Era una tarde tranquila. Podía oír el susurro del viento moviendo las hojas de los árboles. Era un sonido que normalmente pasaba desapercibido, ahogado por el bullicio de las grandes ciudades. Sin embargo, aquí, en este lugar extraño, lo sentía como si fuese la primera vez que lo escuchaba.
A mi alrededor, un grupo de niños estaba sentado en círculo alrededor de un hombre con un chaleco verde y cabello marrón recogido en una cola de caballo. Había algo familiar en él, pero no lograba ubicarlo. Era como si lo hubiera visto antes, pero mi memoria se negaba a cooperar.
Entonces algo me golpeó, y no fue el viento. ¿Por qué estos niños parecían tener mi misma altura? Miré de reojo a los dos que estaban a mi lado y sentí un escalofrío. No era solo una impresión: ellos eran apenas un poco más altos que yo.
Intenté recordar cómo había llegado allí, pero mi mente era un lienzo en blanco. ¿Había salido la noche anterior y bebido demasiado? No, eso no tenía sentido. La noche anterior estaba estudiando para un parcial de la facultad. Me había quedado dormido sobre el escritorio.
Esto debe ser un sueño, pensé, buscando calmarme. Todo esto, esta extraña situación, lo explicaba. Pero, al mismo tiempo, algo en mi interior me decía que no era cierto. Todo era demasiado vívido: el frío del viento, el crujido de las hojas al ser pisadas, incluso el olor de la hierba. He oído de personas que recuerdan sus sueños con claridad absoluta, pero ese no era mi caso.
De repente, el hombre del chaleco verde habló en un idioma que me resultó vagamente familiar. Sus palabras resonaron en mi mente como un eco distante antes de adquirir sentido. "Sakura y Naruto, es su turno", dijo.
Por un segundo, el aire se detuvo. Mi mente procesaba lo que acababa de escuchar. ¿Sakura? ¿Naruto? Esto tenía que ser un sueño. Esos nombres eran de personajes del anime Naruto. No había manera de que esto fuera real. La lógica me decía que simplemente estaba imaginando un significado para palabras en japonés, algo que mi cerebro había absorbido tras años de ver anime.
Suspiré y me dejé llevar por la ilusión. Si esto era un sueño, bien podría disfrutarlo. Pronto, mi alarma me despertaría, y estaría de regreso en mi cuarto, repasando antes del parcial.
Una chica de cabello rosado se levantó con confianza, y el hombre del chaleco verde que ahora reconocía como Iruka me miró con impaciencia.
Oh, claro. Yo soy Naruto, me dije con un leve nerviosismo. Sin dudarlo, me puse de pie y caminé hacia el centro. Sakura hizo un sello con su mano derecha, y yo la imité con mi izquierda, tratando de parecer natural.
Ella adoptó una posición de combate que parecía tan profesional como intimidante. Yo, por otro lado, levanté los puños en una postura de boxeo que recordaba haber visto en películas. Nunca había peleado en mi vida, pero algo en mi interior me daba una confianza absurda. Es un sueño. Nada puede salir mal.
Qué ingenuo.
Sakura se lanzó hacia mí con una velocidad que me tomó completamente por sorpresa. Apenas tuve tiempo de procesar lo que estaba pasando antes de sentir un impacto en mi pierna. Su pie golpeó mi pantorrilla derecha con una precisión brutal. Un dolor agudo subió por mi pierna mientras mi equilibrio desaparecía.
Caí al suelo con un golpe seco. Intenté moverme, pero antes de que pudiera reaccionar, ella ya estaba sobre mí. Sus manos atraparon una de mis muñecas mientras su rodilla presionaba mi espalda, inmovilizándome con facilidad.
—¡Me rindo, me rindo! —grité sin pensarlo, mi voz llena de desesperación.
Sakura me miró con una mezcla de confusión y fastidio, como si mi reacción le resultara absurda. Aun así, aflojó su agarre y se levantó con una elegancia que solo aumentó mi humillación.
Yo, mientras tanto, seguía en el suelo, jadeando. El dolor en mi pierna me recordaba que esto no podía ser solo un sueño. Esto duele demasiado para no ser real.
Iruka intervino, declarando el final del combate. Con esfuerzo, me levanté, ignorando las risas de los niños que habían presenciado mi derrota. Sakura hizo el sello de reconciliación conmigo, y yo lo imité con torpeza, tratando de no tambalearme.
Volví a mi lugar mientras el dolor y la vergüenza me quemaban más que cualquier golpe físico. Esto no es un sueño, pensé con creciente ansiedad.
Entonces, sentí que mi respiración se aceleraba y mi mente se llenaba de pánico. La idea de haber sido transportado al mundo de Naruto me parecía absurda, pero al mismo tiempo, todo apuntaba a que era cierto. Una chica junto a mí me miró preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó.
Solo asentí con una sonrisa falsa, intentando calmarme.
El resto de la clase pasó en un borrón. Antes de darme cuenta, estaba afuera de la academia, frente al monumento Hokage. Por suerte, el lugar era tal como lo recordaba del anime. Al menos eso me dio un pequeño alivio.
¿Cómo voy a sobrevivir aquí? Pensé mientras caminaba sin rumbo, tratando de calmar la maraña de pensamientos en mi cabeza. Había algo extraño en mis pasos, como si un instinto que no entendía me guiara hacia algún lugar en particular.
En el trayecto, algunos civiles me saludaban con sonrisas cálidas y gestos amistosos. Actúa normal, me repetía, obligándome a devolver el saludo con una sonrisa que esperaba no pareciera tan forzada como se sentía. La amabilidad de esas personas chocaba con la confusión que bullía dentro de mí, haciéndome sentir aún más fuera de lugar.
Cada gesto amable reforzaba una verdad incómoda: ellos me conocían. Para ellos, yo era alguien familiar, alguien que pertenecía a este lugar. Pero yo... yo no sabía nada. Apretando los puños, me esforcé por no dejar que el miedo se reflejara en mi rostro. Necesitaba tiempo para entender qué estaba pasando, y hasta entonces, tendría que seguir adelante sin levantar sospechas.
Eventualmente, llegué a lo que parecía ser el departamento de Naruto. Busqué la llave, pero no la encontré en mis bolsillos ni en mi mochila. Finalmente, levanté el tapete de bienvenida y allí estaba. Resignado, abrí la puerta, solo para ser recibido por un olor nauseabundo que me revolvió el estómago.
"Este va a ser un largo día..."