Clara Miller siempre había admirado la mente brillante de su amigo Mateo, alguien que parecía saber exactamente qué hacer en cualquier situación. Lo había conocido desde que ambos eran jóvenes, cuando aún eran niños en Sky City, y desde entonces su amistad había crecido y evolucionado. Sin embargo, algo siempre le había parecido extraño. Mateo desaparecía durante largos períodos de tiempo, a veces sin decir una sola palabra. No era raro que en mitad de una conversación, él recibiera una llamada misteriosa y se despidiera apresuradamente con una sonrisa tranquila, sin dar ninguna explicación.
Clara confiaba en Mateo, lo veía como una roca en su vida, pero últimamente, algo había comenzado a cambiar en su percepción. Su intuición le decía que su amigo guardaba un secreto oscuro, algo que él no estaba dispuesto a compartir. Y ella, siendo una persona extremadamente curiosa por naturaleza, había comenzado a investigar por su cuenta.
Una noche, Clara decidió seguir una corazonada. Había escuchado rumores en su trabajo sobre una misteriosa figura conocida como "Kuro", un cazador de recompensas que estaba relacionado con actividades ilegales y experimentos prohibidos. La historia de Kuro estaba envuelta en sombras, y su presencia en Sky City creaba una sensación de temor entre aquellos que habían oído su nombre. Al principio, Clara no lo había relacionado con Mateo, pero cuanto más investigaba, más empezaba a notar similitudes inquietantes. La frecuencia con la que Mateo desaparecía y las veces que Kuro hacía una aparición pública coincidían de manera extraña.
Clara comenzó a recopilar información. Se sumergió en informes policiales, investigó en foros clandestinos y habló con personas que decían haber visto a Kuro en acción. La descripción física de Kuro no era del todo clara, ya que siempre vestía ropas que ocultaban su identidad. Pero hubo algo que atrapó su atención: la presencia de una cicatriz en el cuello de Kuro, algo que recordaba vagamente haber visto en Mateo.
La duda se sembró en su mente, y con cada día que pasaba, esa duda se iba transformando en una certeza aterradora. Decidió que era hora de confrontarlo, pero antes, necesitaba obtener más pruebas.
Clara asistió a una reunión secreta de periodistas de investigación en Sky City, donde se compartieron más detalles sobre Kuro y las operaciones clandestinas que se llevaban a cabo en la ciudad. Durante la reunión, escuchó el nombre de CHO Corp y cómo esta corporación estaba detrás de experimentos inhumanos y la creación de armas ilegales. Pero lo que más la sorprendió fue escuchar que Kuro, quien supuestamente era uno de los mayores enemigos de CHO Corp, también parecía tener conexiones con científicos clandestinos.
Una periodista veterana compartió información sobre una vieja familia influyente en Sky City, los Von Wallestein, quienes aparentemente habían tenido vínculos profundos con diversas operaciones ilegales en la ciudad. El nombre "Von Wallestein" resonó en su mente, pero Clara no pudo relacionarlo con nada en particular... al menos no todavía.
Esa noche, Clara no pudo dormir. Las piezas del rompecabezas estaban ahí, pero aún faltaba una clave que lo conectara todo. Decidió que, aunque temía la respuesta, necesitaba saber la verdad, y solo había una persona que podía dársela.
Al día siguiente, Clara llamó a Mateo para tomar un café en su lugar habitual, una pequeña cafetería en el centro de la ciudad. Él llegó, como siempre, puntual y relajado. Su sonrisa amable desarmaba cualquier sospecha inmediata. Se sentaron, hablaron de cosas triviales, de trabajo, de la vida en Sky City. Sin embargo, Clara no pudo contenerse por mucho tiempo.
—Mateo —comenzó, su tono repentinamente más serio—. Quiero preguntarte algo... algo importante.
Mateo arqueó una ceja, desconcertado pero interesado.
—Claro, lo que sea. ¿Qué pasa?
Clara lo miró directamente a los ojos, tratando de descifrar cualquier indicio de evasión.
—¿Qué sabes sobre Kuro?
El rostro de Mateo permaneció inmutable durante unos segundos. Cualquier persona menos cercana a él habría pasado por alto la pequeña contracción en su mandíbula, pero Clara lo conocía demasiado bien. Esa ligera pausa, ese instante minúsculo de duda, fue todo lo que necesitó.
—¿Kuro? —respondió Mateo con una ligera risa nerviosa—. ¿Por qué me preguntas eso?
—Porque parece que hay muchas coincidencias entre tus desapariciones y las veces que se ha visto a Kuro por la ciudad —continuó Clara, su tono firme—. No puedo evitar pensar que tal vez... tú tienes algo que ver con todo esto.
Mateo dejó su taza de café en la mesa, su expresión neutral, pero sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y tristeza. Sabía que no podía seguir escondiendo la verdad mucho más tiempo, pero también sabía que revelarla pondría a Clara en peligro. La batalla interna que libraba en su mente era feroz, pero Clara merecía saber la verdad... o al menos parte de ella.
—Clara —dijo con voz baja—. Hay cosas de las que no puedo hablar, no porque no quiera, sino porque es por tu propio bien. Si supieras más de lo que ya sospechas, estarías en peligro. Todo lo que he hecho, todo lo que hago, es por proteger a las personas que me importan. Y tú eres una de esas personas.
La respuesta dejó a Clara aún más desconcertada. Su instinto le decía que él estaba involucrado en algo mucho más grande y peligroso de lo que jamás había imaginado, pero ahora no sabía si quería continuar con su investigación o respetar la advertencia de Mateo. Su corazón se debatía entre el miedo y el deseo de descubrir la verdad.
Finalmente, decidió que lo dejaría por ahora. Pero algo dentro de ella le decía que esta conversación no era el final, sino el comienzo de algo mucho más profundo.