La maldita humedad lo estaba matando, golpeandose el cuello con fuerza para matar o ahuyentar a los mosquitos que lo estaban acechando, el oficial de policia John White hizo una mueca de enojo al sentir el suave golpe de su mano tocar su pegajosa y sudorosa piel. El problema no era el calor, tampoco que se encontrase sumergido hasta el cuello en la calida y sucia agua pantanosa de aquel infierno verde que lo rodeaba, no, el verdadero problema era la maldita humedad que lo iba derritiendo lentamente mientras esperaba con una inhumana paciencia a que los desgraciados llegaran con el cargamento. La reunión se iba a llevar en un pequeño muelle casi abandonado en el corazón del pantano. El muelle solo era una tabla de madera que conectaba con una fina carretera de tierra cubierta por la densa vegetación de aquel lugar y una pequeña casucha que servía como almacen de dicho lugar. Solo se encontraba un hombre delgado y de cabello largo anaranjado que sostenía una fina caña de pescar cuyo blanco hilo se hallaba en el fondo del pantanoso lago. El sonido de los grillos junto a las luces de las luciernagas le daban aquel pintoresco paisaje casi de ensueño antes que un lugar peligroso en donde dentro de poco se daria una importante venta de cocaina.
Muy en el fondo, White esperaba que su contacto le hubiese dicho la verdad en lugar de haberle dado una información falsa. Speedy era un muchacho de confianza dentro de la unidad, pero hasta hombres como él podían llegar a cometer errores tales como recibir un falsa información o recibir un pago muy generoso para mentir. White esperaba por el bien de Speedy que fuese lo primero en lugar de lo segundo o que solo hubiese un retraso de unos veinte minutos, nada más. De larga cabellera rubia y ojos verdes, White era un oficial veterano de Narcoticos que muy a menudo pensaba en retirarse de la D.E.A para dedicarse de lleno a otra cosa. Casi siempre se imaginaba a sí mismo escribiendo sus memorias dentro de la unidad para venderlo como un libro en las librerias, sabía que la editorial que quisiera publicar sus memorias le pediría que corrigiera o borrara algunas de ellas por lo escabrosas que podían llegar a ser, pero él se negaría a hacerlo porque, las personas veían cosas mucho peores y más perturbadoras en Internet.
Tampoco estaba muy seguro de que en realidad quisiera hacer eso. Ser un escritor no era lo suyo, sino ser un hombre de acción, la adrenalina corría por sus venas. Si quería escribir entonces bien podía pedir un traspaso a un trabajo de escritorio, allí seguro que se sentiría comodo. No, White amaba ser policia, pero estaba cansado y solo quería dejar de lado aquella vida peligrosa a la cual estaba expuesto. Revisando su reloj de pulsera, se molesto al ver que habían pasado veinticinco minutos y aun no ocurría nada. El capitán dijo por la radio:
- Cinco minutos mas y si no pasa nada, entonces nos vamos
- Entendido- asintió White hablando por su comunicador
La tensión era igual de molesta o quizas más que la humedad de aquel lugubre ambiente. La noche ya había caido hacía rato y nada parecía que fuese a cambiar, repentinamente su cabeza comenzó a jugarle una mala pasada al recordarle la leyenda del Hombre Lagarto de los Pantanos de Louisiana.
Era un tonto cuento de terror infantil que narraba la historia de la familia Lewis, unos poderosos terratenientes que habitaron los pantanos en 1818 y cuya fortuna era tan grande como lo era su reputación. Contaba la leyenda que Sir Henry Lewis era un patan que trataba mal a sus esclavos y abusaba de su poder economico sobre los pobladores del aquel entonces pueblo de Greenville en Louisiana, actualmente conocida como la ciudad de Green Hope. Henry poseia una hermosa mansión que se hallaba en el corazón de aquel pantano, posiblemente no muy lejos de allí, y que en la actualidad solo era una edificación en ruinas que solo ayudaba a cimentar aquel cuento de brujas. Henry poseía dos hijos, uno era Larry, el hijo mayor, y el otro era Steven, quien era su hijastro, a quienes deseaba heredarles una parte de su fortuna a cada uno, sin embargo antes debían de probarle su valía como hombres. Por esa razón aquel vil estanciero decidió organizar una cacería humana, en donde los esclavos serían las presas de ambos hijos. A Henry no le molestaba perder a algunos de sus sirvientes debido a que tenía el dinero suficiente para poder conseguir otros en tan solo una mañana, sin embargo si le interesaba ver lo que sus hijos podían hacer. Como era de esperar, ambos hijos accedieron a tal petición, aunque Steven casi lo hizo a regañadientes debido a que él no creía que dicho acto fuese digno de un ser humano sino de un animal, aun así él deseaba el dinero. Steven había sido el hijo de un estanciero en Texas quien tuvo la mala suerte de morir de un infarto a los cuarenta y ocho años, cuando Steven tan solo tenía doce años, siendo él quien tuvo que hacerse cargo de todo el rancho durante cuatro exhaustivos años hasta que su madre se casó con Henry. Si bien la relación de Steven y Henry no era buena, tampoco era mala. Henry respetaba a Steven debido a que veía en él a un autentico hombre emprendedor capaz de aceptar responsabilidades y Steven veía en Henry a un hombre solitario que tuvo que empezar toda su labor desde cero e hizo lo que creyó conveniente para sobrevivir. Habiendo tenido que adoptar responsabilidades desde muy temprana edad lo hizo tener una cierta empatía por aquel vil hombre. Sin embargo aquello era demasiado, aun para los estandares de una persona que tuvo que pelear a su manera para poder triunfar en la vida. Steven participaría de la cacería, pero no mataría a nadie sino que los dejaría ir, haría de cuenta que tropezaba en un momento crucial o directamente les dispararía en el hombro o la pierna para que nadie notara su desapruebo ante tal monstruosidad. Era mejor decirle a Henry que trató y falló a negarse de lleno ganandose a un peligroso enemigo sin un motivo valido. Henry no le daría su dinero, pero al menos no iría tras de él como un buitre, poniendo a su madre en peligro, mientras que Steven iniciaba desde cero todas sus actividades, posiblemente siendo apoyado por Henry. Lo que aquel joven estanciero no sabía era que uno de los esclavos seleccionados para la caza conocía a un misterioso Chamán que habitaba los pantanos y que durante la cacería, fue a su auxilio, pidiendole justicia. Aquel poderoso Chaman accedió y por medio de sus rituales, convirtió a Steven en una monstruosidad. Aquel joven muchacho, durante la cacería, perdió el control de sí mismo y se convirtió en una especie de Lagarto humanoide que fue en busqueda de su hermanastro, al cual cazó como si de un animal se tratase y luego despedazó con sus mandibulas de cocodrilo. Despues de eso, aquel Hombre Lagarto se dirigió hacia donde se encontraba la mansión de Henry, quien estaba dando una fiesta en honor a los jovenes herederos de su fortuna en ese momento, y sin poder controlarse, los mató a todos con una furia casi demencial. Siendo Henry el último en caer al ver como aquella cosa con rostro y escamas de cocodrilo pero con cuerpo humano lo descuartizaba lentamente antes de proceder a devorar su carne con una furia sobrehumana. Los pocos sobrevivientes que pudieron escapar, cuentan que oyeron un grito de lamento humano seguido de un rugido similar al de un cocodrilo salir del interior de esa mansión.
A partir de entonces y hasta la actualidad, se cuenta que habita en los pantanos una criatura con forma humana y rostro de cocodrilo, Steven Lewis, el Hombre Lagarto.
- Objetivo en la mira- informó uno de los policias, sacando a White de sus pensamientos. Observando de nuevo hacia la cabaña, pudo comprobar que una avioneta estaba descendiendo y a menos que se equivocara, esta llevaba consigo algo más que cañas de pescar
- En marcha- ordenó el capitán dando inicio a la operación
No lejos de allí, oculto entre la maleza y la empantanada agua, una criatura con rostro de lagarto y cuerpo humano observaba lo que ocurría.