De pie frente a la mansión, Penny levantó una mano a su frente y entrecerró los ojos hacia el final del camino de entrada. Avistó una silueta caminando hacia las puertas, señalando que todavía había guardias estacionados allí.
—Rayos —susurró, encogiéndose de hombros—. ¿Todavía tenemos guardias? Vaya. No importa.
Penny corrió hacia el garaje, buscando el coche de Atlas. Cuando llegó, líneas profundas aparecieron entre sus cejas. El garaje albergaba varios coches, incluidos autos deportivos y motocicletas.
—¿No que ahora somos pobres? —susurró, notando dos motocicletas de la misma marca pero de modelos diferentes—. Más que emoción, estaba confundida. ¿Cómo es que todavía tienen autos deportivos? ¿Me estaban mintiendo?
Frunció el ceño, convencida de que Atlas la había engañado durante su última visita. Esto no parecía que su vida se estuviera desmoronando. Si fuera así, deberían haber vendido estos coches innecesarios para pagar sus necesidades diarias.