Cuando la noche se asentó por completo, Zhuang Ruman aún no había regresado.
La Sra. Song no se atrevió a empezar la cena con Zhuang Yuanzhong y Zhuang Qinghe, en cambio, esperó en el patio, mirando frecuentemente hacia la puerta.
Aunque la luna estaba brillante, no se veía ni un alma.
—¿Por qué no llega papá todavía? Me estoy muriendo de hambre —se quejó Zhuang Qinghe, frotándose el estómago vacío—. Finalmente no pudo resistir más y agarró un pedazo de pan de maíz al vapor para comer.
También la Sra. Song estaba tan hambrienta que agarró un pedazo de pan de maíz al vapor para picar, pero murmuró:
—Esperemos un poco más, debería regresar pronto.
—Si él regresa y los ve comiendo sin él, es probable que se enoje de nuevo. Si de verdad tienen hambre, coman solo pan de maíz, no sopas.
Zhuang Ruman no notaría si faltaban un par de pedazos de pan de maíz, pero si la sopa disminuía, él se daría cuenta instantáneamente de que habían empezado a comer sin él.
