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Nunca en su vida Atlas había abrazado a Penny, ni siquiera cuando eran niños. A diferencia del emocional Slater y del afectuoso Hugo, a Atlas le daba alergia cualquier tipo de cercanía física. Incluso un simple toque hacía que sus ojos se agudizaran, preguntándose si la otra persona había desinfectado sus manos. El hecho de que de vez en cuando permitiera a Penny aferrarse a su brazo ya era un gran paso.
Pero aquí estaba él, abrazándola.
—Lo siento, Penny. Habría odiado ser yo mismo también en ese sueño —la rigidez en el cuerpo de Penny se relajó lentamente mientras su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y confusión.
—Estaba... estaba hablando de un sueño que tuve —tartamudeó—. No es real.
Disfrazar sus experiencias pasadas como un sueño había sido su forma de expresar cuánto su amor por él —y por la familia— había superado el odio que una vez había llevado. Solo lo había mencionado para hacer un punto, no por ninguna otra razón.