Chu Jinzhuo vio todo claramente y supo exactamente qué hacer. Así, sosteniendo a la señora Ruo, se situó en la entrada preparándose para llamar cálidamente a su padre.
Antes de mucho, la luz de la linterna pasó de lejana a cercana, iluminando gradualmente el frente, y el Rey de Qi entró rápidamente al patio.
—Rindo homenaje a usted, mi señor.
—Su hijo le saluda, Padre Rey.
Tanto la señora Ruo como Chu Jinzhuo realizaron sus saludos con respeto.
Solo Chu Jinnian permaneció distante, saboreando tranquilamente su té.
Esa tranquilidad ahora, resultaría en un castigo más tarde.
La señora Ruo ocultaba su risa contenida con una ligera estrechez de sus ojos.
—Levantaos —ordenó el Rey de Qi.
Su voz era suave, transmitiendo un toque de ternura. Pero a diferencia de lo habitual, fue él quien la ayudó a ponerse de pie.