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la liebre y la tortuga, TRH versión

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Synopsis

Chapter 1 - la liebre y la tortuga, TRH versión

Érase una vez en un bosque lleno de altos árboles y verdes plantas, bajo un cielo azul que brillaba con alegría, vivía una liebre grande y veloz. Corría con tanta gracia y rapidez que todos los animales que la veían pasar quedaban maravillados por su elegante figura.

—¡Wow, liebre! ¡Corres muy rápido! —le dijo un viejo caracol, sonriéndole con admiración al verla pasar.

—Gracias, señor caracol —respondió la liebre con una gran sonrisa, mientras seguía su camino sin detenerse.

Siguió corriendo a toda velocidad hasta que, de pronto, se encontró con una pequeña tortuga que intentaba alcanzar una hoja verde y jugosa que colgaba de una rama baja.

—Hola, tortuga. ¿Intentas comerte esa hoja? —preguntó la liebre, curiosa.

—Sí, liebre, solo dame un momento y la alcanzaré —respondió la tortuga, mientras estiraba su cuello con esfuerzo.

La liebre miró la hoja, que se encontraba apenas a unos pasos de la tortuga, y se quedó perpleja.

—¿Y por qué no te apresuras un poco? Si corrieras más rápido, la alcanzarías enseguida —le sugirió, mientras comenzaba a dar vueltas alrededor de la hoja y de la tortuga.

—¿Ves? Es fácil, solo tienes que moverte más rápido. Ser lento no te ayudará. ¡Nos vemos! —dijo la liebre con despreocupación, mientras salía disparada a toda velocidad, dejando una nube de polvo a su paso.

Cuando el polvo se disipó, la tortuga observó con tristeza cómo la hoja que tanto había deseado estaba ahora aplastada por las pisadas de la liebre.

—¡Liebre! —exclamó, pero la liebre ya estaba demasiado lejos para escucharla.

Al día siguiente, la liebre corría alegremente entre los campos de flores amarillas, disfrutando de su libertad. De fondo, vio a la tortuga comiendo y decidió acercarse. Al llegar, levantó una nube de polvo que cubrió a la pobre tortuga.

—Hola, tortuga. ¿Comiendo bien, verdad? —le dijo la liebre, ajena al malestar que causaba.

—Lo estaba —respondió la tortuga, limpiándose el polvo de la cara.

En ese momento, un conejo blanco como la nieve, con ojos rojos como moras y largas orejas, se acercó corriendo. Era casi tan veloz como la liebre, y ambos disfrutaban de la carrera.

—Hola, conejo. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó la liebre con entusiasmo.

—Quiero retarte a una carrera. Quiero ver quién es el más rápido de los dos —propuso el conejo con una sonrisa confiada.

—¡Acepto! ¿Desde dónde hasta dónde corremos? —respondió la liebre, emocionada.

—De aquí hasta el final del campo de flores —dijo el conejo, señalando la línea imaginaria de meta.

Sin esperar más, ambos animales salieron disparados, dejando otra nube de polvo a su paso. La tortuga, que comía tranquilamente, observó cómo las flores eran aplastadas mientras los dos competían ferozmente. A lo lejos, la liebre ganó la carrera, y el conejo, con ojos llenos de admiración, le pidió una revancha.

—Esta vez corramos hasta la tortuga, ¿lista? —dijo el conejo, mirando a su amiga con una sonrisa.

—¡Nací lista! —gritó la liebre.

Corrieron nuevamente a gran velocidad, pero una vez más, la liebre salió victoriosa.

—Eres increíble, liebre. No hay quien te alcance —admitió el conejo, resignado.

La tortuga, molesta pero decidida, vio cómo los demás animales se reían y admiraban a la liebre. Se acercó lentamente a ellos.

—Hola, liebre y conejo, ¿puedo correr con ustedes? —preguntó la tortuga con un hilo de voz.

Ambos animales la miraron confundidos. La liebre fue la primera en responder.

—Perdón, tortuga, pero eres demasiado lento —dijo con una risa ligera.

Las palabras de la liebre, junto con las risas del conejo y los murmullos de los otros animales, calaron profundamente en la tortuga. Con la cabeza baja y el corazón pesado, se retiró en silencio, humillado.

Al día siguiente, la tortuga, aún recordando las dolorosas palabras y las risas, se acercó a la liebre con una propuesta.

—Te reto a una carrera —dijo la tortuga, con voz firme.

La liebre, sorprendida, arqueó una ceja.

—Si yo gano, tú dejas de correr para siempre. Y si tú ganas, yo… —La liebre lo detuvo un segundo—

La liebre, divertida, sonrió.

—Tranquila, no tienes que apostar nada. Corramos como amigos —respondió la liebre, sin malicia.

Pero para la tortuga, esas palabras solo aumentaron su frustración. ¿Cómo podía la liebre llamarlo "amigo" después de humillarlo tanto?

Los animales del bosque se reunieron para preparar la carrera. El viejo caracol se encargó de dar la señal de salida.

—¡A sus marcas… listos… fuera!

La liebre salió disparada como un rayo, mientras que la tortuga avanzaba a su ritmo lento pero constante. Pasaron segundos, luego minutos, luego horas. Muchos animales se fueron perdiendo el interés, pero la tortuga no se rindió. Continuó avanzando, paso a paso, hasta que se acercó a la meta.

De repente, escuchó una voz.

—Oh, tortuga, ¿todavía sigues aquí?

Era la liebre, quien ya había cruzado la meta hacía horas.

—Después de la carrera, fui a casa a dormir un poco. Me desperté hace un rato y estaba buscando unas zanahorias —dijo la liebre, sin percatarse del impacto de sus palabras.

Los ojos de la tortuga se abrieron en blanco. No sabía qué decir.

—¿Qué sucede? ¿Aún sigues corriendo la carrera? —preguntó la liebre, con un toque de incredulidad.

—¿Me ganaste? —balbuceó la tortuga, algo desconcertado.

—Pensaba que era obvio —respondió la liebre, mientras se encogía de hombros—. Bueno, me voy a comer. ¡Nos vemos, tortuga!

La liebre se alejó sin más, mientras la tortuga se quedaba sola, exhausto y derrotado.

Moraleja: El esfuerzo siempre superará al talento dormido, pero si el talento también se esfuerza, será imposible alcanzarlo.

Fin.