—Miss Zhou, ¿podría abrir la puerta, por favor? El Señor Ding nos envió específicamente para informarle que no hay más motivos para preocuparse —repitió Zhang Lin.
Tal como Ding Gaochang había instruido, necesitaba asegurarse de que Zhou Daya estuviera a salvo y prevenir que ella tomara alguna acción precipitada a causa de este incidente.
Sin embargo, en los ojos de Zhang Lin, si él hubiera tenido que enfrentarse a una situación de peligro de vida como esta, sin duda estaría furioso, listo para hacer que sus enemigos se arrepintieran, incluso si significara sacrificar su propia vida.
Lamentablemente, la ley es la ley.
Aquellos aldeanos que casi llevaron a Zhou Daya a la muerte estaban equivocados, y la complicidad en tal acto es aborrecible. Pero fueron engañados y no mataron realmente a Zhou Daya. Así que su castigo no sería severo.
Si Zhou Daya, por ira, llegase a vengarse y herir a alguien, eso sería un verdadero crimen contra la ley, y acarrearía un castigo severo.