sola en la jungla urbana.
-Una noche para despedirse
Una noche como cualquier otra donde la niña de los ojos muertos se refugia en una caja de cartón como de costumbre.
De entre la multitud que va pasando, nota que a alguien se le cae algo y no regresa por ella.
La niña de los ojos muertos toma la bolsa y ve que tiene un revolver.
Lo observa, lo contempla sin pestañear. Revisa la ruleta: seis balas. Baja el martillo y pone el cañón en la sien. Respira hondo sin pensar en nada ni nadie. Mira el suelo mojado por la lluvia imparable.
Su cuerpo tiembla.
Una extraña sonrisa posa sobre su rostro.
"A nadie le va a importar si una niña muere en este momento. A nadie le importa lo que me pase. A nadie le importa que esté aquí apuntándome en la cabeza. A nadie le importa lo que yo haga o deje de hacer. A nadie le importa si aprieto el gatillo y doy fin a esta pesadilla de la cual soy presa. A nadie le importo. No me importa si muero ahora mismo. ¡No me importa nada! ¡No tengo nada! ¡Me lo quitaron todo! ¡¿Por qué sigo hablando?! ¡Aprieta el maldito gatillo, Ana! ¡Démosle fin a tanta mierda de vida! ¡Hazlo de una maldita vez! ¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Hazlo…! ¿Hazlo…? ¿Por qué debería hacer algo tan horrible…? ¿Por qué siquiera he considerado esto? ¿Por qué estoy temblando tanto y llorando sin parar? ¿Por qué…?"
La niña vacía las seis cámaras abriendo la ruleta y dejando caer las balas por una alcantarilla cercana y estrella el arma contra una pared varias veces hasta dañarle el cañón.
"No puedo… Simplemente no puedo"
-Latido
Una niña cubre su cuerpo con una manta desgastada.
Una niña encapuchada camina sin rumbo como de costumbre.
La niña escucha varios golpes a lo lejos. Sin embargo, es un sonido diferente. Son golpes muy escandalosos. Como si no golpearan alguien, sino a algo. Como una bolsa gigante o algo muy pesado y resistente, tal vez.
La niña siente curiosidad por tal ruido que le es inusual y lo persigue dando vueltas por las calles del oscuro barrio. Es la primera vez desde aquella noche en que ella siente curiosidad por algo.
"¿Dónde será? Sé que estoy cerca…"
La niña encuentra un gimnasio de boxeo. Se asoma por la entrada y ve a la gente practicando arduamente con los sacos, entrenadores y haciendo sparring en un cuadrilátero.
Los ojos muertos de la niña ganan un poco de luz.
"¿Qué es esta sensación que molesta a mi pecho? Es una sensación cálida que no sentía hace mucho tiempo. Siento que el corazón me va a explotar. Creo que tengo las mejillas algo coloradas y no puedo dejar de mirar los movimientos de esas personas. El sonido de los golpes me estremece y me hace sentir cierta emoción. ¿Qué es esto? ¿Qué rayos estoy sintiendo en este mismo momento? Quiero entrar. Quiero entrar y hacer esos mismos movimientos" piensa la niña mientras estruja su pecho con fuerza. Como si estuviera evitando que su corazón se le escapara.
"Aunque, seguramente, necesito dinero. Solo tengo mi vida y esta manta que me encontré hace unas semanas. Es simplemente imposible…" piensa la niña mientras da media vuelta y se marcha.
-Un encuentro desgraciado
Esa misma noche, dispuesta a dormir en su caja de preferencia, una persona patea su hogar mientras le grita "¡¿Dónde está?! ¡Maldita niña vagabunda!".
Un hombre de traje caro jala del pelo a la niña mientras la golpea y gritándole que dónde la había escondido.
La niña no entiende al hombre.
Cansada de los golpes, saca un cuchillo y apuñala una de las piernas del hombre.
"¡¿Qué mierda te hice, imbécil?! ¡No tengo nada tuyo! ¡Déjame en paz!".
La niña le tira unas heces al hombre y hecha corre con todas sus fuerzas hacia el gimnasio de boxeo.
"¡Perra hijueputa! ¡Dame esa mondá es lo que es! ¡Voy a balacear a esa malparida!" comenta, a su compañero, el hombre de traje caro.
Balas corren por el aire. Balas impactan en las piernas de una niña que corre por su vida.
Desesperada por el dolor, cojea como puede.
Otro disparo. La niña queda en el suelo arrastrándose y suplicando por ayuda.
El hombre le patea el rostro.
"Mira, niña marica. En el mundo que vivimos cada acto tiene sus consecuencias. Aquella tarde lluviosa vi a una mugrienta indigente suplicando por ayuda. Entonces, dejé caer el arma para que la guardaras y luego me la dieras de vuelta. A cambio de ese favor te iba a conceder un deseo. No obstante, luego de buscar y no encontrarla, se me ocurrieron dos cosas: la vendiste o la tiraste por ahí. Pero como te seguía viendo en las mismas andanzas, opté por la segunda. Sabes, ese revolver fue la herencia de mi suegro y padrino de bodas. Nada fácil de conseguir, sabes. Pero, oye, claro, una neandertal no iba entender el mensaje. También fui estúpido en poner en juego algo valioso. Igualmente, no me llevaba muy bien con mi suegro, entonces ajá"
Antes de que el hombre siguiera con su monologo, la niña rasguña en el rostro al hombre. Salta encima suyo y lo golpea diciendo "¡No entiendo ni una sola palabra! ¡Menos con ese extraño acento! ¡¿Qué me importa lo que piensas o querías hacer conmigo! ¡Solo déjame tranquila!".
Un disparo impacta en el pecho de la niña.
La niña cae. Hay demasiada sangre. Los charcos se tornan escarlata.
"Por este tipo de maricadas es que odio a los niños. En fin. Vámonos de este cule país carente de gastronomía. País para no valer más mondá. Nah, sabes. Si la voy a rematar"
El hombre se regresa y postra el cañón entre ceja y ceja de la niña.
"Good bye".
La niña cierra los ojos.
No pasa nada. No siente el cañón en su frente.
"¡¿Estás bien?! ¡Llamen una ambulancia, rápido! ¡No te preocupes, saldrás de esta!"
"¿Una mujer…? No, escucho más gente cerca… Pero todo es confuso y me siento muy mareada. Todo se ve borroso" es lo que piensa la niña.
Varias voces rodean el cuerpo de la niña, pero ninguna logra ser escuchada. Solo hay ruido.
-En una silla de cristal
En una silla de cristal está sentada una niña.
En una silla de cristal está sentada una niña siendo rodeada por un vasto pastizal en algún lugar desconocido.
Una suave brisa acaricia su pelo descuidado y mugriento.
Sus ojos esmeralda taciturnos se iluminan un poco al contemplar el cielo azul, las nubes de paso y el sol radiante.
"¿Dónde estoy…?" se pregunta la niña.
Cierra los ojos un momento.
Un extraño aroma salino invade su nariz. Siente la piel algo pegajosa. Siente agua abrazando sus pies.
Abre los ojos y nota que está en una playa sin nadie a su alrededor. Solo ella, el cielo anaranjado y el gran océano acariciando sus pies.
"Se siente algo fría, pero no me desagrada"
El sonido de la suave marea. La arena arrastrada por el agua. Los pies ligeramente hundidos en el lodo. La brisa acariciando su piel. Los rayos del sol haciendo sentir calidez en su cuerpo. Un cielo despejado e hipnótico por su gama de colores. Un lugar sin precedentes y totalmente desconocido para la niña le hace olvidar todas sus preguntas, pensamientos, lamentos y alegrías. Un lugar que le hace olvidar poco a poco la amargura del pasado cercano y el presente. Un lugar que le hace sentir aquella paz deseada desde hace un tiempo.
Un lugar del cual no quiere salir.
La niña se aleja de la orilla y se sienta sobre la arena para contemplar el entorno. Ve pequeños cangrejos camino a sus hogares y aves volando hacia algún lugar del mundo.
"Es hermoso…"
Lágrimas corren por las mejillas de la niña. Lágrimas llenas de serenidad. Lágrimas de felicidad. Lágrimas de paz eterna.
La niña se acomoda en la suave arena para contemplar las nubes y darles significado a sus extrañas formas.
Pasan las horas y la niña lentamente va cayendo dormida.
-Lycoris
Una luz se posa sobre el rostro de la niña.
Otra luz se posa sobre el rostro de la niña.
La niña recorre, acostada y sin moverse, un pasillo con varias luces que se posan sobre su rostro.
Varias voces, preocupadas, la acompañan en el recorrido.
La niña no puede ver. No puede escuchar. No puede sentir.
Algunas voces tocan el cuerpo de la niña. La tratan con el mayor de los cuidados posibles para no hacerle daño. Hay gritos de ira. Hay gritos de desesperación. Hay insultos de por medio.
¿Qué está pasando?
La niña entra a una habitación. De su pecho brota una Lycoris.
Crece.
Crece.
Crece sin parar.
Las voces desesperan. Las voces tratan de cortar el tallo. El tallo se apodera poco a poco del cuerpo de la niña. Una flor gigante.
-Frente la playa
Frente la playa reposa el cuerpo de una niña que cae lentamente en un profundo sueño.
Hace lo posible para mantenerse despierta ya que quiere ver las estrellas y ser la primera en saludar a la luna. Sin embargo, han pasado las horas y el sol no se ha movido de su lugar.
La niña no comprende y siente que, tal vez, solo han pasado escasos minutos desde que se acostó en la suave y fría arena.
No piensa en nada ni nadie. Solo está esperando a que la noche le llegue.
-Un último intento
Voces preocupadas.
Manos temblorosas.
Objetos afilados.
Luces resplandecientes.
Una habitación gigante y de extraña forma.
Un ambiente tenso.
Minutos de frustración transformados en horas de incertidumbre.
¿Qué hora es?
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la niña recorrió aquel pasillo hasta este lugar inusual para ella y otros muchos?
Las voces empiezan a ver avances controlando el desproporcionado crecimiento de Lycoris.
Poco a poco es más pequeña hasta no ser más que un pequeño tallo que es arrancado de un ligero jalón.
Las voces respiran.
Las manos reposan.
Los objetos son desechados.
Las luces se apagan.
Todos salen de la habitación.
Solo hay silencio a su alrededor.
Todos están en paz.
-Abre los ojos
La niña abre los ojos y ve un techo desconocido.
Blanco.
Mira a su alrededor y nota que está en una cama en una habitación desconocida.
No puede hablar. Siente su cuerpo pesado. Le cuesta respirar. Ve que hay tubos con agujas enganchados en una de sus manos. Una extraña máscara cubre la mitad de su rostro.
"¿Dónde estoy?"
"En un hospital, jovencita" comenta una joven mujer.
La niña sigue la voz y ve una mujer hermosa de cuerpo atlético, un poco delgada, castaño corto y vistiendo una ropa peculiar por su llamativo verde y al ser una falda oscura con un cinturón blanco, una blusa blanca que dice Cheers en verde y una pequeña chaqueta verde que le da algo de mareo, pero luce.
La niña solo la observa a lo que la mujer le comenta que estuvo muy preocupada que no pudieran lograr salvarla. Comenta que la niña estaba perdiendo demasiada sangre por la herida en el pecho, no podía respirar y siempre mantenía la vista perdida.
La niña escucha todo lo que pasó, pero, por algún motivo, ignora sus palabras y se queda atónita contemplando a la joven mujer mientras piensa "En este mundo… Hay alguien que se preocupa genuinamente por mí ¿Por qué? ¿Por qué esta mujer de acento extraño, desconocida, puso su vida en riesgo para salvarme? Seguramente, debió costarle una fortuna para que me atendieran ¿Por qué?"
La niña trata de sentarse, pero la mujer se lo impide y le dice que debe descansar. Hace no más de unas cuantas horas que salió de la sala de cirugía y no debe forzar su cuerpo.
La niña hace caso.
Una puerta se abre. Un grupo de personas con ropas blancas y azules entran a la habitación.
Varias voces intercambian palabras mientras la niña pierde la consciencia de nuevo.
-Todos los días
Todos los días la joven visita a la niña. Se llama Chie Satonaka, japonesa de unos veinticinco años, amante del kung fu y las artes marciales en general. Está de paso por Londres acompañando a su esposo, Yu Narukami, en un viaje de negocios.
La joven hace los días de la niña, en el hospital, más amenos y tranquilos.
Entre ellas empiezan a formar un vínculo donde la niña le toma bastante cariño a aquella mujer joven quien considera su héroe. La admira tanto que desea tener ese sentido de justicia característico de la joven nipona quien siempre quiere volverse más fuerte para poder seguir ayudando a quien lo necesite.
-Una petición
Han pasado los meses y la niña ha salido del hospital. Al estar de regreso a su suerte en las calles corre hacia el gimnasio de boxeo para encontrar a Chie. Al verla, corre a abrazarla y darle las gracias por todo lo que hizo por ella cuando estuvo hospitalizada.
La joven se siente un poco avergonzada por tal muestra de afecto en público frente los demás miembros del gimnasio.
"Chie, quiero ser su discípula. Quiero ser tan fuerte como usted para proteger a quien pueda necesitarlo. Quiero ser como tú. Así que se lo pido desde el fondo de mi corazón. Se lo ruego"
La petición toma por sorpresa a la joven quien mira con nerviosismo a los dueños, un tal Mike y Mohamed. Quienes le levantan el pulgar.
"Está bien, Ana. Desde hoy seré tu maestra. Va a ser duro"
"No se preocupe. No creo que sea peor que ser un residente de la calle con la incertidumbre de no saber si podía despertar al día siguiente"
Uno de los hombres se acerca y le propone a la niña que se quede viviendo en el gimnasio a cambio de colaborar en las actividades diarias. Todos en el lugar son conscientes de la situación de la niña quien vive el minuto del día al día como si fuese el último.
La niña abraza a uno de los dueños y les promete que dará el mejor de sus esfuerzos.
-El tiempo vuela
El tiempo se va volando. La niña entrena todos los días con su maestra. Ayuda con la limpieza y el orden del gimnasio. Los dueños le garantizan la comida y algo de dinero todos los días.
Poco a poco la niña se hace tan fuerte como su maestra quien ya le puede pelear al parejo. En varias ocasiones casi gana por poco, pero la experiencia de su maestra siempre era un factor determinante en cada práctica.
Hay días donde la niña es desafiada por otros miembros del gimnasio. Normalmente se le acercaban tanto hombre como mujeres que le duplican la edad y siempre salía vencedora. Unos combates eran más complicados que otros y, aun así, se las arreglaba para salir victoriosa. Altos, acuerpados, de extremidades largas, técnicos y más, fuese quien fuese, la niña no tenía rival.
Algunos la apodaron como La niña de hierro. Da igual qué tan fuerte la golpearas, siempre se mantenía firme y dispuesta a responder los golpes.
Una tarde cualquiera, durante un sparring, un joven logra noquear a la niña. Sin embargo, todos en el gimnasio quedan perplejos y aterrorizados al ver que la niña sigue de pie y con la guardia arriba. Si bien no reaccionaba su cuerpo y tenía la vista completamente perdida, algo en el subconsciente le hace seguir de pie. Tal vez un instinto de supervivencia desarrollado por el tiempo que vivió en las calles o, quizás, algo más que todos desconocen y no se sienten en ánimos de descubrirlo.
-En un aeropuerto
La niña está en el aeropuerto de Londres con su maestra y el esposo de ella.
"¿Por qué deben irse? ¿No pueden quedarse más tiempo? No hay prisas para regresar todavía. Tal vez, si se quedan les podría salir un mejor negocio y estaríamos juntos más tiempo ¿No les agrada la idea? Londres no puede ser mejor que Inaba para ustedes, pero podemos pasar el rato juntos todos los días. Conozco varios lugares que les podría gustar y eso tomaría tiempo para recorrerlos todos. ¡Ya sé! Como ya trabajaron, podrían quedarse de vacaciones y se ahorran los tiquetes. Aunque, bueno, ya los tienen comprados. Hmm, creo haber escuchado que pueden cambiar las fechas si no estoy mal…"
"Ana. Es dulce de tu parte que desees tanto que nos quedemos. Pero, nuestra vida está en Inaba. Sé que es duro decirlo, pero no podemos estar aquí por más tiempo" comenta el esposo arrodillado para estar a la misma altura de la niña.
"Pero…"
"Tranquila. Esto no va a ser una despedida triste. Míralo de esta forma: dos adultos han conocido una niña maravillosa con la cual se han encariñado bastante y viceversa. Además, nos volveremos a ver en el futuro. No te puedo asegurar cuándo será ese día, pero llegará el momento en que nos volveremos a ver ya sea en Londres o, mejor aún, en Inaba. ¿No te gustaría conocer lo vasto que es el mundo? Sé que tarde que temprano tendrás la oportunidad de poder escapar del barrio oscuro y tener una mejor vida"
La niña mantiene la vista apartada del hombre. No es lo quiere escuchar. Ella quiere subir al mismo avión con ellos y vivir juntos. No obstante, Chie y Yu no están pasando por una buena situación debido a ciertos problemas de salud de Nanako Dojima, prima de Yu. En consecuencia, el hombre usa casi todo su sueldo para financiar los tratamientos de su prima quien, hace unos dos o tres años, perdió a su padre, Ryotaro, en extrañas circunstancias.
Yu, junto a su esposa, y viejos amigos han dedicado esos años a investigar sobre dicho acontecimiento. Creen que están cerca de una posible respuesta.
Por más que quisieran, ahora mismo, no pueden tener hijos. Ambos desean tener uno y vieron en Ana una hija a la que criar y cuidar. Pero, la realidad es que consideran egoísta llevarla a Inaba no dedicarle el tiempo que se merece. Creen que lo mejor es que se quede al cuidado de los dueños del gimnasio. Consideran que es lo mejor pese que no es lo que desean.
"Toma. Es nuestra dirección, número de teléfono y mail. Podremos cruzar mensajes de vez en cuando y no perder el contacto. Y, cuando tengas la posibilidad de viajar, avísanos para darte una bienvenida y presentarte a nuestros amigos" dice el hombre mientras entrega un papel junto un Jelly Bean a la niña.
El hombre le da un fuerte abrazo a la niña y se va hacer el check-in.
"Sabes. Soy bastante mala con las palabras. Pero, mi esposo tiene razón y pienso igual. Esto no es un adiós, sino un nos vemos después. Es mejor tener una despedida tranquila o sería un poco vergonzoso volver a vernos tras un drama. En todo caso, los meses que pasamos juntos y entrenamos han sido muy especiales para mí y los llevaré siempre en el corazón. Entonces, bueno, ya sabes. Eh. ¡Ah! Es complicado. En fin"
La joven adulta se arrodilla y abraza con fuerzas a la pequeña niña a la que le susurra "Te quiero mucho, mi pequeña Ana. Todo va a estar bien. Tenlo por seguro"
La niña respira aliviada. Confía en las palabras de la pareja y responde "Yo también te quiero mucho, madre. Ya quiero que llegue el día en que pueda ir a visitarlos. Gracias por todo lo que me has enseñado"
La mujer se levanta y le regala la gabardina verde que lleva puesta.
"Cuídala bien. Es mi favorita. Regrésamela cuando nos volvamos a ver"
"Es una promesa" dice mientras le extiende el meñique a su maestra para cerrar la promesa.
La pareja se marcha y la niña los despide con una ligera sonrisa.
Una sonrisa de alivio y melancolía.
"Nos volveremos a ver".