Qin Minsheng frunció el ceño, su rostro lleno de desagrado.
—¿Alguna vez consideraron si los rumores que están difundiendo son verdaderos o falsos? ¿Han pensado en el devastador desastre que esto podría traer a las camaradas? —preguntó con severidad.
—Ninguno de ustedes lo hizo, ¿verdad? —continuó cuestionando.
—¡Solo porque la "ella" en sus charlas no es uno de sus familiares, piensan que pueden lastimarla sin restricciones? —dijo con indignación.
—¿Es esto algo que trabajadores conocedores y capaces deberían decir? —dijo severamente.
—Estamos celebrando esta reunión hoy para dejar clara mi postura: la Fábrica Textil no tolerará a nadie que destruya arbitrariamente la reputación de un ciudadano —anunció firmemente.
—No hablen sobre cómo otras fábricas manejan las cosas. En la Fábrica Textil, no permitiré que los camaradas se ataquen entre sí. Esa es la línea roja —afirmó con claridad.