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—Lin Tang miró hacia Su Zheng, solo para ver al niño de pie tan recto como un pequeño álamo blanco en la esquina de la pared.
Las lágrimas y los mocos caían, pero no se atrevía a limpiarse.
De vez en cuando, ella miraba a Su Qi, su rostro lleno de agravio.
Esta escena era claramente la de ser regañado.
—No está mal, Su Zheng es bastante bien portado —dijo Lin Tang de manera imparcial.
Era la verdad.
No sabía cómo era Su Zheng en casa, pero los pocos días que se quedó en su lugar, había sido bastante bien portado.
Gu Yingzhou nunca había oído a nadie hablar de su sobrino como bien portado, así que levantó las cejas sorprendido.
Gu Ren sacudió la cabeza incrédula y dijo:
—Tangtang, no tienes que hablar bien de él en su nombre.
Sabemos cómo es ese niño; has tenido unos días difíciles —El niño era quisquilloso con su comida y comía mucho, justo como un pequeño cerdito.
Si no hubiera perdido peso, debía haber sido gracias al cuidado diligente de Tangtang.
