—Así es —Zhuang Qingsui parpadeó—. Si el Hermano Wencheng sufre por nuestra causa, sería injusto.
—Es verdad, así que necesitamos pensar en otra forma para este saquito de hierbas —Zhuang Qingning acarició suavemente la cabeza de Zhuang Qingsui.
—¡Sí! —Zhuang Qingsui asintió con entusiasmo.
Las hermanas caminaban y charlaban, y pronto llegaron a la Tienda de Telas Zhuang.
El frente de la tienda no era ni grande ni pequeño, con un letrero de altura humana en la entrada que le daba un aspecto bastante grandioso. El flujo constante de clientes y las risas continuas desde dentro indicaban que el negocio iba bien.
Antes de que Zhuang Qingning y Zhuang Qingsui pudieran entrar, la señora Meng estaba despidiendo a un cliente. Cuando las vio, sus ojos se abrieron de alegría, —Señorita Ning, Señorita Sui, ¡han llegado!
—Maestro, Maestro, ven rápido. La Señorita Ning y la Señorita Sui han llegado.