—Buenas noches —dijo una voz profunda.
El frenesí de pensamientos de Nathaniel se detuvo en seco al escuchar la voz. Sus ojos temblorosos y desorbitados se movieron hacia la fuente, y su aliento se cortó justo en el momento en que se posaron en Zoren.
Zoren estaba cómodamente sentado en una silla, con una pierna cruzada casualmente sobre la otra, los brazos reposando en los brazos de la silla. Sus ojos oscuros parecían más oscuros que en las fotos que Nathaniel había visto, y aunque estaba pálido, no parecía tan fantasmal en persona.
Sin embargo, lo que llamó la atención de Nathaniel no fue la presencia intimidante de Zoren ni su actitud tranquila. Fue el gato blanco que estaba sentado en su regazo.
—Miau.
«¿No decían que su mascota era una pantera negra?», pensó Nathaniel, distraído a pesar del peligro. «¿Era solo un rumor? Imposible, ¿verdad? ¡Estaba seguro de que tenía una pantera negra, no un hermoso gato!»
