El silencio era ensordecedor.
En una habitación iluminada únicamente por la luz blanca, jairo despertó, jadeando. No reconocía el techo sobre su cabeza, pero lo que realmente lo inquietaba era la avalancha de imágenes que se precipitaban en su mente. Fragmentos de una vida pasada, recuerdos que no deberían pertenecerle, y una sola verdad aplastante que le cortó la respiración: había reencarnado.
Pero no en un héroe. Ni en un genio. Ni en alguien digno de recordar.
Había renacido en el cuerpo de uno de los personajes más patéticos de una novela que había leído años atrás: un ser que sería nada más que un escalón para el ascenso del verdadero protagonista. Yamauchi, el perdedor, el mediocre, el antagonista que sería humillado y expulsado de la escuela de élite en la que ahora estaba atrapado.
No tenía tiempo para procesar el absurdo de la situación. Lo único que sabía con certeza era que estaba en la Tokyo Metropolitan Advanced Nurturing School, un lugar donde los estudiantes vivían aislados del mundo exterior. Era un microcosmos perfecto, un campo de batalla donde solo los más fuertes, astutos y calculadoras ascendían a la cima. La Clase A era el único objetivo, y todo lo demás era insignificante.
El sistema era claro: 100.000 puntos al mes, equivalentes a 100.000 yenes. Una fortuna para cualquier adolescente, pero una trampa mortal para los imprudentes. Yamauchi, ignorando las lecciones del pasado, ya había despilfarrado la mitad de sus puntos en apenas seis días.
Fue en ese momento, mientras contemplaba la cuenta decreciente en su dispositivo, que los recuerdos de su vida pasada lo golpearon con toda su fuerza.
Recordó quién era, de dónde venía, y, más importante aún, cómo terminó esta historia.
La trama de la novela se volvió a él como un veneno lento: el protagonista Kiyotaka Ayanokōji, con una inteligencia inigualable y una capacidad física increíble un humano perfecto. Yamauchi sabía que estaba condenado a fracasar si seguía el curso de los acontecimientos. Pero ahora tenía algo que su contraparte ficticia no había tenido: conocimiento del futuro.
"Si este mundo es una competición", pensó mientras una sonrisa amarga se dibujaba en su rostro, "entonces haré trampa".
Las clases....
El ambiente en la Clase E era vibrante y despreocupado. Los estudiantes llenaban la sala común, charlando y riendo sin preocupaciones. Para ellos, los puntos que recibieron al inicio del mes, esos 100,000 puntos equivalentes a 100,000 yenes, eran un regalo eterno. Como si la escuela simplemente les hubiera dado una vida de lujo por ser elites.
Yamauchi estaba sentado en un rincón, observándolos. Sus compañeros disfrutaban del desayuno, gastando sin reparos en comida premium de la cafetería, juegos electrónicos y accesorios innecesarios. Incluso había rumores de que algunos ya estaban planeando comprar con los puntos en artículos como computadores tableta y demás.
"Idiotas", pensó Yamauchi mientras jugaba con el tenedor en su plato.
Hasta hace poco, él mismo había estado entre ellos, viviendo el sueño de gastar sin preocuparse. Pero algo cambió hace un par de horas. Había recuperado sus recuerdos.
Sabía exactamente en qué clase de historia estaba atrapado. Y no le gustaba nada.
Fue en su habitación, la noche anterior, cuando los recuerdos lo golpearon como una ola. Fragmentos de su vida pasada se mezclaron con lo que ahora sabía de este mundo. Había leído esta historia antes. Esta escuela no era un paraíso. Era un campo de pruebas diseñado para separar a los fuertes de los débiles, a los líderes de los seguidores.
Y su clase... su clase no estaba destinada a sobrevivir como van las cosa obviamente que el protagonista interviene en el 2 mes en marzo.
"En unos días más, cuando llegue el informe mensual, todos sabrán la verdad", pensó. "Que los puntos no son eternos. Que cada acción, cada decisión que tomamos, afecta nuestra puntuación como clase. Y entonces, el miedo comenzará."
Sabía que no podía dejar que eso sucediera.
"Si no hago algo ahora, seré el primer expulsado, tal como lo fue Yamauchi en la novela. Pero esta vez... las cosas serán diferentes."
______
De regreso al presente, Yamauchi observó a sus compañeros con calma calculadora. No podía simplemente gritarles la verdad. Nadie le creería. Todavía estaban demasiado embriagados por la ilusión de riqueza. Pero quizás había alguien a quien podía acercarse.
Sus ojos se posaron en Hirata Yousuke, el supuesto líder de la clase. Estaba rodeado de las lindas chicas de su clase, hablando con su sonrisa habitual, pero Yamauchi podía ver las grietas. Hirata era demasiado perfecto. Demasiado amable. Ese tipo de personas siempre se derrumbaba cuando las cosas se complicaban.
"Perfecto", pensó Yamauchi.
Se levantó de su asiento y caminó hacia Hirata, deteniéndose justo frente a su mesa.
—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó con una sonrisa amigable.
Hirata lo miró, sorprendido, pero asintió.
—Claro.
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El primer paso del plan comienza.
En un rincón apartado del comedor, Yamauchi se inclinó ligeramente hacia Hirata, hablando en voz baja para que nadie más pudiera escuchar.
—¿No te parece extraño todo esto? —dijo, señalando con la cabeza hacia la sala llena de risas y gritos.
Hirata frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
Yamauchi suspiró, fingiendo una leve preocupación.
—La escuela nos dio 100,000 puntos como si fuera un regalo, pero... ¿realmente crees que será así todos los meses?
Hirata se quedó en silencio, reflexionando.
—Bueno, no lo había pensado. Pero supongo que si mantenemos buenas calificaciones...
—Eso es lo que yo pensaba también —interrumpió Yamauchi—. Pero si lo piensas bien, ¿qué pasa si los puntos no solo dependen de nuestras notas? ¿Qué pasa si nos están evaluando en otros aspectos? Nuestra conducta, nuestro trabajo en equipo, incluso cómo gastamos esos puntos.
Hirata pareció incomodarse ante la idea.
—Es posible, pero... ¿cómo podríamos saberlo?
Yamauchi sonrió ligeramente. Había plantado la duda, pero no podía presionarlo demasiado.
—Solo digo que tal vez deberíamos ser más cautelosos. Si la escuela nos está observando, tenemos que demostrar que somos más que una colección de individualistas.
Se levantó, como si la conversación hubiera terminado, pero antes de irse, se detuvo y miró a Hirata por encima del hombro.
—Yo obro bien porque eso es lo que el humano tiene que hacer: obrar bien, ayudar, ser bondadoso sin esperar ningún tipo de recompensa. Pero no todos piensan igual, Hirata. Tal vez deberías empezar a pensar en cómo unir a esta clase antes de que sea demasiado tarde.
Mientras regresaba a su asiento, Yamauchi no pudo evitar sonreír para sí mismo. Había dado el primer paso. Hirata era el tipo de persona que no podía ignorar una advertencia como esa. Sembrar la duda en su mente era fácil. Ahora solo quedaba esperar a que germinara.
"Ellos no lo saben, pero el tiempo se está acabando", pensó Yamauchi, observando el caos despreocupado a su alrededor. "Y yo no tengo intención de hundirme con ellos."