Mirando a la Sra. Song, que era tímida y temía a Zhuang Ruman, ellos todavía no sabían cómo manejar esos huevos escalfados.
—¡Ahhh! —Zhuang Yuanzhong olió la fragancia de los huevos escalfados que salían de la olla, y frunció su nariz—. Si tan solo hubiera una manera de comérnoslos sin que papá los vea...
—¿Qué tiene de difícil eso? Nos los comemos primero y para cuando papá regrese, ya los habremos terminado. No podrá ver nada. ¿Acaso de alguna manera sabría que comimos los huevos? —Zhuang Qinghe lo dijo con despreocupación.
—¿De qué estás hablando? Cuántos huevos hay en la cesta, tu padre lo sabe muy bien. —La Sra. Song no encontró bueno el plan de Zhuang Qinghe. Hoy en día, estaban ganando poco dinero y había muchos gastos. Desearían poder partir cada moneda en dos y comparar los huevos en la cesta, Zhuang Ruman odiaría tener que contar dos veces al día. Sin mencionar cinco, incluso si faltara uno, él se daría cuenta de inmediato.