—No hace falta, tampoco te preocupes por la cena. Simplemente empaca tus cosas y vete esta noche. —En el rostro de Ge Tonghua no había señal de renuencia, solo suficiente molestia e impaciencia.
Como si frente a él hubiera un yeso molesto que quería deshacerse lo más rápido posible.
Con apretón en el corazón, Zhuang Wencheng colocó los objetos que tenía en la mano en el suelo. —Como el Maestro lo pone de esa manera, iré a empacar mis cosas.
Dicho esto, se dirigió hacia el patio trasero.
Sus pasos eran pesados, pero no lentos.
—Maestro, ya es tarde. Si Wencheng se va ahora, podría no encontrar un carruaje para volver a casa. Por favor, permita que Wencheng se quede aquí una noche más. —Han Hu sugirió suavemente.
—¡No le faltará lugar donde quedarse! —Ge Tonghua resopló—. Con suficiente tiempo para preocuparte por él, deberías pasar más tiempo preocupándote por las cosas en nuestra tienda.