Zhao Shuzhen había sido una mujer audaz y fiera que se atrevía a amar y a odiar desde su juventud.
Le faltaba la contención y la timidez típica de otras mujeres.
Cuando escuchó al hombre que más amaba en la vida decir esas palabras, no pudo contenerse, lo abrazó con fuerza y le plantó dos besos.
—Lo has dicho, lo recordaré.
—En un aturdimiento, ha pasado medio siglo, y sin darnos cuenta, nuestros niños también están creciendo. Es, de hecho, tiempo de pensar en nosotros mismos.
Lin Xiuyuan atrapó a su esposa en sus brazos, su rostro irradiaba con una cálida sonrisa.
—Tienes razón, de ahora en adelante te acompañaré por las montañas, y pescaremos en el río, tal como te plazca.
Zhao Shuzhen se apoyó en el hombro de Lin Xiuyuan y se rió.
Su rostro llevaba las marcas del tiempo, pero su risa era como antes.
La casa principal de la Familia Lin.
El patio estaba brillantemente iluminado.