Una risa suave brotó de él mientras inclinaba la cabeza hacia atrás. Zoren no podía ver su cara, pero definitivamente podía imaginar la expresión que tenía.
—Ja ja… —Penny se rió sin entusiasmo—. No bromees así.
—No estoy bromeando —comentó mientras la soltaba lentamente, guiñándole un ojo—. Solo para que lo sepas.
Penny se sobresaltó con ese último golpe directo a su corazón. Zoren se rió mientras recogía los platos del mostrador y se dirigía al fregadero. Sus ojos se agrandaron siguiendo su figura, captándolo inclinando la cabeza hacia ella con una sonrisa traviesa.
—Dios… —desvió la mirada, cubriendo su rostro acalorado—. ¿Por qué tiene que ponerme nerviosa cuando ya se comió mis labios? ¡Qué hombre tan codicioso!
Ahora, pasaría el día preguntándose qué estaba pasando por su mente, que era su objetivo cuando hizo esos comentarios. Para que ella pensara en él porque, seguro, él estaría pensando en ella cada segundo.