—Aarrrgg… Puta madre… Estoy cansado… — Una mano sostenía su máscara mientras que con la otra sostenía su daga. Con la mínima fuerza y escaza voluntad, su cabeza y su cabello se inclinaban hacia atrás. Su ropa estaba manchada de sangre, lluvia, tierra y pólvora.
Bajó la mirada y observó su alrededor. El paisaje no ha cambiado en absoluto; lo único que ha cambiado es el clima, el terreno o el número de cuerpos, pero casi siempre es lo mismo, decenas o cientos de cadáveres esparcidos en el bosque, escondidos entre la vegetación, como si la tierra los estuviera reclamando.
Cuerpo que encontraba, cuerpo que llevaba a un lugar para colocarlos sobre el suelo delicadamente, sin importar si eran amigos o enemigos… Uno, tras otro, tras otro; colocó cada uno al lado del otro, cerrando sus ojos y colocando las extremidades que les faltaban, si es que las encontraba.
Se quedó un momento en silencio, soltó un suspiro largo y pesado, sacó su cuchillo de su bolsillo izquierdo, cortó su mano derecha y dejó caer la sangre sobre uno de los cadáveres.
—Kukulcán, dios de la sabiduría y el viento, gran serpiente emplumada transgresora de límites… Tengo más sangre que darles.
El cadáver se retorció un poco, sus ojos se volvieron color amarillo y se levantó como si nada. Regeneró la mano que el cadáver había perdido y pequeñas plumas crecieron en su rostro y cuello…
—Alan… Estoy empezando a aburrirme de estos cuerpos en los que me llamas… Aunque siempre es un honor y un halago que me invoques, pero pensé que harías que Ajaw Balam nos entregara la sangre como de costumbre.
—Ya no me queda Chu'lel para llamarlo, además estoy al límite del desequilibrio.
—Razonable como siempre…
—Como sea… Aquí tienes más sangre para ti y los demás dioses. Son aproximadamente… ¿Qué haces?
El cuerpo, ahora con el espíritu de un dios, ignoró las palabras de Alan y concentró su mirada en su brazo izquierdo.
—Aún después de 10 años saciándonos sigues teniendo miedo a pesar de tener tanta osadía y eso que casi nunca usas a Cabrakán. ¿Para qué lo dejaste vivir en tu brazo si no vas a usarlo?
—No es eso… Es solo que yo no… ¿Me estas escuchando?
Una vez más el dios ignora a Alan. Esta vez su mirada se concentró en el bosque.
— ¿Puedes verlos, Alan?
A lo que el dios se refería era a un grupo de monos que estaban en los árboles cercanos observando curiosamente lo que ocurría. Aunque su aspecto era muy diferente al de los monos ordinarios tenían protuberancias amarillas en todo el cuerpo y sus ojos eran de color rojo vivo, el incidente de hace 12 años también tuvo efectos en la flora y la fauna de este país.
—Sí… Nunca me dijeron que son exactamente.
—Son nuestros hijos… Igual que ustedes… Fueron de nuestros primeros intentos. Los maldecimos con esa forma porque perdieron su altruismo, sucumbiendo a rasgos vulgares, pero su aspecto empeoro debido a las puertas al inframundo que se abrieron. Chaac hizo una tormenta y ahogó a los primeros; a los que vinieron después los quemamos. Fue hace tanto que no recuerdo el orden; si no me equivoco, ustedes son el 5to intento. Hubo miles de millones antes, ahora, quemados, ahogados, exiliados o malditos. Si dejan de saciarnos, el sol se oscurece y la tierra se quiebra, todo y todos los que han sido amados serán destruidos y regenerados; lo que pasó hace 12 años es prueba de ello; haces bien en temerle al poder de Cabrakán y haces bien en temerme a mí.
—…
—La única razón por la que ustedes siguen con vida es porque nuestros templos fueron abandonados, destruidos por el tiempo y nuestro poder disminuyo considerablemente, si nosotros seguimos con vida es porque nuestros emisarios dieron sus vidas por nosotros…Tienes una pregunta, pero te da miedo formularla… La respuesta… es sí…
—¿Y no hay algo que pueda hacer al respecto?
—No tiene importancia por el momento, pero agradezco tu preocupación; eres más sensible de lo que aparentas. Si quieres sobrevivir, deberías despreocuparte de ellos y tenerles más fe a los que alguna vez llamaste amigos.
—Está bien…
—Como sea, me llevaré la sangre que reuniste y se la daré a mis hermanos… —El dios levantó sus manos y una fuerte corriente de viento envolvió cadáveres, haciéndolos desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Kukulkán agregó: seguiremos esperando el próximo sacrificio… Campeón de la humanidad…
Alan miró hacia donde los cuerpos habían desaparecido, la brisa aun soplando ligeramente en el aire mientras el dios se desvanecía junto con ellos. Un vacío profundo lo llenó, como si la conexión con los dioses dejara tras de sí un silencio ensordecedor, uno que lo abrumaba más que cualquier campo de batalla.
Se llevó la mano al pecho, justo donde sentía la presencia latente de Cabrakán, el dios de la roca y las montañas, que accedió a vivir en el cuerpo de Alan para ayudarlo en su misión de saciarlo a él y a sus hermanos hasta que el inframundo se separe del mundo humano o hasta que el Dios de la muerte sea asesinado. Alan sabía que el poder estaba ahí, a su disposición, pero el costo de usarlo siempre parecía demasiado alto. El terror de desatar a un poder apenas podía entender lo mantenía al borde del abismo, siempre consciente de que una decisión equivocada podía significar su fin o algo peor.
Se obligó a respirar profundo y apartar la mirada del lugar donde los cuerpos habían estado. El bosque a su alrededor parecía más oscuro, más amenazante. Los monos corrompidos todavía lo observaban desde las alturas, sus ojos rojos brillando en la penumbra, similares a los de la mujer que petrifico hace unas escasas horas. Algo en sus miradas lo inquietaba profundamente, una sensación de familiaridad torcida, como si hubiera algo de él mismo en esas criaturas deformadas.
"Nuestros hijos…", murmuró para sí mismo, recordando las palabras de Kukulkán. La idea de que su especie no era más que un intento, un experimento fallido de los dioses, lo perturbaba. Sabía que los dioses no eran benevolentes, pero escucharlo de su boca hacía que todo se sintiera aún más frágil. Era como si su existencia no tuviera más significado que el de mantener a los dioses saciados, y si alguna vez fallaban, todo colapsaría.
"Será mejor que regrese" pensó. Tomó su rifle roto, se colocó la correa alrededor de su hombro y comenzó a caminar, esta vez no aviso a la base, pues su radio se rompió durante la batalla y aunque lo hiciera, estaba demasiado lejos como para que la señal de radio les llegara. Camino por aproximadamente 3 días enteros durmiendo entre los arbustos o cuevas para refugiarse del frío de la noche, por alguna razón ninguna bestia infernal se le acercaba, a pesar de estar débil no le prestaban atención, parecía como un esqueleto que vagaba sin rumbo por el bosque.
Hizo lo mejor que pudo para no que no se dieran cuenta de su regreso, pero fue imposible el cansancio entorpeció sus movimientos y desoriento su mente, fue gracias a varias personas que logro llegar a su habitación, le quitaron la ropa sucia y trataron de quitarle la máscara, pero él se negó con todas las fuerzas que le quedaban. Se recostó en su cama mirando hacia el techo y cuando menos lo sintió se quedó profundamente dormido.