El maravilloso sonido artístico recorre mis sentidos desde que entra, al máximo volumen, por mis oídos y se interna en lo más profundo de mis emociones; el corazón se me acelera, mis dedos siguen el ritmo con unos movimientos regulares, golpeando mis piernas ligeramente. ¿Qué se trae el mundo?, ¿qué se trae la sociedad contra mi música y yo? Sólo quiero disfrutar de esta nueva dimensión alejada de la estresante vida cotidiana. Para mí, la música es el escape hacia una realidad mejorada; solo hay que poner atención a los ritmos, a la hermosa melodía que emite cada instrumento para formar una pieza de arte sonoro, ¡esto es mágico! Es como si mi alma se elevara a un universo paralelo.
Voy camino a casa, siempre prefiero caminar porque así tardo más en llegar y disfruto de muchas canciones; más me vale mantenerme con los audífonos puestos al entrar o escucharé los desastrosos reproches familiares, ¿no pueden dejarme en paz? Odio cuando las miradas se enfocan en mí y peor cuando me acusan y reprenden por cosas sin importancia: "¡preséntate!", "¡saluda bien a la familia!", etcétera, además, ellos invaden mi privacidad, soy una persona que quiere vivir sin molestar a nadie ¿por qué me molestan a mí?, siempre es lo mismo cuando mi familia lejana nos visita, primero me reclaman que qué es lo que pienso hacer en la vida, qué carrera voy a estudiar, que si tengo pareja, ¿por qué les debería importar?; luego, mis primos pequeños se quieren hacer los buenos hijos y terminan invadiendo mi cuarto, según que para pasar un buen rato en familia. ¡Yo no quiero gente intrusa en mi espacio personal!
Para empeorarlo todo, mi madre les muestra ridículas fotos mías a mis tíos y tías, ¡qué vergüenza!
En fin, todo esto tiene una solución: mi música, esa que todo el mundo critica, pero es mi música y punto. Pero algún día, no muy lejano, escaparé de verdad, me alejaré de esta casa y haré mi vida como quiera.
¿Debería crear mi propia música? Me encantaría crear mis propias obras de arte y hacer vibrar los corazones y los dedos de gente apasionada como yo, sí, sería genial. Por lo pronto, me embriagaré en este mar de sonidos, los hay dulces, estridentes y amargos, juntos me dejan un sabor sublime, con ganas de escuchar más. Estoy a punto de cruzar la avenida, qué bueno que llevo los audífonos; a mi alrededor se ven caras hastiadas por el tráfico y otros pesares, sería fatal si me uniera a ellos, parecería un robot cumpliendo una tarea repetitiva. Suspiro. Llevo mis audífonos, estoy bien.
Mientras escucho una bella pieza musical, miro el asfalto que voy pisando. De pronto me detengo y alzo la mirada, mi pecho es invadido por un sentimiento nostálgico difícil de entender, ¿qué es lo que estoy sintiendo? El paisaje ante mí se ha iluminado, ¿demasiado sol?, esto es raro, la música ha dejado de sonar y los ruidos de la ciudad me parecen lejanos, como si estuviera soñando, siento mis pies ligeros y un hormigueo en las manos. Me miro y no puedo creerlo ¡mis manos y pies están desapareciendo!, se tornan transparentes poco a poco, ¡debe ser realmente un sueño! Pero... ¿dónde están mis audífonos?, volteo a todos lados y los encuentro tirados a la mitad de la carretera, voy a recogerlos, pero antes de hacerlo, ruedan hacia mí unas monedas, busco con la mirada a quién se le han caído y allá en el primer carril observo un cuerpo tirado: mi cuerpo; la gente se reúne alrededor para mirar, llenos de asombro y morbo (supongo), un auto sin conductor está frente a mi yo físico; ¡no creo lo que está pasando! Debo salir de aquí, odio esta realidad, ¡debo huir! Solo quiero encerrarme en mi música... pero… ¡Mis brazos han desaparecido completamente!
¡No! ¡Esperen! ¡No quiero terminar así! ¿Alguien puede ponerme los audífonos?