Lista de Musica:
#1--Deep sea metro central station---Splatoon 2 octo expansion
#2--Inside the deep sea metro subway car--Splatoon 2 octo expansion
#3--Sky Romance -- Skibblez
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Chara despertó de golpe, inhalando profundamente como si el aire hubiese estado ausente de sus pulmones durante demasiado tiempo. Su mente aún estaba atrapada en el sueño, un residuo vívido que no desaparecía del todo. Parpadeó varias veces para despejarse, pero el entorno que la rodeaba no ofrecía ninguna comodidad. Ya no estaba el bosque de la Corrupción ni el susurro amenazante de sus árboles venenosos.
Miró a su alrededor y reconoció las imponentes siluetas de las montañas que la rodeaban. Había visto su forma en mapas antiguos, grabados y descripciones en libros: la cordillera de Wright. Las cumbres nevadas brillaban bajo un cielo irrealmente claro. Era como si estuviera atrapada en un paisaje de ensueño, pero la sensación de inquietud persistía.
Entonces lo vio.
A lo lejos, una figura solitaria destacaba contra el horizonte. Floppa. Estaba de pie, inmóvil, envuelto en un resplandor que reconoció al instante. Ese brillo de estrella que había visto en sueños tantas veces antes, cuando aún no sabía quién era él.
Pero esta vez, algo era diferente. Algo estaba mal.
Floppa ardía.
Su cuerpo estaba cubierto por llamas vivas que devoraban sus brazos, piernas y torso. Una venda ennegrecida cubría su ojo derecho, manchada por el calor, y su piel estaba marcada por quemaduras que se extendían como raíces sobre su carne. Y, sin embargo, su rostro permanecía impasible, tranquilo, casi indiferente al dolor que debería estar sintiendo, sobre el, una estrella, de color dorado, emitia una luz cegadora, el propio Floppa emitia algo d eluz, no igual de intensa, pero igual de notable.
—¡Floppa! —gritó Chara, el pánico llenando su voz.
Intentó correr hacia él, pero sus piernas no respondieron. Era como si estuviera atrapada en arenas movedizas, cada paso se volvía más lento, más pesado.
—¡Detente! ¡Te estás quemando!
Sus palabras se perdían en el viento. Floppa no respondía, ni siquiera giraba la cabeza. El fuego continuaba consumiéndolo, y el resplandor a su alrededor crecía, cegándola poco a poco. Chara luchaba, desesperada, pero cuanto más intentaba acercarse, más lejos parecía estar él, aunque sus pies permanecían inmóviles.
—¡Floppa! —gritó una vez más, su voz quebrándose.
Y entonces, la luz lo envolvió por completo, borrándolo de su vista.
. . .
Chara despertó otra vez, esta vez al frío implacable de una superficie dura bajo su cuerpo. Su respiración era errática, y su corazón latía con fuerza en su pecho. Miró a su alrededor, aún con el sueño quemando en el fondo de su mente. Ya no estaba el Sparrow, ni el bosque.
Lo que la rodeaba era completamente diferente. Concreto gris, desgastado y cubierto de marcas que parecían cicatrices de tiempo y abandono. Vidrios rotos brillaban tenuemente a su alrededor, reflejando la luz tenue de pantallas apagadas que colgaban de las paredes. Andamios oxidados y cintas de seguridad amarillas colgaban como vestigios de algo olvidado hace mucho. Mangueras verdes se extendían por el suelo, transportando una sustancia luminiscente que emitía un brillo débil.
Giró la cabeza y vio a Floppa. Estaba acurrucado en posición fetal, abrazándose a sí mismo, como si intentara protegerse de algo que solo él podía ver.
—Floppa… —susurró, tocándole suavemente el hombro.
Él no respondió al principio, su cuerpo rígido como una estatua. Chara insistió, sacudiéndolo con más fuerza. Finalmente, sus ojos se abrieron, parpadeando mientras su mente parecía esforzarse por procesar lo que veía.
Al principio, su mirada fue de confusión. Luego, el reconocimiento llegó, seguido de una alarma palpable. Se incorporó rápidamente, su cuerpo tenso, y sus ojos recorrieron el lugar con una mezcla de miedo y desconcierto.
—¿Qué…? —murmuró, su voz apenas un susurro.
Chara lo observó con creciente preocupación. Las manos de Floppa comenzaron a temblar visiblemente. Antes de que pudiera detenerlo, él se mordió la mano con una fuerza tan violenta que la sangre comenzó a manar de la herida.
—¡Floppa! —exclamó, agarrando su brazo y apartándolo de su boca. —¡Detente, te estás haciendo daño!
Él se quedó inmóvil por un momento, sus ojos aún fijos en un punto indefinido. Luego, lentamente, dejó escapar un suspiro tembloroso y murmuró:
—Lo siento… necesitaba… asegurarme de que esto era real.
Chara frunció el ceño, sus dedos aún firmes sobre su brazo. —¿Real? ¿Qué significa eso? ¿Sabes dónde estamos?
Floppa desvió la mirada, recorriendo el entorno con una mezcla de reconocimiento y aprensión.
—No estoy seguro… pero parece una estación de metro.
—¿Metro? —repitió Chara, confundida.
Él asintió, aunque su expresión seguía siendo distante. —Es un sistema de transporte subterráneo… trenes que conectan diferentes lugares bajo las ciudades. Yo… los usaba mucho en mi mundo.
Chara se cruzó de brazos. —Eso explica por qué nunca he oído hablar de ellos. En Desolea, solo Ciudad Barrera de Coral tiene algo remotamente parecido.
Floppa no respondió, en cambio, su atención se fijó en un cartel cercano, un rombo dividido en cuatro colores: rojo, azul, amarillo y verde. Su rostro palideció al instante, y sus manos comenzaron a temblar de nuevo.
—¿Floppa? —Chara lo observó con preocupación creciente.
Él desvió la mirada rápidamente. —Sigamos.
No esperó una respuesta, comenzando a caminar hacia el tren abandonado que yacía frente a ellos. Chara lo siguió de cerca, su mente inundada de preguntas que no se atrevía a hacer.
El tren estaba oxidado y cubierto de mugre, las luces interiores parpadeaban de forma inquietante. Floppa iba adelante, inspeccionando cada rincón con una tensión visible.
—Esto no me gusta —dijo Chara, rompiendo el silencio.
Floppa no respondió de inmediato. —A mí tampoco.
Ambos cruzaron el tren, sus pasos resonando en el silencio. Finalmente, salieron y se encontraron con un túnel que se extendía hacia una oscuridad opresiva.
Chara extendió la mano y tomó la de Floppa.
Él se detuvo, sorprendido, y la miró con una mezcla de desconcierto y curiosidad. —¿Qué haces?
Ella sostuvo su mirada, sus ojos verdes brillando con una mezcla de determinación y calma. —Hago lo que tú harías por mí. No voy a dejar que cargues con esto solo.
Floppa sintió una calma inesperada al mirarla. La tranquilidad en sus ojos le resultaba reconfortante, pero también peligrosa. Era una sensación que conocía demasiado bien. Algo que solía asociar con lo que había perdido… y con lo que temía volver a encontrar.
Sacudió la cabeza, apartando el pensamiento. —No es el momento para eso.
Chara frunció el ceño, pero no soltó su mano. —Entonces dime cuándo será.
Floppa no respondió. En lugar de eso, apretó los labios y comenzó a caminar hacia el túnel, llevándola consigo. El eco de sus pasos se perdió en la oscuridad que los envolvía.
Los pasos de Chara y Floppa resonaban en el túnel oscuro, el sonido amplificándose en el vacío que los rodeaba. El aire se sentía pesado, cargado de algo que no podían identificar del todo. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, una tenue luz comenzó a filtrarse desde adelante.
Al avanzar, se encontraron con una estación parcialmente iluminada. Las luces parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras que se alargaban y se contraían en las paredes. El ambiente estaba cargado de una atmósfera opresiva, como si el lugar hubiese sido abandonado en mitad de algo importante.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Chara, su voz rompiendo el silencio.
Floppa no respondió de inmediato. Su mirada recorría el espacio con una mezcla de reconocimiento y recelo. Había algo aquí que no podía ignorar, algo que lo hacía sentir inquieto.
A un lado de la estación, había una gran cantidad de equipo de laboratorio: mesas metálicas llenas de instrumentos, tubos conectados a grandes contenedores de cristal que contenían una sustancia luminiscente azul verdosa. Bolsas de suero colgaban de soportes, llenas del mismo líquido, pero sin etiquetas que indicaran su contenido.
Chara se acercó a una de las mesas, inclinándose para observar más de cerca uno de los contenedores grandes. —Esto… no parece agua.
Floppa la miró brevemente antes de acercarse a una pared donde una pintura desgastada mostraba un símbolo familiar: el rombo dividido en cuatro colores, los mismos que habían visto antes. Bajo el símbolo, había unas siglas escritas en un idioma que Chara no reconoció, pero que Floppa sí.
—¿Qué dice? —preguntó ella, observando el rostro de Floppa mientras leía.
Él no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en las letras, y un escalofrío recorrió su espalda.
—Es griego —dijo finalmente, su voz tensa. —Significa… "O.R.C.A".
Chara frunció el ceño. —¿Qué?
Floppa apartó la mirada, ignorando la pregunta. La palabra retumbaba en su mente, trayendo consigo una avalancha de recuerdos que había intentado enterrar. Este lugar… este símbolo… no era coincidencia.
—Sigamos —dijo con brusquedad, caminando hacia el fondo de la estación.
Chara lo observó por un momento, sus ojos llenos de preocupación, pero no insistió. Lo siguió mientras ambos recorrían el espacio, pasando junto a más contenedores y equipos que parecían pertenecer a un laboratorio abandonado.
Al llegar al fondo de la estación, se encontraron con una puerta metálica cerrada. Chara probó el pomo, pero no se movió.
—Está cerrada —dijo, soltando un suspiro.
Floppa asintió, examinando la puerta. —Tiene que haber una llave en algún lugar.
—Entonces, busquémosla.
Se separaron para inspeccionar la estación. Chara revisó entre los equipos, apartando instrumentos y objetos metálicos que parecían no haber sido tocados en años. Floppa, por su parte, mantenía su distancia del equipo más grande, como si temiera lo que pudiera encontrar si buscaba demasiado.
Después de unos minutos, Chara encontró algo que llamó su atención. Una plataforma circular estaba en el suelo, marcada con dibujos de dos pies que parecían indicar dónde colocarse.
—¡Floppa! —lo llamó, agitando la mano para que se acercara.
Él llegó rápidamente, sus ojos fijándose en la plataforma. Al verla, su expresión cambió. Había algo en ella que reconocía.
—¿Qué es? —preguntó Chara, notando su reacción.
Floppa no respondió. En lugar de eso, se subió a la plataforma sin pensarlo dos veces.
De inmediato, una pared de acrílico circular emergió del suelo, encerrándolo dentro. Chara retrocedió instintivamente, alarmada. —¡Floppa! ¿Qué estás haciendo?
Él no respondió, pero su cuerpo estaba completamente tenso. Una pantalla emergió frente a él, proyectando un holograma con símbolos y patrones que Chara no podía entender.
—¿Floppa? —repitió ella, pero él parecía completamente concentrado en lo que estaba ocurriendo.
La plataforma comenzó a girar lentamente, emitiendo un zumbido que resonaba en toda la estación. Chara observó, confundida y preocupada, mientras las luces del holograma iluminaban el rostro de Floppa. Finalmente, la plataforma se detuvo, y el acrílico se retrajo.
Floppa dio un paso hacia adelante, y Chara notó algo diferente en él. En su mano derecha, sostenía una espada que no había estado allí antes.
—¿De dónde salió eso? —preguntó, señalando el arma.
Floppa no respondió. En lugar de eso, cerró los ojos por un momento, y antes de que Chara pudiera decir algo más, desapareció.
—¿Floppa? —gritó, girándose frenéticamente para buscarlo.
El silencio fue interrumpido por un ruido lejano: el sonido de objetos cayendo y rompiéndose. Chara se quedó inmóvil, sus ojos fijos en la dirección de donde provenía el ruido.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró para sí misma, sus puños cerrándose con frustración.
Pasaron unos segundos que se sintieron como horas antes de que Floppa reapareciera en la plataforma. La espada desapareció de su mano al instante, siendo absorbida por la plataforma, como si nunca hubiera existido.
—¿Qué fue eso? —preguntó Chara, acercándose rápidamente.
Floppa sostenía algo en la mano: una llave metálica, brillante y desgastada por el tiempo.
—La llave —respondió, entregándosela.
Chara lo miró fijamente, su preocupación evidente. —Floppa, ¿qué acaba de pasar? ¿De dónde salió esa espada? ¿Por qué desapareciste?
Él la miró con una expresión seria, sus ojos oscuros como la noche. —No importa ahora. Lo importante es que podemos seguir adelante.
—¿No importa? —repitió, incrédula. —Claro que importa. No puedes simplemente… desaparecer y volver como si nada.
Floppa desvió la mirada. —Te lo explicaré después.
Chara lo observó en silencio por un momento antes de suspirar. —Más te vale.
El túnel oscuro ante ellos parecía extenderse hacia el infinito, con vías de tren que se adentraban en la penumbra como cicatrices metálicas. Floppa se detuvo un instante al verlas, su mirada fija en los rieles como si viera algo más allá de lo visible. Masculló algo inaudible para sí mismo, pero el temblor en sus manos era inconfundible, incluso a través de los guantes que llevaba. Chara lo miró de reojo, preocupada. La cota de malla hecha de caparazón que cubría a Floppa emitía un leve tintineo con cada pequeño escalofrío que recorría su cuerpo. No podía evitar notar que aún tenía pedazos de su ropa original, esos jirones maltrechos que había traído consigo antes de que el periquito lo devorara. Chara sintió un nudo en el estómago al imaginar lo desprotegido que debía sentirse.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, sin dejar de caminar.
Floppa asintió, pero no dijo nada. Sus ojos escaneaban cada rincón del lugar, sus sentidos alerta como un animal acorralado.
-Play--#1
Al cabo de unos minutos, llegaron a una estación más amplia, donde la penumbra daba paso a una tenue iluminación artificial. El aire era más pesado aquí, cargado con un olor metálico y a humedad. En las paredes, había anuncios luminosos que intercalaban imágenes familiares y extrañas. Chara frunció el ceño mientras intentaba procesar lo que veía: imágenes de joyas de diamantes negros, los tesoros más famosos de Goldwater, junto a un paisaje conocido del Lago Estrella, en la cordillera de Wright. Pero al otro lado del andén, había anuncios que le resultaban completamente incomprensibles, escritos en un idioma desconocido.
Floppa se tensó de inmediato al verlos. Se quedó mirando uno en particular, un anuncio de un refresco con colores vibrantes y un eslogan que le hizo parpadear varias veces como si estuviera viendo un fantasma.
—¿Qué dice? —preguntó Chara, notando cómo su compañero parecía clavado al suelo.
—Es un anuncio... de refresco —respondió Floppa, su voz apenas un susurro. Luego, como si intentara desviar su propia mente de los recuerdos que lo atormentaban, añadió con una sonrisa forzada—. Era bastante bueno, ¿sabes? De limón con gas.
—No tenemos eso en Desolea —dijo Chara con curiosidad. Luego, con un brillo en los ojos, añadió—: Pero suena interesante. ¿Podrías hacerme uno algún día?
La sonrisa de Floppa se suavizó un poco, como si por un instante olvidara dónde estaba.
—Claro. Es fácil. Prometo que te prepararé uno cuando salgamos de aquí.
Antes de que pudieran continuar, un sonido agudo rompió el silencio de la estación. Ambos se giraron hacia el origen del ruido, y ahí, en el centro del andén, entre las dos vías, había un teléfono solitario montado en un pedestal. Su forma era extraña, con un auricular que parecía el rostro de una criatura caricaturesca.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Chara, inclinando la cabeza.
—Un teléfono —respondió Floppa, con la misma tensión que si acabara de nombrar a un enemigo peligroso. Avanzó un paso hacia el aparato, pero antes de que pudiera tomarlo, Chara lo descolgó con curiosidad.
—¡Espera! —exclamó Floppa, alarmado.
Demasiado tarde. Una voz robótica resonó a través del auricular:
—Bienvenidos al programa O.R.C.A. ¿Destino solicitado?
Chara miró el teléfono con fascinación y luego a Floppa.
—¿Qué dice?
—Es... complicado —dijo Floppa, su rostro pálido. Antes de que pudiera explicar, la voz del teléfono continuó, interrumpiéndolo:
—Bienvenidos al programa O.R.C.A., diseñado para facilitar la movilidad de los usuarios a través de Desolea y todos los mundos disponibles.
La voz era monótona, entrecortada, como si el sistema estuviera dañado. Chara ladeó la cabeza.
—No entiendo nada, ¿esto es normal?
—No, nada aquí es normal —murmuró Floppa, con los ojos fijos en el teléfono.
De repente, la voz cambió, adaptándose a un tono más juvenil y casual:
—¡Hey, hey, muchachos! ¿Listos para rockear? Estoy aquí para ayudarles a moverse como los reyes que son. Bueno, más o menos. Hay algunos... problemas técnicos. Pero no pasa nada, ¿vale?
Chara alzó una ceja, divertida. Floppa, en cambio, pareció tensarse aún más.
—Esto es absurdo —murmuró, como si intentara convencer a alguien más que a sí mismo.
Chara tomó la iniciativa.
—¿Podemos recuperar el Sparrow? ¿Y tal vez salir a la superficie?
La voz del teléfono dio una carcajada sintética.
—¡Uy, no tan rápido! Primero tienen que pasar unas pruebas aquí en el metro. ¿Saben? Pequeños retos. Cosas divertidas. ¡Confíen en mí!
Floppa negó con la cabeza, retrocediendo un paso.
—Esto no es buena idea... —dijo con seriedad, pero Chara ya había aceptado.
—¡Genial! —exclamó el teléfono—. Pongan sus brazos en el escáner para sus brazaletes personalizados.
Ambos lo hicieron con reticencia. Cuando llegó el turno de Chara, el dispositivo imprimió un brazalete sencillo con el número 63194. Sin embargo, cuando fue el turno de Floppa, la máquina se detuvo.
—Usuario identificado. Registro previo detectado. Fecha de registro: hace dos años.
Floppa sintió el corazón hundirse.
—¿Dos años...? —Chara lo miró, confundida—. Dijiste que llegaste aquí hace dos meses.
Antes de que él pudiera responder, el dispositivo imprimió un brazalete diferente: un aro grueso, negro, con el número 28194. Este tenía dos pequeños clavos que se atornillaron automáticamente a su muñeca al colocárselo. Floppa apretó los dientes, tratando de no gritar, pero un hilo de sangre comenzó a gotear.
La voz del teléfono habló alegremente:
—¡Listos para la acción! Metro en camino. ¡Suban y diviértanse, chicos!
Un tren grafiteado y cubierto de algas emergió de la oscuridad, deteniéndose frente a ellos con un chirrido ensordecedor. La puerta se abrió, revelando un interior igual de destartalado.
Chara tomó la mano de Floppa, sintiendo el calor de la sangre en su palma.
—Lo siento —susurró, sintiéndose culpable—. Esto está mal. Todo esto está mal.
Floppa la miró con una sonrisa cansada.
—No importa. Entre más rápido recojamos nuestras cosas, más rápido nos iremos de aquí.
Entonces subieron al tren
-play--#2
El traqueteo del tren era rítmico, casi hipnotizante, pero el silencio entre ellos era pesado. Floppa mantenía su mirada clavada en el brazalete que cubría su muñeca herida, ajustándolo con cuidado para no rozar los bordes de los clavos incrustados. Chara, a su lado, no dejaba de observarlo. Había algo en su expresión, en la tensión que marcaba las líneas de su rostro, que le decía que estaba recordando algo que preferiría olvidar.
—Floppa… ¿cómo funciona un metro? —preguntó finalmente, rompiendo la quietud.
Él levantó la mirada, como si la pregunta lo hubiese sacado de un trance. La dureza en su expresión se suavizó por un momento mientras consideraba su respuesta.
—Un metro normal… —comenzó a decir, y luego hizo una pausa—. Bueno, en mi mundo, son trenes que funcionan con electricidad. Corren bajo tierra o a nivel del suelo, siguiendo rutas predefinidas. Las estaciones son los puntos donde las personas suben y bajan, y las líneas están conectadas, así que puedes cambiar de un tren a otro dependiendo de adónde quieras ir.
Chara asintió, pero su curiosidad seguía latente.
—¿Y este? —preguntó mientras señalaba alrededor.
Floppa exhaló un suspiro y levantó su brazalete. Con un movimiento fluido, desplegó un mapa holográfico que brillaba tenuemente en el aire. Su rapidez para hacerlo hizo que Chara arqueara una ceja. Estaba claro que conocía este sistema mucho mejor de lo que quería admitir.
Las líneas de colores que se cruzaban en el mapa parecían un intrincado tejido, y el porcentaje en la parte superior mostraba un 99%. Al lado, un símbolo de una tarjeta digital brillaba con un saldo casi insultantemente alto. Chara no pudo evitar fruncir el ceño.
—¿Tu mapa está completo? —preguntó, sorprendida.
—Casi —murmuró Floppa, evitando mirarla a los ojos.
Chara intentó desplegar su propio mapa, pero fracasó. Frustrada, se giró hacia él.
—¿Me ayudas?
Floppa tomó su brazo con cuidado y activó el brazalete. El mapa que apareció era mucho más simple: una sola línea de color con algunos puntos rojos. El porcentaje marcaba un 0%, y su saldo era apenas de 200 puntos.
—Tu mapa está limitado porque acabas de registrarte —explicó Floppa—. Los puntos rojos son estaciones con pruebas. Cada vez que pasas una prueba, desbloqueas más rutas y líneas.
Chara estudió su mapa mientras Floppa hablaba.
—¿Y el tuyo? —preguntó, señalando la diferencia.
—El mío no me muestra pruebas porque ya completé casi todas las estaciones —respondió él. Luego, señaló un único punto rojo en su propio mapa—. Salvo esa.
—¿Por qué no la completaste?
Floppa desvió la mirada hacia el suelo.
—Porque no quise —respondió simplemente.
Chara frunció el ceño, pero decidió no insistir. En cambio, se enfocó en su propio mapa.
—Parece que mi primer punto está aquí —dijo, señalando una estación en rojo.
Floppa asintió y seleccionó la estación en su brazalete. El tren cambió de dirección casi de inmediato.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez fue Chara quien lo rompió.
—¿Cómo es que ya has estado aquí?
Floppa vaciló, pero finalmente habló.
—Esto va desde mi mundo anterior. Hace tres años, antes de que llegara a Desolea, mi mundo comenzó a desintegrarse. Un grupo de chicos y yo fuimos reclutados por el gobierno para buscar soluciones. Trabajábamos en un metro como este, aunque no tan… extraño. —Hizo una pausa, como si reunir las palabras le costara un gran esfuerzo—. Encontramos esta estación central, y todo cambió.
Chara lo miró, intrigada.
—¿Qué cambió?
—Todo —dijo Floppa con amargura—. El metro tenía una IA que nos registró, como lo hizo ahora. Sus pruebas no eran solo juegos… eran mortales. El resto de los chicos murieron tratando de escapar.
Chara abrió los ojos de par en par.
—¿Y tú? ¿Cómo saliste?
—A duras penas —murmuró él—. Pero no salí a un mundo mejor. Afuera, todo estaba peor. Las zonas cercanas estaban desintegradas, y el gobierno había matado a todos los que trabajaban en las investigaciones.
La expresión de Chara se endureció.
—Floppa… —llamó Chara suavemente—. Háblame. ¿Qué pasó con los otros chicos?
El suspiro de Floppa fue profundo, cargado de un cansancio que parecía demasiado pesado para alguien de su edad.
—No fue rápido, si eso es lo que te preocupa —dijo, su voz baja y áspera—. Cada prueba era peor que la anterior. No solo era el riesgo físico, sino lo que hacía el metro… cómo jugaba con nuestras mentes. La IA nos estudiaba con cada prueba que nos hacia, y eso solo empeoraba las cosas para nostros en las pruebas que seguian.
Chara lo observó, incapaz de imaginar lo que describía.
—¿Qué tipo de pruebas? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia él.
—De todo tipo —respondió Floppa, apretando los puños—. Algunas eran físicas: laberintos que cambiaban de forma, túneles que se cerraban tras nosotros, cosas que no deberían existir. Otras eran mentales. Examenes increiblemente complicados de distintos temas.
Chara tragó saliva, pero no apartó la mirada.
—¿Cómo lo superaste?
Floppa se encogió de hombros.
—No lo se con certeza. Tal vez simplemente soy más obstinado que los demás. Pero no creas que salí ileso. —Se giró hacia ella, y en sus ojos había algo oscuro, algo que ella no había visto antes—. A veces pienso que nunca salí realmente.
Chara sintió un escalofrío recorrer su columna, pero no dejó que eso la intimidara.
—Floppa, no estás solo esta vez. Ahora estoy contigo, y estoy entrenada para enfrentar lo que sea.
Él esbozó una sonrisa amarga.
—Ellos también estaban entrenados… y aun así murieron.
Chara apretó su brazo con más fuerza.
—No voy a morir —dijo con determinación—. Y tú tampoco.
Floppa la miró, y su sonrisa cambió, volviéndose cálida.
—No voy a dejar que mueras.
Los ojos de Chara se encontraron con los de él, y por un momento, el ruido del tren desapareció. El traqueteo del tren continuaba llenando el silencio entre ellos, pero esta vez parecía más denso. Chara aún tenía su mano sobre el brazo de Floppa, y aunque él no la apartó, tampoco dijo nada de inmediato. Sus ojos estaban fijos en el mapa holográfico que había proyectado desde su brazalete, como si examinara cada línea y cada punto con una intensidad que iba más allá de lo necesario.
—Floppa… —llamó Chara en voz baja, intentando no romper el delicado equilibrio del momento—. ¿Por qué nunca completaste esa última estación?
La pregunta lo sacó de su trance, pero no pareció sorprenderlo. Cerró el mapa con un movimiento fluido, pero el gesto no tenía la misma velocidad calculada de antes. Esta vez, era casi resignado.
—Porque no lo necesitaba —respondió finalmente, su voz tan baja que Chara tuvo que inclinarse hacia él para escuchar—. Encontré una forma de salir sin terminar todas las estaciones.
Chara parpadeó, confundida.
—¿Qué? ¿Cómo?
Floppa soltó un suspiro y se recargó en el asiento, cruzando los brazos mientras buscaba las palabras adecuadas.
—Después de casi un año atrapado en ese lugar, me di cuenta de que el sistema no era perfecto —comenzó, sus ojos oscuros fijos en algún punto del vagón—. Había algo que fallaba en su programación. Algo pequeño, casi insignificante, pero suficiente para abrir una grieta.
Chara no pudo evitar la curiosidad que se encendió en su interior.
—¿Un error en el programa?
Floppa asintió lentamente.
—Exacto. Fue pura suerte que lo encontrara. Hice cálculos durante meses. Todo apuntaba a que las probabilidades de encontrar ese error eran de una en miles, quizá millones. Pero al final, lo encontré. Lo mas ironico fue que lo encontre por un error que yo mismo cometi en los calculos
Chara lo miró con incredulidad.
—¿Y te dejó salir?
Floppa apretó los labios antes de responder.
—No fue tan simple. El sistema detectó lo que estaba haciendo y me puso más pruebas en el camino. Pero ya sabía cómo funcionaba para entonces. Cada movimiento, cada decisión, era una estrategia calculada. Logré salir… pero apenas.
Chara se quedó en silencio, su mano aún descansando sobre su brazo. El peso de sus palabras era casi palpable.
—¿Y ahora? —preguntó suavemente—. ¿Qué piensas hacer ahora?
Floppa volvió a abrir el mapa desde su brazalete, sus dedos trazando una línea invisible entre las estaciones.
—Ahora tengo una razón para intentarlo de nuevo —dijo, girando la cabeza para mirarla directamente—. Si encuentro ese error otra vez, no tendremos que completar el metro. Podemos salir antes de que sea demasiado tarde.
Chara sintió cómo algo se revolvía en su pecho al escuchar eso. No sabía si era alivio, esperanza o miedo, pero lo único que logró decir fue:
—¿Crees que puedas encontrarlo otra vez?
Floppa se permitió una pequeña sonrisa.
—Si hay algo que he aprendido, Chara, es que las máquinas no son infalibles. Todo sistema tiene un punto débil. Solo hay que buscar lo suficiente.
Ella asintió, intentando absorber lo que él decía. Pero algo más seguía rondando en su mente.
—Floppa… ¿y si no lo encontramos? —preguntó, su voz temblando un poco.
Él extendió una mano y la colocó sobre la suya, su tacto sorprendentemente cálido.
—Si no lo encontramos, completaremos las pruebas —respondió con firmeza
Chara abrió la boca para responder, pero las palabras se le quedaron atoradas al ver la intensidad en los ojos de Floppa. Por un momento, el ruido del tren desapareció, y todo lo que existía era el peso de su mirada y la promesa que había en ella.
Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.
—Entonces no tenemos otra opción —dijo, apretando ligeramente su mano—. Vamos a salir de aquí, juntos.
Floppa asintió, permitiéndose una sonrisa.
—Juntos.
El tren dio un ligero sacudón mientras cambiaba de dirección, dirigiéndose hacia la estación marcada en el mapa de Chara. Ambos sabían que las pruebas no serían fáciles, pero por primera vez, el peso de lo que enfrentaban parecía un poco más ligero.
. . .
El vagón del metro vibraba ligeramente mientras se deslizaba por los rieles. Las luces intermitentes del techo comenzaron a apagarse una por una, sumiendo el espacio en una penumbra tenue, iluminada solo por los débiles resplandores de las pantallas de sus brazaletes.
Chara levantó la mirada al notar el cambio, sus ojos aún brillando con el cansancio acumulado.
—¿Es de noche? —preguntó, algo confundida, mientras miraba por las ventanas oscuras.
Floppa, recostado en el asiento frente a ella, apenas levantó la cabeza.
—Sí —respondió con voz tranquila—. El sistema del metro apaga las luces para simular ciclos de día y noche. Aunque aquí no hay un cielo que lo confirme, las pruebas siguen siendo igual de implacables, sin importar la hora.
Chara lo observó, intentando descifrar cómo podía mantenerse tan sereno después de todo el día que habían tenido. Habían completado una línea entera, y gracias a eso, el mapa de su brazalete ahora mostraba dos nuevas líneas desbloqueadas. Pero ella apenas podía mantenerse despierta.
—Has hecho esto antes, ¿verdad? —preguntó de repente, sus palabras lentas por el agotamiento—. Ya sabes qué hay en cada prueba.
Floppa asintió ligeramente, sus ojos fijos en el mapa holográfico que todavía proyectaba en su muñeca.
—Sí —admitió sin mirarla—. Pero eso no significa que sean fáciles.
Chara se recostó en el asiento y lo estudió con más atención. Sus movimientos eran tan mecánicos, tan precisos, que ella no podía evitar sentirse como una simple espectadora en este juego en el que él parecía llevar la delantera. Pero al mismo tiempo, sabía que él siempre estaba pendiente de ella, compensando cada error, ayudándola cuando su inexperiencia la hacía tambalear.
—Floppa… ¿podemos descansar? —preguntó, dejando que su cabeza cayera ligeramente hacia un lado.
Floppa giró la cabeza hacia ella por primera vez en minutos, notando la forma en que sus párpados caían pesadamente. Su expresión, usualmente impenetrable, se suavizó.
—Claro que sí. Duerme un poco, Chara. Yo me encargo.
Chara sonrió levemente, su mirada agradecida antes de que sus ojos finalmente se cerraran.
—Gracias… —susurró, acomodándose contra él sin siquiera darse cuenta. Su cabeza descansó en su regazo, y en cuestión de segundos, sus respiraciones se volvieron lentas y regulares.
Floppa bajó la mirada hacia ella, sintiendo una calidez inesperada al verla tan tranquila. Sus dedos se movieron por instinto, apartando un mechón de cabello de su rostro antes de dejar que su mano descansara suavemente sobre su cabello.
—Lo siento, Chara… —murmuró en voz baja, su tono casi paternal mientras continuaba acariciándola—. Pero no puedo dejar que veas lo que viene.
Con delicadeza, desabrochó el brazalete de su muñeca, tratando de no despertarla. El dispositivo emitió un tenue destello antes de apagarse, como si comprendiera lo que estaba a punto de hacer. Floppa activó el mapa de Chara en su propio brazalete, seleccionando la próxima estación sin dudar. Luego, manipuló su propio brazalete, introduciendo un comando que lo dejó inactivo temporalmente.
—Es mejor así —se dijo a sí mismo, mientras su mirada regresaba a Chara, que seguía profundamente dormida.
El tren comenzó a reducir la velocidad, el chirrido de los frenos resonando por el vagón. Floppa suspiró, sintiendo una mezcla de determinación y tristeza mientras la observaba una última vez.
—¿Por qué me siento tan conectado contigo? —murmuró para sí mismo, sus palabras cargadas de una sinceridad que rara vez dejaba escapar—. No importa. Te protegeré de todo esto, incluso si eso significa hacerlo solo.
El tren se detuvo por completo, y las puertas se abrieron con un chasquido. Floppa se levantó con cuidado, asegurándose de que Chara siguiera cómodamente acomodada en el asiento.
—Descansa, Chara —susurró, antes de ajustarse el brazalete y dirigirse hacia las puertas.
El frío aire de la estación lo recibió mientras avanzaba hacia el equipador, un dispositivo metálico que parecía sacado de un sueño distópico. Recordó con un escalofrío los días en los que tenía 16 años, cuando pasó tres días sin dormir, enfrentándose a las pruebas de este mismo sistema. Había sido un niño desesperado por sobrevivir, por encontrar una salida que parecía imposible.
Tomó un respiro profundo, apartando esos recuerdos.
—Eso fue antes. Ahora soy diferente —se dijo en voz baja, seleccionando una espada del equipador.
La hoja se materializó frente a él, brillante y letal. Floppa la sostuvo con firmeza antes de pasar el brazalete de Chara por el lector del torniquete. Este lo reconoció y lo empujó hacia adelante con fuerza, como si lo lanzara hacia el abismo.
Los altavoces se activaron con un zumbido, y una voz mecánica resonó por toda la estación.
—"Derrota al jefe."
Floppa levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejando una determinación que no había sentido en años.
—No importa lo que venga. No dejaré que Chara pase por esto.
Apretó la empuñadura de la espada y avanzó hacia la oscuridad.
Una Semana Despues
El tren frenó con suavidad. Las luces parpadeaban de forma intermitente mientras el vehículo se detuvo frente a la plataforma. Chara, al lado de Floppa, sostuvo su brazalete con nerviosismo. La inscripción luminosa de la estación parecía emitir un brillo ominoso que encajaba perfectamente con la atmósfera cargada del metro.
—Bueno, esta es la última —murmuró Chara con un tono incierto, mirando a Floppa.
Él asintió en silencio. Su mirada estaba fija en el mapa holográfico desplegado sobre su muñeca. Ahora ambos compartían un progreso del 99%, pero esa estación había sido su barrera durante años.
—¿Sabes qué es lo que enfrentaremos? —preguntó ella, inclinándose ligeramente hacia él.
—No exactamente. Nunca lo completé, pero… —Floppa se detuvo y respiró hondo—. Sé que no será algo fácil.
Chara vio el cansancio en su rostro. Había estado así desde que descendieron al metro, siempre un paso adelante, protegiéndola, asegurándose de que no tuviera que enfrentar sola los horrores de ese lugar. Apretó los labios, determinada a no defraudarlo esta vez.
Ambos bajaron del tren. Una ráfaga de aire helado les dio la bienvenida, seguida del familiar sonido de los equipadores activándose. Sin embargo, esta vez había algo diferente: dos cabinas idénticas brillaban frente a ellos, una para cada uno.
—Parece que podemos usar nuestro equipo normal —dijo Chara mientras estudiaba la pantalla del equipador.
Floppa negó con la cabeza al ver el mensaje que apareció: "Sin equipo permitido".
—No. Parece que esta vez tendremos que hacerlo sin nada.
Ella frunció el ceño, incrédula.
—¿Nada? ¿Ni siquiera tus poderes?
—Mis poderes si, pero nada de armas ni equipo —repitió él, su tono era grave.
Sin embargo, lo que más llamó la atención de Chara fue el siguiente mensaje:
"Dos participantes requeridos para iniciar la prueba."
En ese momento, algo hizo clic en su mente.
—Por eso nunca la completaste… —murmuró ella, sus ojos buscándolo con una mezcla de comprensión y tristeza.
Floppa no respondió de inmediato. Sus ojos se desviaron hacia el suelo, y Chara supo que había dado en el clavo.
—Tuviste que hacer todo esto solo —continuó ella, tomando su mano con suavidad.
Él asintió sin mirarla.
—Esta prueba no está diseñada para alguien solo. La última vez… simplemente no pude.
Un silencio pesado se instaló entre ellos hasta que Chara apretó su mano con firmeza, sacándolo de sus pensamientos.
—No estás solo ahora. Vamos juntos.
Floppa levantó la vista y encontró la determinación en los ojos de Chara. Su pecho se apretó con una mezcla de gratitud y algo que no podía nombrar.
—Gracias —dijo, apenas un susurro.
Ambos pasaron sus brazaletes por el torniquete. El sonido mecánico indicó que podían avanzar, y las bocinas resonaron por toda la estación:
"Objetivo de la prueba: alcanza la meta confiando ciegamente en tu acompañante."
El eco de las palabras quedó suspendido en el aire.
—¿Confianza ciega? —repitió Chara en voz alta, frunciendo el ceño.
Antes de que pudieran analizar más, un denso vacío dorado apareció frente a ellos. Floppa intentó usar su velocidad para cruzarlo, pero el aire se sintió como si lo jalara hacia abajo. Perdió el equilibrio y cayó al vacío, solo para teletransportarse de regreso a la plataforma con un movimiento desesperado.
Chara lo sostuvo antes de que cayera de rodillas.
—¡Espera! —le dijo mientras lo ayudaba a estabilizarse.
—Esto… esto está mal. Mis poderes no funcionan como deberían.
—Por eso tenemos que pensar juntos —dijo ella con firmeza.
Floppa tomó aire, asintiendo, pero en el fondo su mente estaba en otra parte. El teléfono. Era imposible que esas pruebas fueran completamente aleatorias. Tenía que haber alguien controlándolas, diseñándolas, observándolos.
—Mira —interrumpió Chara, señalando la neblina dorada frente a ellos—. Esa niebla… es como la de los cañones de Goldwater...
Antes de que Floppa pudiera decir algo, ella lo empujó hacia adelante.
—¡¿Estás loca?! —exclamó, aterrorizado.
Chara lo sujetó por los brazos antes de que pudiera teletransportarse de regreso.
—Confía en mí —dijo, su tono suave pero firme—. Sólo mueve tus piernas al ritmo de las mías.
Floppa la miró con incredulidad, pero algo en su mirada lo convenció. Renuente, obedeció.
Con cada paso sincronizado, sintieron cómo el aire bajo sus pies se volvía sólido. Flotaban sobre el vacío, y el alivio reemplazó rápidamente el miedo inicial.
--Play--#3
Las bocinas anunciaron la siguiente etapa, y una melodía disco japonesa comenzó a sonar en los altavoces. Chara sonrió, casi riendo.
—Es como la música de Ciudad Lumia. Me encanta.
Chara siguio caminando, Floppa caminaba frente a ella, sus manos sostenidas de las de Chara, de repente, la chica solto una de sus manos y se coloco frente a el.
--Ven, Bailemos--
Le dijo Chara con una sonrisa
—Yo no sé bailar —admitió Floppa, un rubor subiendo por su rostro.
—No importa. Yo marco el ritmo —respondió Chara con una sonrisa confiada.
Tomó sus manos, guiándolo mientras esquivaban obstáculos y giraban entre las luces de la estación. Floppa, aunque torpe al principio, comenzó a seguir el compás, confiando en ella con cada paso.
La música resonaba con fuerza en la estación, cada nota marcando el ritmo de su avance. Las luces giraban en un caleidoscopio de colores, reflejándose en el acero y los escombros que componían la arquitectura del metro. Chara lideraba el baile con pasos ágiles y decididos, mientras Floppa, aunque torpe al principio, trataba de seguir el ritmo. Sus manos permanecían firmemente entrelazadas, como si esa conexión fuera la clave para no caer en el vacío que los rodeaba.
—Nunca pensé que terminaría bailando en medio del aire —dijo Floppa, intentando mantener la compostura mientras esquivaban un proyectil luminoso que se dirigía hacia ellos.
Chara soltó una risita mientras lo empujaba suavemente hacia un lado, salvándolo de otro obstáculo.
—¿Y yo? Pensé que este lugar sería puro horror, no una pista de baile gigante. Vamos, no es tan difícil. Muévete al ritmo de la música.
Floppa negó con la cabeza, medio riendo.
—¿Qué ritmo? Apenas entiendo lo que estamos haciendo aquí.
Chara lo miró de reojo, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y desafío.
—Confía en mí, Floppa. Deja que yo te guíe.
El comentario hizo que Floppa desviara la mirada hacia las luces, evitando que ella notara el leve rubor que había comenzado a teñir sus mejillas.
—Siempre confío en ti. Solo espero que esto no termine mal.
Con un giro inesperado, la plataforma sobre la que flotaban comenzó a desmoronarse, dejando que trozos metálicos y de concreto cayeran al vacío dorado. Ambos saltaron instintivamente, usando la teletransportación de Floppa para alcanzar un nuevo tramo del camino.
—¡Eso estuvo cerca! —gritó Chara, jadeando mientras aterrizaban de manera inestable.
Floppa sonrió levemente, aunque todavía parecía preocupado.
—Sí, pero algo no me cuadra... ¿Por qué siento que esto está diseñado para atraparnos? Todo aquí... todo esto...
Chara apretó su mano con fuerza, interrumpiéndolo.
—Deja de pensar tanto. Si nos observan, ¿qué más da? Lo único que importa es que lleguemos al final juntos.
Él asintió, dejándose llevar una vez más por la confianza inquebrantable de ella. Mientras retomaban el baile, esquivaban rayos láser que cruzaban el aire como si fueran una coreografía ensayada. Cada movimiento los acercaba más al final, y en cada giro o salto, las risas reemplazaban momentáneamente el peligro que enfrentaban. Sus ojos se encontraron en un momento fugaz, el reflejo de las luces danzando en sus pupilas.
Chara rompió el silencio, sonriendo.
—¿Sabes qué, Floppa? Eres un pésimo bailarín.
Él soltó una carcajada, relajándose un poco más.
—¡Lo sé! ¿Y tú? Eres... eres sorprendente.
El elogio la tomó desprevenida, pero no perdió el ritmo.
—¿Sorprendente? Esa es una forma elegante de decir que te estoy cargando aquí.
Floppa negó con la cabeza, sus ojos serios por un instante.
—No... digo que eres sorprendente porque logras que esto... todo esto... sea menos terrible.
El comentario hizo que Chara desviara la mirada, su sonrisa ahora teñida de un ligero rubor.
—Pues tú tampoco estás tan mal, estrella fugaz.
Floppa la miró con curiosidad.
—¿"Estrella fugaz"? ¿Qué significa eso?
Chara rió suavemente, el sonido perdiéndose entre la música.
—Te lo diré cuando salgamos de aquí.
El tramo final los recibió con un despliegue aún más impresionante de luces y obstáculos. Las bocinas anunciaron: "Último segmento. Mantengan el ritmo y no pierdan el contacto físico." Las plataformas comenzaron a moverse, obligándolos a adaptarse rápidamente. Floppa utilizó su teletransportación para esquivar un proyectil, llevándose a Chara con él. Ella, a su vez, se giró en el aire para bloquear un láser con un pedazo de metal que arrancó del suelo.
—¡Eso fue increíble! —dijo Floppa, impresionado.
—Te dije que podíamos hacerlo juntos —respondió Chara, tomando nuevamente sus manos.
Finalmente, las luces se apagaron abruptamente, dejando solo una tenue iluminación en la plataforma de llegada. Chara fue la primera en tocar el suelo, girándose rápidamente para atrapar a Floppa, quien aterrizó con menos gracia pero igual entusiasmo.
—Lo hicimos... —susurró él, su voz cargada de alivio y emoción contenida.
Chara lo sostuvo por unos segundos más, notando el resplandor rojo y azul que lo rodeaba.
—Sí, lo hicimos. Pero... —se detuvo, mirándolo fijamente—, creo que eres más especial de lo que imaginas.
Floppa la miró confundido, pero no dijo nada. En su lugar, bajó la mirada, sintiendo que sus emociones estaban a punto de desbordarse. El calor de sus manos entrelazadas era suficiente para mantenerlo firme.
Cuando llegaron al tren, el silencio los envolvió. Aunque seguían hablando ocasionalmente, sus palabras estaban llenas de pausas y rubores. El torniquete final los llevó a la última estación. Al fondo, colgado entre cadenas, estaba el Sparrow, junto con todo su equipo perdido, por fin, por fin lo tenian de regreso.
Floppa se detuvo, sus ojos llenándose de lágrimas.
—Por fin... por fin...
Chara lo abrazó con fuerza, su propia voz quebrándose.
—Lo logramos, Floppa. Ahora podemos salir de aquí.
Mientras él lloraba, liberando el peso de semanas de frustración y soledad, Chara sostuvo su rostro, limpiándole las lágrimas.
—Vamos a casa, estrella fugaz. Juntos.
Ambos sonrieron, sus emociones a flor de piel, mientras el tren se detenía frente al Sparrow, listos para enfrentar lo que les esperaba fuera del metro.