La expresión de Wan Manzhu se endureció.
Sus ojos se fijaron incontrolablemente en una habitación en particular, como si intentara ver a través de las paredes.
No quería irse, pero temía arruinar la imagen que el Abuelo Ruan y la Abuela Ruan tenían de ella.
Solo pudo forzar una leve curva en sus labios.
—Está bien, entonces regresaré primero y buscaré al Hermano Yingzhou... Camarada Gu más tarde —dijo ella—. Habiendo dicho eso, se levantó con renuencia.
Se fue echando miradas frecuentes hacia atrás a la habitación que había dejado.
A la matriarca de la familia Ruan no le gustaban las personas que carecían de decoro.
Wan Manzhu acababa de encontrar su punto débil.
Después de que su figura desapareciera, la matriarca de la familia Ruan le dijo a Xiuying:
—Xiuying, cierra la puerta. No recibiremos visitas en casa durante los próximos días.
Parecía que Wan Manzhu aún no había renunciado a Yingzhou.
Tenía que proteger a su nieto de ella.
Xiuying respondió alegremente:
