—Patricia, qué gusto verte también —La sonrisa de Nina no llegó a sus ojos—. Ha pasado un tiempo.
—¡Y tanto que ha pasado! —Patricia, ahora una mujer hermosa, lanzó su brillante cabellera mientras tomaba asiento en la mesa de Nina como si fuera lo más natural—. ¡Qué agradable encontrarte aquí!
—Ahí está sentada alguien —Nina sonrió, mirando el lugar donde Patricia se había sentado.
—¿Ah? ¿Estás con una amiga? —Patricia frunció el ceño—. ¿O es un cliente? No me digas que es tu prometido.
—Patricia —Nina se obligó a mantener la sonrisa—. Por favor, ¿no aquí?
—¿No aquí? ¿A qué te refieres? —Patricia inclinó la cabeza—. Si estás con un cliente, entonces yo te contrataré. Así, ahora soy tu clienta. ¿No es eso mejor?
—Patricia —dijo Nina, manteniendo su compostura mientras las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba y sus ojos se agudizaban un poco.