Nine Sharon observaba en silencio a los hijos de Rigor, quienes dormían tranquilamente en sus pequeñas cunas, ajenos a la tormenta que se avecinaba. Sus manos, normalmente firmes, temblaban ligeramente al verlos. Había sido testigo de tantas guerras y masacres que rara vez algo podía perturbar su calma. Pero esa noche, mientras miraba a los inocentes dormidos, sintió algo que hacía mucho no experimentaba: miedo.
Frente a él, la luz tenue de una pantalla iluminó la habitación con un brillo parpadeante. En la pantalla, las grabaciones mostraban los últimos momentos de la batalla que había librado Victor. El caído héroe, su amigo y enemigo a la vez, había sido poseído por Xal'Azar, y su cuerpo ahora estaba en manos del caos. Nine Sharon apretó la mandíbula, su mente procesando cada detalle.
Los fragmentos de la grabación eran devastadores. El cuerpo de Victor, una vez un bastión de poder y justicia, ahora profanado, sin alma ni cerebro. Su derrota no solo significaba la pérdida de un guerrero, sino la caída de un símbolo, de una esperanza. "Él... el perdió," susurró Nine Sharon, su voz apenas un eco de incredulidad.
Se pasó una mano temblorosa por el rostro, incapaz de asimilar completamente lo que veía. Victor, el hombre que había sido su rival, el hombre que nunca flaqueaba, el guerrero legendario, ahora era un cascarón controlado por una entidad mucho peor que cualquier enemigo tangible. Xal'Azar había ganado, y eso lo cambió todo.
"Si Victor cayó...," murmuró para sí mismo, sus ojos fijos en la pantalla mientras las imágenes seguían reproduciéndose. "¿Qué esperanza queda para los demás?"
El silencio de la habitación era insoportable. Los pequeños suspiros y murmullos de los bebés dormidos contrastaban con la gravedad de lo que Nine Sharon acababa de descubrir. Se levantó lentamente, caminando de un lado a otro, su mente buscando una salida, una estrategia, algo que pudiera hacer. Pero nada venía a él. La magnitud de lo que había ocurrido lo abrumaba.
"Esto no puede ser," se dijo. "Victor no podía ser derrotado. No de esta manera."
Pero las imágenes no mentían. Xal'Azar había vencido. El caos había reclamado a uno de los más grandes guerreros que jamás había existido, y el equilibrio del mundo se tambaleaba al borde del abismo. La sonrisa que alguna vez había adornado el rostro de Nine Sharon se desvaneció por completo, reemplazada por una expresión de puro terror. Sabía que el futuro que ahora se cernía sobre ellos era oscuro.
Caminó hacia la cuna de los hijos de Rigor, mirándolos una vez más. "¿Qué clase de mundo les espera ahora?" se preguntó en voz baja. Las palabras se sintieron vacías, como si ya conociera la respuesta, pero no quería aceptarla.
Antes de salir de la habitación, Nine Sharon tomó un último suspiro, decidido. "Si Victor cayó, entonces solo hay una cosa que puedo hacer... Proteger a quienes quedan... y vengar su derrota."
Pero en el fondo, sabía que nada volvería a ser igual. Xal'Azar había ganado. Y con él, el caos se había convertido en la nueva ley del mundo.
En el campo de batalla, el aire estaba pesado, saturado por el polvo y el olor a energía desgarradora. Evil Victor, ahora separado de su cuerpo original, se encontraba de pie junto a Rigor y Dariel. La luna, en un inquietante rojo, iluminaba débilmente la escena de desolación. Xal'Azar, habiéndose convertido en un concepto, un ser más allá de la materia, acechaba, invisible pero omnipresente.
Rigor, con la mirada fija en el horizonte, limpiaba el sudor de su frente, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que enfrentarse a una entidad como Xal'Azar, ahora que había trascendido el plano físico, era una tarea titánica. A su lado, Dariel, aún sintiendo los efectos de sus heridas, respiraba con dificultad, su forma ascendida vibrando con poder.
"Xal'Azar ya no es solo carne y hueso," dijo Evil Victor, su tono grave. Su presencia, aunque maligna, era una alianza necesaria para enfrentar esta nueva amenaza. "Ha dejado atrás las limitaciones del cuerpo físico. Ahora es un concepto... algo más allá de la realidad."
Dariel, apretando los puños, miraba el suelo, intentando encontrar alguna respuesta en el caos de su mente. "Entonces, ¿cómo peleamos contra algo que no puede ser tocado, ni herido por métodos convencionales? Si Xal'Azar es una idea... una manifestación del caos, ¿cómo lo destruimos?"
Evil Victor se cruzó de brazos, su rostro mostrando una oscura mezcla de concentración y resignación. "No puedes simplemente destruir una idea," dijo con una media sonrisa cínica. "Las ideas persisten. No importa cuánto intentes eliminarlas físicamente, siempre encuentran una forma de sobrevivir, de adaptarse."
Rigor, que hasta entonces había permanecido en silencio, habló con voz firme. "Pero incluso las ideas, los conceptos... pueden ser combatidos. Si Xal'Azar representa el caos, debemos encontrar la manera de reordenar ese caos. Hay que debilitarlo desde adentro. Su existencia como un concepto tiene que tener alguna forma de manifestación... algo que podamos atacar."
Evil Victor lo miró, pensativo. "Sabes que lo que dices suena bien, pero eso implicaría atacar la esencia misma de lo que Xal'Azar representa. Estamos hablando de enfrentarnos al concepto de caos puro. Esto no es solo una batalla de fuerza física. Será una lucha en planos que no comprendemos del todo."
Dariel se incorporó, su energía regenerada por la inmortalidad temporal que había invocado. "Tal vez no podamos destruir a Xal'Azar directamente, pero lo que podemos hacer es contenerlo. Limitar su influencia, cerrarle el camino a este plano. Si su poder es el caos, entonces necesitamos restaurar el equilibrio en todas las zonas donde su influencia se extienda."
Rigor asintió, su mente empezando a trabajar en un plan. "Podemos sellar sus manifestaciones. Cortar sus nexos con este mundo. Xal'Azar aún necesita un ancla para interactuar con este plano, algo que lo mantenga conectado. Si destruimos o contenemos eso, podríamos debilitarlo lo suficiente."
Evil Victor soltó una carcajada oscura. "Hablas de sellar al caos mismo. Es irónico, pero tiene sentido. Si podemos forzar a Xal'Azar a manifestarse de alguna forma que podamos atacar, entonces tal vez tengamos una oportunidad." Bajó la mirada y luego añadió en voz baja: "Pero no te confundas... para sellar el caos, alguien tendrá que sacrificarse. Ese tipo de poder requiere un precio... uno que no sé si estamos dispuestos a pagar."
Un silencio pesado cayó sobre los tres. Sabían que Evil Victor tenía razón. Esta batalla no se ganaría solo con fuerza o voluntad; requeriría una estrategia perfecta y, probablemente, un sacrificio mayor de lo que ninguno de ellos esperaba.
"Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario," dijo Rigor con determinación. "No permitiré que Xal'Azar destruya lo que hemos protegido."
Dariel, mirándolo de reojo, asintió con firmeza. "Yo también. No importa lo que cueste."
Evil Victor observó a ambos, y por un breve instante, algo parecido a la admiración brilló en sus ojos. "Entonces prepárense," dijo al fin. "Porque lo que estamos a punto de intentar... será la batalla más difícil que hayamos enfrentado."
Mientras los tres guerreros comenzaban a preparar su ataque, el viento soplaba fuerte, como si el mismo cosmos sintiera la inminencia del choque entre el orden y el caos. Xal'Azar, ahora en su forma conceptual, se preparaba para desatar el verdadero poder del caos en todo su esplendor.
Cuando el arcángel Miguel y Jehová lanzaron su "¡Destello divino!", el ataque no era un simple golpe de luz; era un destello conceptual divino, diseñado no solo para atacar el cuerpo físico, sino para alcanzar el núcleo existencial de Xal'Azar.
En su forma conceptual, Xal'Azar ya había dejado el cuerpo de Victor, flotando como una entidad de pura oscuridad, pero incluso en esa forma creía estar fuera del alcance de cualquier ataque. Sin embargo, cuando el destello conceptual lo tocó, su arrogancia se desmoronó. Un dolor indescriptible lo recorrió mientras la luz divina penetraba directamente en su ser, atacando la esencia de su poder caótico.
"¡No! ¡Esto no es posible!" gritó Xal'Azar, mientras su forma conceptual se distorsionaba, retorciéndose en el aire como si estuviera siendo arrancado de la realidad misma.
El dolor era insoportable. El destello conceptual, una fuerza divina creada para lidiar con entidades más allá de lo físico, estaba rasgando la estructura de Xal'Azar, hiriéndolo en un nivel fundamental que nunca antes había sentido. Con un grito de agonía, fue lanzado hacia atrás, como si el propio espacio lo estuviera expulsando.
Se estrelló contra el suelo, levantando una nube de escombros, y cuando la tierra se asentó, Xal'Azar se levantó lentamente, su forma titubeante. Aún en su estado conceptual, observaba con odio y rabia a Jehová y Miguel, ambos envueltos en una brillante aura de luz celestial. Sabía que, aunque su poder seguía siendo inmenso, estos seres eran capaces de herirlo de una manera que nadie más podía.
Con una mezcla de furia y frustración, Xal'Azar se preparó para un contraataque, pero sus movimientos eran más cautelosos. Miraba a los dos seres celestiales, sabiendo que, aunque había sido herido, aún no había sido derrotado.
"Esto... no ha terminado," murmuró entre dientes, con sus ojos brillando con un odio insondable.
Xal'Azar, con una mueca de odio absoluto, comenzó a canalizar su poder en una forma que combinaba lo conceptual y lo físico. Ahora visible para todos, su presencia era aún más aterradora, una manifestación de caos puro. Las sombras y el fuego conceptual envolvían su nuevo cuerpo, mientras elevaba ambas manos hacia el cielo, acumulando una energía oscura que parecía devorar la luz misma.
"¡Voy a destruir este mundo!" gritó con una voz que resonaba como el eco de mil tormentas.
El cielo sobre la Tierra se oscureció, y una esfera masiva de energía oscura comenzó a formarse sobre sus manos, creciendo con cada segundo. El poder que emanaba era inmenso, más allá de lo que cualquier ser humano podría comprender. La tierra misma temblaba bajo su presencia, las olas se agitaban, y el viento se convertía en huracanes violentos.
Rigor y Dariel, de pie entre los escombros, observaban con horror cómo la esfera de energía crecía cada vez más, amenazando con consumir todo. La desesperación estaba grabada en sus rostros, pero sabían que no podían permitirse fallar. Si Xal'Azar liberaba ese ataque, no solo la Tierra, sino todo el sistema solar podría ser destruido.
Evil Victor, a su lado, apretaba los puños, mirando la creciente energía con una mezcla de rabia y determinación. "No dejaré que lo destruyas... otra vez," murmuró, recordando todas las pérdidas que había sufrido.
El arcángel Miguel, con su espada de luz divina en mano, descendió desde el cielo, situándose al lado de Rigor y Dariel. "Si ese ataque cae, no quedará nada," dijo en un tono grave. "Debemos detenerlo antes de que lo lance."
"No importa cuánto poder tengamos, no será suficiente si no lo detenemos ahora," añadió Jehová, materializándose a su lado, con una expresión solemne.
Los héroes reunieron todo su poder, pero sabían que enfrentarse a una entidad como Xal'Azar en este estado requería algo más. Mientras la esfera oscura continuaba creciendo, parecía que todo estaba perdido. Pero justo cuando Xal'Azar estaba a punto de desatar el ataque, una luz brillante y cálida emergió detrás de ellos. Era la energía pura de la creación, que comenzaba a manifestarse, una última esperanza.
"No importa lo que seas," gritó Rigor con furia, dando un paso al frente, "¡no dejaremos que destruyas todo lo que amamos!"
Con esa declaración, los héroes lanzaron su ataque combinado. Dariel, usando la fuerza de su nueva forma, liberó un rayo de energía verde que atravesó el cielo, mientras Evil Victor y Miguel canalizaban su poder divino. Jehová, con todo su poder celestial, añadió su luz, y juntos dirigieron su ataque hacia la esfera de energía oscura de Xal'Azar.
El impacto fue devastador. El cielo entero se iluminó con la colisión de energías contrarias. Xal'Azar, aunque poderoso, no podía resistir el poder combinado de los héroes y las entidades divinas. Un rugido ensordecedor salió de su garganta mientras la esfera se desintegraba lentamente.
Pero antes de que pudiera reaccionar, la luz del ataque conjunto rompió sus defensas, golpeando su nuevo cuerpo físico-conceptual con una fuerza abrumadora. "¡NOOO!" gritó Xal'Azar, su voz llena de incredulidad mientras su cuerpo comenzaba a desintegrarse, arrastrado por la energía de su propio ataque fallido.
Los héroes observaron mientras Xal'Azar era envuelto por la luz, su figura disolviéndose en fragmentos de caos puro. Con un último estallido de energía, desapareció, dejando solo un silencio inquietante mientras el cielo volvía a despejarse.
La Tierra se salvó por un hilo, pero sabían que la amenaza de Xal'Azar aún no había desaparecido por completo.
Nine Sharon apareció en el lugar del combate, sus pasos lentos mientras sus ojos observaban la devastación a su alrededor. Al llegar, vio cómo los héroes se recuperaban de la dura batalla, todavía respirando con esfuerzo tras haber derrotado a Xal'Azar. Una sensación de alivio recorrió el aire.
Al acercarse, su mirada se dirigió al cuerpo de Victor, inerte en el suelo, desprovisto de su alma y su cerebro, que habían sido destruidos. Con un suspiro profundo, Nine Sharon murmuró: "Al fin lo lograron... Xal'Azar ha muerto."
Pero ese alivio pronto fue reemplazado por una sensación de vacío al observar el cuerpo de Victor, un guerrero que había luchado hasta el final. Se arrodilló junto a él, colocando una mano sobre su pecho inmóvil, cerrando los ojos por un breve momento. La tristeza llenaba su corazón. Este no era solo el fin de una batalla, sino la pérdida de un amigo, un héroe... un padre.
"¿Cómo le decimos a su familia?" dijo Nine Sharon, su voz quebrándose levemente. El peso de esas palabras cayó sobre todos los presentes. No solo habían perdido a un aliado valioso, sino que aquellos que lo amaban, que contaban con él, también enfrentarían una pérdida devastadora.
Jehová y el arcángel Miguel intercambiaron miradas solemnes, mientras Rigor y Dariel se mantenían en silencio, aún con los efectos de la batalla grabados en sus cuerpos. Evil Victor, aunque su rostro permanecía inmutable, también sentía el vacío dentro de sí.
"Tendremos que ser fuertes," continuó Nine Sharon, su mirada fija en el cuerpo de Victor. "Se lo diremos... como lo haría Victor. Con honor y valentía. Porque aunque su cuerpo haya caído, su legado seguirá vivo en todos nosotros."
El silencio volvió a llenar el campo de batalla, mientras cada uno de ellos pensaba en las palabras que tendrían que pronunciar.
Evil Victor se acercó lentamente al cuerpo sin vida de Victor, su expresión una mezcla extraña de odio y dolor, pero también de algo que no había sentido en mucho tiempo: respeto. Se inclinó hacia el cuerpo, observándolo de cerca. A pesar de que había tomado una dirección oscura, no podía evitar sentir una punzada en su corazón por el sacrificio que su contraparte había hecho.
Con una sonrisa amarga y torcida, murmuró: "Maldito recipiente... lo diste todo, hasta el final." Su voz cargaba una mezcla de desprecio y tristeza, como si reconociera la fortaleza de Victor, pero a la vez se sintiera traicionado por la decisión de entregar todo en la batalla.
Evil Victor se puso de pie, su mirada llena de rencor, pero algo más brillaba detrás de ese odio. "Siempre pensaste que el sacrificio era la clave para la victoria, ¿no? Que el honor lo era todo. Y mira dónde terminaste... pero maldita sea, nunca te rendiste." Su tono estaba cargado de una extraña admiración.
"Este era tu destino... pero no el mío," continuó, su sonrisa desvaneciéndose. "Yo no voy a caer como tú. Voy a seguir adelante, y si eso significa caminar sobre los restos de tu sacrificio, entonces que así sea."
Las palabras resonaban en el aire, pesadas, mientras los demás observaban en silencio. Evil Victor, a pesar de su odio, había comprendido que, en el fondo, Victor había sido mucho más que un guerrero. Había sido un hombre dispuesto a dar todo por los suyos, incluso si eso significaba su propio final.
Pero Evil Victor no estaba dispuesto a hacer lo mismo. "Este mundo aún no ha visto lo peor de mí... pero al menos ahora sé que no todos los sacrificios son en vano."
Se dio la vuelta, con una mirada de determinación oscura en sus ojos, sabiendo que el legado de Victor, aunque caído, no había desaparecido del todo. Y mientras él continuara existiendo, algo de Victor también lo haría, por más retorcido que fuera ese destino.
Evil Victor observó el campo de batalla por última vez, su mirada oscura y cargada de resentimiento. Con el cuerpo de Victor tendido en el suelo y las energías del combate disipándose, no había más razón para permanecer en aquel lugar. Respiró profundamente, como si intentara sacudirse la carga emocional que lo atenazaba.
"Ya no hay nada aquí para mí," murmuró con una sonrisa torcida. "El verdadero poder está en otra parte."
Con un movimiento rápido, desapareció en un destello de energía oscura, abriéndose paso hacia el universo de Victoria. Sabía que allí podría reescribir su destino y usar el poder que había acumulado para establecer un nuevo imperio, uno donde no existirían sacrificios ni héroes que lo detuvieran. Estaba decidido a convertir su odio y dolor en la fuerza motriz para dominar el cosmos, lejos de las sombras del legado de Victor.
Al llegar al universo de Victoria, Evil Victor se materializó en medio de un vasto y solitario espacio, lleno de estrellas y nebulosas que se extendían como un lienzo ante él. "Este universo... será mío," dijo en un tono frío y definitivo. Sabía que, aunque su viaje apenas comenzaba, no se detendría hasta haber moldeado este nuevo mundo a su voluntad, sin las cadenas del pasado que lo atormentaran.
El destino de Evil Victor estaba claro: gobernar o destruir, sin dejarse arrastrar por el sacrificio que había presenciado.
Victoria, con su vientre de nueve meses abultado, se acercó a Evil Victor con pasos decididos. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de amor y confrontación que cargaba la escena. Sin previo aviso, le asestó un golpe en la cabeza que resonó con un eco en el silencio del universo.
"¿Qué te dije sobre conquistar lugares?" su voz retumbó como un trueno, cortante y llena de autoridad, haciendo que Evil Victor se tambaleara, su expresión de sorpresa transformándose rápidamente en nerviosismo.
Con el rostro enrojecido, Evil Victor miró a Victoria, su mente abrumada por el caos que había sembrado en su vida. "Es... malo," balbuceó, su voz temblorosa mientras intentaba recordar las enseñanzas que ella le había impartido.
Victoria, sin embargo, no se detuvo allí. Se acercó aún más, su mirada ardiente, llena de una mezcla de amor y desesperación. "¡Exacto! Y no solo eso, ¡tienes que entender que tus acciones tienen consecuencias! No puedes seguir huyendo de lo que realmente importa."
Evil Victor sintió que la ira y el dolor se agolpaban dentro de él, pero al mismo tiempo, las palabras de Victoria resonaban como un faro en medio de la oscuridad que había estado consumiéndolo. "¿Y qué se supone que debo hacer?" preguntó, su voz ahora un susurro, casi perdido en la inmensidad del espacio.
"¡Debes elegir!" exclamó Victoria, su voz vibrante con una mezcla de pasión y miedo. "Este mundo necesita un protector, no un conquistador. Nuestro hijo no puede nacer en un mundo lleno de odio y destrucción. No quiero que crezca bajo la sombra de tu legado oscuro."
Evil Victor, atrapado entre sus deseos de poder y el amor que sentía por Victoria, sintió como si su corazón estuviera dividido en mil pedazos. La imagen de su hijo, aún no nacido, comenzó a formarse en su mente, y con ella, una nueva perspectiva. "¿Y si no puedo cambiar?" se preguntó, la desesperación asomándose en su voz.
Victoria, al ver la lucha interna de Evil Victor, se acercó y puso su mano sobre su pecho, donde su corazón latía con una intensidad creciente. "Tienes que intentarlo. Tienes que luchar por el futuro que deseas. No solo por ti, sino por nosotros. Por nuestro hijo."
Con lágrimas acumulándose en sus ojos, Evil Victor sintió un destello de esperanza. "Pero... ¿y si fracaso?"
"Entonces lo intentaremos de nuevo," respondió Victoria con firmeza, su mirada llena de confianza. "La verdadera victoria no se mide en conquistas, sino en el amor que damos y recibimos. No estás solo en esto."
Las palabras de Victoria resonaron en su ser. La batalla que había estado librando dentro de sí mismo empezó a cambiar de dirección. "Te prometo que lo intentaré," dijo, su voz ahora firme y decidida, como si una nueva fuerza estuviera despertando dentro de él.
Victoria sonrió, sus ojos brillando con lágrimas de alegría y determinación. "Juntos, crearemos un nuevo legado. Eres más que un villano, eres parte de nuestra familia. Y ese es el verdadero poder."
El universo pareció detenerse por un momento, mientras Evil Victor absorbía la verdad en sus palabras. En medio de su oscuridad, una chispa de luz comenzaba a brillar.
Nine Sharon tomó el cuerpo de Victor en sus brazos, su expresión oscura llena de un tumulto de emociones. Con pasos pesados, avanzó hacia adelante, cada movimiento cargado de significado. A su lado, Dariel y Rigor lo acompañaban, sus miradas fijas en el cuerpo de su amigo, lleno de dolor y desasosiego.
"No puedo creer que haya llegado a esto," murmuró Dariel, su voz apenas un susurro en la vasta extensión del campo de batalla. "Victor... ¿cómo pudo terminar así?"
Rigor, con su expresión seria, miró a Nine Sharon, buscando respuestas. "¿Qué vamos a hacer ahora? Necesitamos encontrar una forma de traerlo de vuelta."
Nine Sharon, sintiendo la presión de las miradas sobre él, asintió lentamente. "Lo sé. Hay cosas que debemos descubrir, secretos que tal vez nos den una pista. Victor no se merece este final." Su voz era grave, pero había un atisbo de determinación en su mirada.
Mientras tanto, en el cielo, Jehová y el arcángel Miguel observaban la escena desde lo alto, sus figuras resplandeciendo con una luz divina. "Han demostrado un gran valor," dijo Jehová, su voz resonando en el aire como un eco celestial. "La lucha contra la oscuridad nunca es fácil, pero ellos han mantenido la fe."
"Debemos estar listos para cualquier cosa que venga," agregó Miguel, su mirada fija en el horizonte. "El camino hacia la redención no será sencillo, pero juntos, pueden encontrar la forma de recuperar lo que han perdido."
Con la resolución de seguir adelante, Nine Sharon, Dariel y Rigor continuaron su camino, llevando el cuerpo de Victor hacia un futuro incierto, pero lleno de esperanzas de redención y nuevos comienzos. Cada paso que daban era una promesa, no solo a Victor, sino a sí mismos y al mundo que aún necesitaba ser salvado.
Luci, Karen, Bianca y María llegaron corriendo a la zona del combate, el eco de sus pasos resonando en el aire pesado de tristeza. Cuando vieron a Nine Sharon sosteniendo el cuerpo inerte de Victor, el mundo pareció detenerse. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y en un instante, el dolor se volvió palpable.
Luci, la más cercana a Victor, fue la primera en acercarse. Con los ojos llenos de lágrimas, extendió los brazos y abrazó con fuerza el cuerpo de Victor, como si su amor pudiera devolverle la vida. "No, Victor... ¿por qué?" su voz se quebró mientras las lágrimas caían sobre su rostro.
María se unió a su lado, sollozando. "Siempre has sido el nuestro, Victor. No puedo creer que esto esté sucediendo." Las palabras se entrelazaron con sus lágrimas, formando un mar de dolor que envolvía a todas ellas.
Karen y Bianca, sintiendo el peso de la pérdida, se unieron al abrazo, formando un círculo de amor y tristeza alrededor de Victor. "No estás solo," murmuró Karen, apretando con fuerza, "Siempre serás parte de nosotras."
Nine Sharon observó la escena con el corazón desgarrado. "Fue mi mejor amigo, el mejor de todos," dijo con voz temblorosa. "Hizo más por los demás de lo que yo podría haber hecho. No sé cómo seguir adelante sin él." La emoción lo invadía, recordando los momentos compartidos, las risas, las batallas luchadas juntos.
Bianca levantó la mirada hacia Nine Sharon, sus ojos llenos de determinación a pesar del dolor. "No podemos dejar que su sacrificio sea en vano. Debemos luchar por él, por su legado."
Luci asintió, limpiándose las lágrimas. "Sí, debemos encontrar la forma de traerlo de vuelta. No podemos rendirnos."
A medida que el sol comenzaba a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y violetas, las cuatro mujeres sostuvieron el cuerpo de Victor con un renovado sentido de propósito. El amor que sentían por él se convirtió en una llama, encendiendo su determinación de seguir adelante y luchar por el futuro que él siempre había querido para todos.
Nine Sharon, con el rostro marcado por la tristeza y el peso del sacrificio de Victor, se dirigió a las cuatro mujeres y a Rigor, que aún observaban en silencio el cuerpo de su amigo. "Dejemos que esta vez descanse el más fuerte," dijo con voz firme pero suave, intentando transmitir consuelo en medio del dolor.
Las palabras resonaron en el aire como un eco, llenando el espacio con una mezcla de respeto y aceptación. "Victor siempre fue el primero en levantarse para luchar, siempre dispuesto a arriesgarlo todo por nosotros. Ahora, lo que más necesita es paz," continuó Nine Sharon, mirando al cielo, donde las estrellas comenzaban a parpadear tímidamente, como si también ellas lloraran la pérdida.
Luci, con los ojos llenos de lágrimas, asintió lentamente. "Tienes razón. Siempre ha sido el protector, y ahora necesita nuestro respeto. Debemos honrar su memoria."
Karen, aún abrazando el cuerpo de Victor, añadió: "Él nos enseñó a luchar, a nunca rendirnos. Pero también nos enseñó el valor del descanso y la paz. Debemos permitirle eso."
Bianca, sintiendo la fuerza del grupo, tomó la mano de María. "Si lo que Victor quiere es descansar, entonces debemos darle ese tiempo. Pero no olvidemos su legado; lucharemos por lo que él defendió."
Rigor se acercó, poniendo una mano sobre el hombro de Nine Sharon. "Gracias, amigo. Debemos ser fuertes por él, y en su memoria, seguiremos adelante. Pero por ahora, dejemos que descanse."
Las mujeres se retiraron lentamente, formando un círculo en torno al cuerpo de Victor, mientras el atardecer proyectaba sombras alargadas sobre el suelo. El silencio que se apoderó del lugar era un tributo al héroe que había caído. La noche se acercaba, y con ella, la promesa de que la lucha no había terminado, pero que hoy, Victor se merecía su descanso.
Fin.