Cuando Zhuang Jingye regresó a casa, la Sra. Ye ya había preparado el almuerzo.
Fideos gruesos hechos a mano, acompañados de tofu perfectamente frito, con pequeñas verduras verdes y aceite de chile, el aroma apetitoso llenaba el aire en cuanto él entró en la casa.
—Justo estaba antojado de esto, y tú lo hiciste —Zhuang Jingye estaba de un humor excelente, elogió, sosteniendo un tazón de fideos que la Sra. Ye le había traído, y después de dar un gran bocado:
— Delicioso, tu cocina parece mejorar cada día.
No era que sus habilidades culinarias hubieran mejorado, sino que Zhuang Jingye, tan alegre como era, encontraba placer en cada detalle.
Hace unos días, cuando regresó del pueblo del condado, con una mirada preocupada debido a las palabras del magistrado del condado, calificó el mismo almuerzo de desagradable aunque sabía exactamente igual.
—Mirándote, parece que la charla con Ning fue bien, ¿verdad? —la Sra. Ye preguntó, dejando su tazón y sentándose junto a Zhuang Jingye.