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Chapter 30 - Volumen 2 - Epílogo

◊ Corina Páez ◊

 

 

Cuando recibí el mensaje de Alexa, no supe cómo reaccionar y tampoco qué decirle para apoyarla.

Pero, cuando fue Manuel quien me llamó para pedirme ayuda y confirmar lo que dijo mi mejor amiga, tomé cartas en el asunto y consideré que era el momento de saldar mi deuda moral con él.

Es por eso que no perdí mi tiempo al momento de difundir la información con mis amigas y aquellos compañeros de clases con quienes a veces mantenía contacto.

Fue una tarde peculiar, debo decir, pues una vez que informamos a casi toda la clase, salvo a Misael que no tenía celular y una chica que no nos quiso apoyar, creamos un grupo en WhatsApp para mostrarle nuestro apoyo a Manuel.

Es cierto que, durante los tres años que estuvimos juntos compartiendo la misma clase, Manuel nunca se mostró interesado en tener amigos, pero eso no lo hizo un mal compañero, pues si ibas en busca de su ayuda, te ofrecía parte de su tiempo y hacía lo que estaba a su alcance con tal de apoyarte.

Es por eso que muchos de nuestros compañeros lo consideraban un buen chico, a excepción de Jazmín López, la chica que no quiso apoyarlo y que simplemente no le agradaba Manuel.

No por eso reprochamos el comportamiento de Jazmín, pues nadie es moneda de oro para caerle bien a todos, aunque sí nos sentimos un poco mal por ella al excluirse y ganarse el odio de algunos compañeros.

A todas estas, que apareciese el señor Mora de repente nos dejó asombradas a Carolina y a mí, quien se quejaba de Gregorio cuando recibí el mensaje de Manuel.

Desde que me enteré por medio de mi hermana de la razón por la cual Gregorio se empezó a distanciar de ella, no hice más que comprenderlo y hasta apoyar un poco su comportamiento; Carolina cometió un error.

Es cierto que Carolina se sentía culpable, pero en su terquedad y torpeza, no encontraba la forma de pedirle disculpa a alguien tan comprensivo y amable como Gregorio.

—A todas estas, Cori, es sospechoso que haya aparecido el papá de Manuel de repente, ¿no crees? —preguntó Carolina al cambiar de tema.

—¿Será que sabe del dinero que papá le prestó a la señora Alonso? —inquirí.

—Pero, ¿cómo se habría enterado? —preguntó mi hermana.

—Supongo que tendrá informantes —alegué.

—Tendrás que preguntarle a Manuel para estar seguras. También me gustaría apoyarlo en todo lo que esté a mi alcance —dijo con un dejo de preocupación.

—El apoyo de Gregorio podría ser fundamental. Él es como un hermano mayor para Manuel, así que tenemos que contarle lo que sucede —comenté.

—Sí, sería bueno contar con un medio de transporte que nos ayude a mantenerlo alejado de ese sujeto —contestó Carolina, aunque se mostró algo afligida.

—¿Qué sucede? ¿Qué te pone así de triste? —pregunté.

—Es que Gregorio sigue distanciándose de mí —musitó—. Me desespera que no me deje acortar esa distancia.

—Pues no es para menos, Carolina, lo que hiciste estuvo mal —dije con firmeza.

—Lo sé, y ya me disculpé con él, pero sigue siendo formal y distante conmigo —contestó.

—Bueno, supongo que tendrás que darle tiempo y ganarte su amistad poco a poco —alegué.

—No. Yo lo quiero ahora mismo. Me gustaría poder…

Carolina se interrumpió a sí misma porque recibió una llamada telefónica que catalogó de importante, así que salió de mi habitación y yo me quedé sola pensando tanto en su relación con Gregorio como en el problema que enfrentaba Manuel.

También pensé en Misael y en una manera de comunicarle la situación, pues no quería que se sintiese excluido.

Así que fui a mi escritorio y me centré en la escritura de una carta con la que pretendía revelarle todo.

 

Querido Misael

Feliz inicio de semana. Espero que estés bien y sigamos llevándonos mejor que siempre; ya me gustaría poder hablar contigo con normalidad. Sé que puedes hacerlo.

Cuéntame… ¿Preparaste cupcakes en casa? Si lo hiciste, espero que hayan quedado deliciosos.

¡Bien! Ya que te saludé, vayamos a lo importante.

Lo que quiero comunicarte es un tema delicado, pero es necesario ya que pretendemos apoyar a Manuel con un problema bastante serio.

Casi todos nuestros compañeros de clase se unieron a un grupo de WhatsApp para estar al tanto de un hombre al que debemos evitar a toda costa, es decir, su papá.

Este tema me gustaría hablarlo en persona, porque en una carta se me dificulta hacerlo, así que espero contar con tu tiempo.

Qué genial sería si tuvieses un celular, pero bueno, con las cartas también es divertido hablar contigo.

Dicho esto, ven a verme en la azotea durante el receso.

 

No era una carta detallada, pero al menos comunicaba lo que necesitaba para estar a solas con Misael y hablarle de mejor manera.

Además, necesitaba escuchar los planes de Manuel, a quien me tomé el atrevimiento de contactar durante una llamada telefónica que atendió con rapidez.

Manuel me dijo que empezaría a depender de los taxis al salir del colegio para no correr el riesgo de encontrarse con su padre.

Alegó que, a causa de su vulnerabilidad emocional, corría el riesgo de ser manipulado.

No pude comprenderlo del todo cuando me dijo eso, pues desde mi punto de vista, lo normal era que no perdonase a su padre por lo que hizo.

Lo único que pude decirle fue que podía depender de Gregorio como transportista, eso considerando que él no se negaría a proteger a Manuel.

Manuel no se negó a recibir la ayuda, aunque se le escuchó un poco incómodo; tal vez por la idea de abusar de nuestra amabilidad.

Además, también tenía a Alexa, quien a pesar de mostrarse tímida y reservada, podría ser determinante y tajante en momentos importantes, así que confiaba ciegamente en ella.

A fin de cuentas, lo que nos esperaba era un cercano futuro incierto.

Así que no me adelanté a los acontecimientos y me preparé para enfrentar toda clase de situaciones por el bien de alguien a quien consideré un preciado amigo.

Manuel se convirtió en alguien a quien empecé a valorar y respetar.

Por eso no podía dejarlo solo en un momento tan complejo de su vida.

Por eso mi determinación no titubeó desde el instante en que decidí, junto a mis amigas y compañeros de clases, apoyarlo.