Abuelo Ruan no le importaba que su nieto hablara con un tono superficial.
Estaba complacido interiormente, pero respondió rígidamente:
—No es lo mejor.
Conocía bien a su propio hijo.
Puede que no dijera mucho, pero hacía mucho.
Después de hablar sobre Wan Manzhu, fue entonces cuando la Señora Ruan recordó preguntarle a su nieto sobre su cita ese día.
Con el rostro lleno de curiosidad, preguntó —Yingzhou, ¿la comida que llevaste fue del gusto de Tangtang?
Pensando en la expresión vivaz de la chica, los ojos fríos de Gu Yingzhou se calentaron instantáneamente con una sonrisa tierna.
—A Tangtang le gustó mucho.
Al escuchar esto, la Señora Ruan dijo con alegría —Mientras le haya gustado, saca a Tangtang a pasear, conoces bien este lugar, llévala a más lugares.
En este punto, miró hacia el Abuelo Ruan.
—Viejo Ruan, ¿dónde está tu cámara? Sácala para Yingzhou, que tome más fotos de Tangtang.
